El oasis del alcohol en Qatar: una tienda exclusiva que no está abierta para todos

Un punto de venta de Qatar Distribution Company en Doha, Catar, el 23 de noviembre de 2022. (Andrew Keh/The New York Times)
Un punto de venta de Qatar Distribution Company en Doha, Catar, el 23 de noviembre de 2022. (Andrew Keh/The New York Times)

DOHA, Catar — Las preguntas surgieron tan pronto como las puertas del auto se cerraron.

¿Había mucha gente? ¿Qué tal la variedad? ¿Y los precios?

El taxista, quien dijo llamarse Shaj, se asomó al espejo retrovisor y de manera cortés pidió ver mi recibo. Se lo pasé y lo revisó de arriba para abajo mientras se abría paso entre el tráfico.

Me había subido al taxi de Shaj en una calle secundaria en las afueras de Doha, dentro de los muros con alambre de púas de Qatar Distribution Company. QDC, como se le conoce popularmente, es la única empresa importadora y distribuidora de alcohol en Catar, un país musulmán en el que la venta y el consumo de bebidas embriagantes están regulados de manera estricta. Los cocteles, el vino y la cerveza se sirven en algunos hoteles de lujo, pero las dos sucursales de QDC son los únicos lugares que venden alcohol para consumo en casa.

Rachel Harris, una australiana que ha vivido en Qatar durante quince años, comentó: “Es probable que sea uno de los lugares más felices en Doha”.

QDC ha fungido durante años como un ejemplo colorido de un baile más amplio y delicado que ocurre dentro de la sociedad catarí y que es anterior a la Copa del Mundo: el esfuerzo del país de equilibrar sus valores conservadores (incluyendo, en este caso, una religión que prohíbe el consumo de alcohol) con el deseo de abrirse a sí mismo al mundo. Esa línea entre la tradición y la adaptación en raras ocasiones parece estar fija en un lugar.

En una entrevista durante el largo proceso hacia el torneo, Hassan Al Thawadi, el secretario general del comité organizador de la Copa del Mundo, declaró: “Todas las personas pueden venir a Qatar. Lo que les solicitamos es que, cuando vengan, solo respeten que somos una nación relativamente conservadora”.

Muros altos con alambre de púas rodea un punto de venta de Qatar Distribution Company en Doha, Catar, el 23 de noviembre de 2022. (Andrew Keh/The New York Times)
Muros altos con alambre de púas rodea un punto de venta de Qatar Distribution Company en Doha, Catar, el 23 de noviembre de 2022. (Andrew Keh/The New York Times)

Para los residentes internacionales que buscan un sabor a casa, QDC brinda un salvavidas etílico. El acceso a la tienda se concede a través de un proceso de solicitud administrado por el Estado. El privilegio se extendió en las últimas semanas a las selecciones, patrocinadores y organizaciones de medios que están aquí por la Copa del Mundo. (A los aficionados no se les permitió hacer la solicitud).

En una visita en una mañana reciente, tres empleados de la selección nacional estadounidense llevaban tres carritos de compra llenos con botellas y cajas de cerveza (y se preguntaban en voz alta si deberían tomar un cuarto carrito).

Allí les mostraron una variedad de opciones de bebidas: aperitivos de Francia, sake de Japón, vinos de Chile y Australia, cervezas de México, Brasil y las Filipinas. Incluso había un cuarto separado lleno con congeladores y dedicado por completo a productos de cerdo, los cuales no se pueden conseguir de otra manera en restaurantes y tiendas de víveres en el país: pizzas de pepperoni congeladas y chuletas de cerdo envueltas en plástico, latas de Spam y salchichas coctel, así como paquetes de tocino con mucho relleno. Un letrero encima de la puerta sirve como anuncio y advertencia; en él se lee: “Tienda de cerdo. Para no musulmanes”.

Letreros colocados alrededor del edificio anunciaban ofertas especiales relacionadas con el Mundial. El ruido artificial de una multitud en el estadio se filtraba por los altavoces cerca de la entrada. Un periodista alemán en mocasines examinaba una botella de vino italiano.

No obstante, los miembros del personal de la selección estadounidense tenían que ser considerados. A cada persona con un permiso individual se le concede una cuota mensual de 2000 riales cataríes, cerca de 550 dólares. Sin embargo, los estadounidenses estaban en lo que equivale a una misión de conseguir suministros: requerían suficiente alcohol no solo para sus colegas que viajan con el equipo, sino también para cumplir con las necesidades de un grupo grande de amistades y familiares de los futbolistas. Ese grupo, indicó uno de los miembros del personal, los había atosigado con solicitudes desesperadas. Incluso con permisos múltiples, los estadounidenses buscaban ofertas.

Uno de los integrantes del personal del equipo estadounidense mencionó: “Esto no es solo como comprar cualquier vino, es vino de supervivencia”.

No obstante, rápidamente se hizo evidente que el lugar más feliz en Doha (para aquellos con una predisposición a beber) era también uno de los sitios más exclusivos.

En el taxi, Shaj, quien es musulmán y originario de Sri Lanka, me dijo que nunca había entrado a QDC a pesar de que ha vivido en Qatar durante doce años. Los requerimientos para obtener un permiso para la tienda incluyen un salario mínimo de 3000 riales cataríes (casi 825 dólares) al mes para tan solo solicitar la entrada. Eso, básicamente, pone al alcohol legal fuera del alcance de cientos de miles de trabajadores migrantes que componen casi el 90 por ciento de la población de Catar; muchos de ellos ganan alrededor del salario mínimo de 275 dólares al mes.

Aunque QDC ha sido considerada como un oasis para visitantes sedientos, otros, como Shaj, ven sus restricciones estrictas (y sus limitantes en el acceso) como injustas. Para ellos, las reglas son solo otro ejemplo del tipo de desigualdades estructurales que son parte de la vida cotidiana para ellos en Qatar.

Al no tener acceso al alcohol de la misma manera que los residentes más adinerados y los visitantes más poderosos, él y otros dependen del mercado negro para conseguirlo. Shaj manifestó que su bebida de elección era el vodka, el cual compra a un precio elevado y solo lo ingiere dentro del cuarto que comparte con otros tres trabajadores.

Shaj opinó: “Esta doble moral no me gusta”.

Sus sentimientos se vieron reflejados la noche de un viernes reciente en Asian Town, un área en Doha habitada por decenas de miles de trabajadores extranjeros provenientes de países tales como la India, Pakistán y Bangladés. El vecindario se ubica a solo 3,2 kilómetros del botín escondido en QDC, pero se siente de algunas maneras como un universo aparte.

Hari, un chofer de vehículos de carga pesada originario de Katmandú, Nepal, que se dirigía a una zona para fanáticos de la Copa del Mundo después de tomar unas copas de whisky en casa, mencionó: “Musulmán, hindú, ¿quién no bebe aquí?”.

Al igual que Shaj, solicitó que su nombre completo no fuera publicado debido al temor de meterse en problemas con las autoridades o empleadores potenciales.

Hari agregó: “Todos tienen miedo de hablar de ello porque aquí está prohibido”.

Lo que ocurrió en Asian Town estaba muy lejos de la alegría sancionada por el Estado en QDC.

La semana pasada, los compradores empujaban sus carritos alrededor de pirámides de latas de cerveza apiladas. Un paquete de veinticuatro cervezas Budweiser se vendía por 188 riales cataríes, o casi 52 dólares. Cerca, una botella de champaña Cristal se podía adquirir por casi 489 dólares.

Hay reglas estrictas para las personas a las que se les permite ingresar. Además de las restricciones salariales, los clientes no pueden ser originarios de Estados miembros del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo. Los clientes regulares pagan cuotas de membresía, pero no pueden revender el alcohol y ni siquiera darlo a alguien como regalo. Además, al salir, los consumidores deben mantener ocultas sus compras hasta que lleguen a casa.

No obstante, en general y en los últimos años, el gobierno ha hecho la experiencia en QDC más amigable con el cliente. Durante la pandemia, la tienda incorporó beneficios como pedidos en línea y entrega a domicilio. En la actualidad, los clientes reciben mensajes de texto que promueven ventas especiales.

Mientras los miembros de la selección estadounidense realizaban sus compras, una empleada de QDC se acercó para hacerles saber que sus límites individuales habían sido duplicados para el Mundial. Eso, con certeza, haría sus vidas mucho más sencillas.

Le agradecieron e hicieron rodar su carrito tintineante hacia las cajas.

© 2022 The New York Times Company

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