De la caída en Río 2016 al récord olímpico en Tokio: la redención de Jasmine Camacho-Quinn, el rayo boricua

La puertorriqueña Jasmine Camacho-Quinn tras ganar su eliminatoria de semifinales de los 100 metros con vallas de los Juegos Olímpicos, el domingo 1 de agosto de 2021. (AP Foto/Petr David Josek)
La puertorriqueña Jasmine Camacho-Quinn tras ganar su eliminatoria de semifinales de los 100 metros con vallas de los Juegos Olímpicos, el domingo 1 de agosto de 2021. (AP Foto/Petr David Josek)

Desde aquel fatídico día de 2016 en que se le escurrió una semifinal olímpica por tropezarse con tres vallas, cambiaron muchas cosas en la vida de Jasmine Camacho-Quinn. Tenía tan solo 19 años la puertorriqueña especialista en los 100 metros con vallas, cuando perdió el equilibrio al saltar mal sobre la antepenúltima valla de una carrera. Lo mismo le ocurrió en la penúltima y última: un ataque fallido; la pierna de recobro luego se llevaría puestos los obstáculos y el plano piso de la pista de Río de Janeiro sería el escenario de su llanto. Luego la entrevistarían en zona mixta y ella declararía: “Estaba muy emocionada por llegar a la final”. Pero no pudo ser.

A partir de ese momento, la fortaleza mental sería un aspecto más a incorporar en sus entrenamientos. Pero no le fue fácil: Camacho-Quinn sufrió un duro período de depresión en los años que separaron la última cita olímpica con la de hoy. Hoy, su recuperación, capitalizada con una medalla de oro en este Juego Olímpico, capta aún más importancia, en vista de los problemas de salud emocional que fueron manifestados en los últimos días, todos por los mismos atletas que los sufrían.

Camacho-Quinn se eleva. Esta vez, la pierna de recobro no arrastró ningún obstáculo.
Camacho-Quinn se eleva. Esta vez, la pierna de recobro no arrastró ningún obstáculo.


Camacho-Quinn se eleva. Esta vez, la pierna de recobro no arrastró ningún obstáculo.

“Hubo un tiempo en que eso me abrumó. Empecé a ponerme un montón de presión sobre mí porque quería ser la mejor y, también, lo que pasó en Río 2016 no quería que me volviera a pasar otra vez y pensaba sobre eso”, reconoció Camacho-Quinn al portal digital El Vocero, de Puerto Rico, en una entrevista publicada en las vísperas de la cita de este año.

Ese período de ostracismo, efectivamente, duró un tiempo: En 2018, una lesión le impidió estar en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Barranquilla, debido a una lesión. Fue la misma historia en los Juegos Panamericanos de Lima 2019, y tampoco pudo terminar la temporada en el Mundial de Doha. Además, quedó descalificada en una competencia que tuvo lugar en Gran Bretaña, en julio de 2019. Ninguna de esas performances se alineaban a la altura de las lógicas exigencias que generaban sus condiciones deportivas.

Pero finalmente su talento le ganó la pulseada a esa impronunciable ola de malos rendimientos. En la última temporada, ganó 12 de sus 13 carreras, ostentando los tres tiempos más rápidos del año; y los pronósticos la colocaban en el medallero junto a la estadounidense Kendra Harrison. Un éxito evidente, si solo se lee este párrafo, ya que Camacho-Quinn ganó en Tokio la medalla de oro en los 100 metros con vallas que tanto añoró, y en el podio tuvo a su lado, ni más ni menos, que a la recordwoman norteamericana Kendra Harrison. Lo hizo con una marca de 12s37 segundos en la final, aunque en la carrera clasificatoria había establecido un nuevo récord olímpico -de 12.26 segundos-, solo seis centésimas por arriba de la mejor marca mundial (ostentada por Harrison).

“Definitivamente que han cambiado muchas cosas. Todo esto ha sido un proceso. En 2016 era diferente. Estaba finalizando mi primer año en la universidad y era diferente. Era muy joven. Ahora tengo 24 (años) y soy una atleta profesional. Sé cuál es la diferencia entre la Jasmine de ahora y la que estaba en la universidad”, analizó en la misma entrevista con El Vocero, en cuyo final remató, en referencia a Tokio 2020: “Será mi redención”. Lo fue.