A Caracas también hubiesen ido los fracasados

La celebración de todos tras el gol de Joaquín Correa; Argentina estiró su buen momento en Caracas
MIGUEL GUTIERREZ

¿Los futbolistas del seleccionado hubiesen venido igual al cono Sur si en la final del Maracaná se les hubiera escapado la Copa América? ¿Se hubiesen atrevido a desafiar a sus patrones si la atmósfera estuviese espesa tras otra frustración? La respuesta no permite intrigas: sí, un sí rotundo. Lo demostraron. Estos futbolistas, los anteriores y los anteriores también. Están en la victoria porque ya habían aprendieron en la derrota que no hay permiso para faltar. Por eso no escucharon las recomendaciones de ‘sus dueños’ y honraron un legado que nació en la organización de Menotti y se entronizó desde el corazón de Diego Maradona. Presencialidad total. A diferencia de otras federaciones que aceptaron la sumisión, Argentina contó con todos. Con los campeones, sí. Pero fracasados, también hubiesen jugado en Caracas.

Brasil ahora le exige a la FIFA sanciones para los clubes que, con éxito, consiguieron desanimar a sus empleados. Eran nueve de la Premier League y no hubo ningún insurrecto. Los reglamentos amparan a los futbolistas, solo se trataba de sostenerse firme. Ahí aparece una cultura, una herencia, un mandato. Los jugadores argentinos escucharon, y como reacción inmediata, se embarcaron hacia el confín del mundo.

José Martínez, en la marca de Lionel Messi
YURI CORTEZ


José Martínez, en la marca de Lionel Messi (YURI CORTEZ/)

El futbolista argentino no se perdonaría el delito de deserción. La camiseta albiceleste se transformó en un pasaporte y la selección argentina es una referencia colectiva de identidad. Con más o menos seguidores en la tribuna, travestis del resultadismo. Los que nunca cambian el sentimiento son los futbolistas. Alguna vez Heinze se peleó con Alex Ferguson, sí. Y Sorin se tuvo que ir de PSG, sí. Y Kily González se perdió una gran transferencia. El corazón de Ayala pagó con lesiones. Y Messi se le plantó a Pep Guardiola. Un denominador común: incorruptible pacto albiceleste. Esta generación heredó esa obsesión: desde los más expresivos como ‘Dibu’ Martínez y De Paul, a los más retraídos como Nahuel Molina o los Correa. ¿Quizás sufran represalias en algún momento? Quizás. Dubitativos abstenerse.

La patada de Martínez a Messi habrá paralizado el corazón de los jeques qataríes que gobiernan PSG. Contrataron fantasía, pero también liderazgo. Lealtad. Goleó Argentina, hizo tres y pudieron ser seis. El plantel acostumbrado al lujo del fútbol europeo dejó el potrero de Caracas y se marchó hacia San Pablo. Espera Brasil, llama la pasión. El grupo viaja con un encendido desprecio por las sugerencias de desamor.