Boca campeón Apertura 92: Claudio Benetti y la historia de superación del hombre que fue héroe hace 30 años

Benetti hoy, a 20 años de su momento de gloria
Claudio Benetti posa para LA NACION con su foto como 10 de Boca

Claudio Benetti. Ese es el nombre y apellido del protagonista del gol que, un 20 de diciembre de 1992 -hace 30 años-, le permitió a Boca ponerle punto final a 11 años de frustraciones a nivel local, la racha más adversa de su historia, cuando se consagró campeón del torneo Apertura en un final dramático, con un equipo aguerrido dirigido por el “Maestro” uruguayo Oscar Washington Tábarez, y figuras descollantes como el Mono Carlos Fernando Navarro Montoya y Alberto Beto Márcico.

Aquel chico surgido en La Candela, mítico lugar formativo del club de la Ribera, en la actualidad está a cargo de la prenovena xeneize. Pero su camino de regreso a “su casa” no fue tan sencillo. En el medio tuvo que superar varios obstáculos que le puso la vida.

Yo estaba desocupado. Román escuchó mi mensaje y me sorprendió porque yo soy de otra generación. Me llamó el Chelo Delgado. Estaba desocupado y cuando estás desocupado te pasa cualquier cosa por la cabeza. Con 51 años no puedo ir a ningún lado, ya soy viejo. Me hice maquinista de tren, vendía hielo, no me sentí menos que nadie. Sólo quería que mis hijos estuvieran bien. Hace tres años no les podía comprar nada a mis hijos. Nada, eh. Y le debía plata a todo el mundo. Ahora me baño con agua caliente dos veces por día”, expresó e ESPN.

Antes había hablado con LA NACION. Con el tradicional humor cordobés en su ADN, hoy Benetti tiene 51 años y hace poco más de un año volvió a Boca, su lugar en el mundo.

¿Te acordás de esa jugada?

— Todos se acuerdan que hice el gol yo, pero en realidad fue una gran jugada del equipo. Comienza con un quite de Giunta. Y si bien es cierto que arranco poco después de mitad de cancha y eludo a Onaindia y Chazarreta, nadie ve que mientras yo encaraba Carranza se iba para un costado, Cabañas se fue para el otro costado, Tapia para el otro, y entonces vi que se me iba abriendo el espacio y encaré. Cuando cambié el ritmo, ya estaba en la puerta del área, y definí como don Ernesto Grillo me había dicho en las inferiores. Fue una fracción de segundo en donde me acordé de una indicación que él me había dado y así fue.

Lo primero que hacés es treparte al alambrado y subir y subir, ¿qué pensabas en ese momento?

— Me trepo como una manera de descargarme, de toda una semana de tensión porque sabía que no podía jugar mal. Ante la lesión de Villarreal el Maestro Tabárez se la jugó por mí y lo más importante era no fallarle a él. Estaban mis viejos en ese festejo, todos los que me habían ayudado a llegar (se emociona) y, más que nada, yo me trepo a ese alambrado para abrazarme con cada uno de los hinchas… y te hablo con el corazón. Para agradecerles todo lo que me habían bancado. Porque a mí lo que me bancó la hinchada, no se lo bancan a nadie. Ellos siempre destacaron que yo venía de las inferiores. Desde que debuté en primera nunca me putearon, corearon mi nombre, que para mí fue lo más lindo de todo.

¿Es verdad que casi no recordás la vuelta olímpica?

— Cerca del final del partido Oscar Acosta pateó un tiro libre y me noqueó. Termina todo, me suben en andas, doy la vuelta, saludo a la gente y me empiezo a sentir mal. Ahí pedí que me llevaran al vestuario. Estaba tirado en una camilla y sólo sentía el griterío de la gente. Porque yo tenía los ojos abiertos pero veía todo blanco. Y me dormí y me desperté al otro día en el hospital Durand. ¡No entendía nada!

¿Cómo fue que terminaste almorzando con Mirtha Legrand?

— Apenas vuelvo del hospital, una mañana tocan el timbre diciéndome que me invitaban a lo de Mirtha. Primero pensé que era una broma, pero bajé con mi mamá y ahí estaba el remis. Así que le dije a mi vieja que aprovechemos para ir y conocerla, ya que la veíamos todos los días. Me recibió muy bien y me regaló una torta de Boca. En realidad no me quise quedar a almorzar. Imaginate, había dos platos, tres tenedores, tres cuchillos, cuatro copas. ¡Dejate de hinchar! Yo en casa tengo plato, tenedor cuchillo, vaso y no busqués más.

¿Te molestó que se hable de que aquel partido estuvo arreglado?

— No, porque la gente se confunde. Nosotros no pusimos ni un mango. La plata la puso otro equipo, que jugaba a la misma hora en cancha de Ferro, con Argentinos…. Je. (No lo nombra, pero se refiere a River).

¿Pero entonces no es verdad que la barrabrava fue al vestuario de San Martín para apretar a Solbes, que había marcado el 1 a 0 para los tucumanos?

— Nada que ver. A nuestro vestuario vinieron a apretarnos, porque íbamos perdiendo. Fue una apretada fulera. 40 por ciento de mala manera y 60 para ciento para ponernos las pilas para que no perdiéramos.

¿Para qué te sirvió aquel gol?

— Para ganarme el respeto de los más grandes del plantel. Había cada nene... Márcico, Giunta, Tapia, Navarro Montoya. Y en esa época a los más chicos se los boludeaba. Si el entrenamiento era a las 10, yo tenía que llegar a las 8.30 para cambiarme en el vestuario. Sino, ellos nos retaban.

Te tocó vivir la época de los Halcones y las Palomas. ¿Vos que eras?

— ¡Yo era un gorrioncito! (risas). Ni hablaba. El Negro Medero y yo ni hablábamos. Yo esperé la oportunidad de debutar en primera, se me dio. Después pude ser campeón con un rol protagónico y eso me sirvió para poder poner los puntos sobre mi persona, ganarme el respeto del grupo. Porque a mí me molestaba que me trataran como un pendejo. Y salir campeón me puso bien, porque ahí me gané mi lugar.

Una coronación sufrida, una campaña inolvidable

Casi en tiempo cumplido hay córner para Boca pero a esa altura importa poco. La gente empieza a cruzar el foso viendo cómo perforar un operativo policial de trescientos efectivos que rodea el campo de juego de la Bombonera tratando de evitar lo inevitable. Caen cohetes sobre el área mientras Saturno, Cabañas y Giunta sonríen y piden calma. Viene el centro pero hay un despeje. Ya nadie mira nada. Tras descontar un minuto, a las 22.09 del 20 de diciembre de 1992, Francisco Lamolina dice basta y Boca se convierte en el nuevo campeón del fútbol argentino. La interminable espera de once años llegaba a su fin y era hora de dar una vuelta olímpica buscada con desesperación. A la mañana siguiente con las primeras luces del amanecer podían verse los rastros de una noche única e irrepetible. Quedaba la sensación de que un terremoto atravesó el país de punta a punta pero no, era Boca que había tocado el cielo con las manos y su felicidad fue arrasadora.

El texto anterior forma parte de una detallada crónica que, en formato libro, salió a la venta hace unas semanas. Se llama “Apertura 92, apuntes de un campeonato ganado y festejado a lo Boca” y es una autogestión realizada por los periodistas Juan Manuel Martínez y Leandro Cordobez.

Portada del libro "Apertura 92, apuntes de un campeonato ganado y festejado a lo Boca"
Portada del libro "Apertura 92, apuntes de un campeonato ganado y festejado a lo Boca"

La campaña tuvo un recorrido casi perfecto, incluido un triunfo fundamental ante River. Fue aquel 1 a 0 sobre el Millonario, con gol de Manteca Martínez. Fue la tarde en la que Ariel Ortega fabricó un penal que más tarde Carlos Navarro Montoya le atajó a Hernán Díaz, mientras en el arco de enfrente Ángel Comizzo lo escuchaba de espaldas y por radio. Mientras, en la platea de socios Diego Maradona celebraba como un hincha más junto a su esposa, Claudia Villafañe, y el actor Carlos Calvo.

Aquella gesta Xeneize tuvo un mentor, y no fue otro que el Maestro Tabárez, quien había arribado desde su Montevideo natal en enero de 1991. Con humildad, sabiduría y trabajo, fue puliendo un equipo que creció fecha a fecha.

La gran figura fue Márcico, quien había regresado al país ocho meses antes de aquel diciembre, luego de concluir su carrera en Francia con la camiseta del Toulouse. El Beto era el líder futbolístico y emblema para los hinchas por su reconocido fanatismo por los colores azul y oro, y tenía buenos acompañantes en el cordobés José Luis Villarreal, el Chino Carlos Daniel Tapia y el paraguayo Roberto Cabañas, goleador del equipo con siete conquistas.

De izquierda a derecha. Arriba: Blas Giunta, Alejandro Giuntini, Víctor Marchesini, Carlos Navarro Montoya, Carlos Mac Allister, José Luis Villarreal. Abajo: Diego Soñora, Alberto Márcico, Roberto Cabañas, Gustavo Neffa y Carlos Tapia
De izquierda a derecha. Arriba: Blas Giunta, Alejandro Giuntini, Víctor Marchesini, Carlos Navarro Montoya, Carlos Mac Allister, José Luis Villarreal. Abajo: Diego Soñora, Alberto Márcico, Roberto Cabañas, Gustavo Neffa y Carlos Tapia

La garra era aportada por Blas Armando Giunta, ídolo por su temperamento y entrega incondicional, el Colorado Carlos Javier Mac Allister y dos bastiones claves: el arquero y capitán Navarro Montoya y el uruguayo Sergio Daniel Manteca Martínez, autor de los goles importantes.

De ese plantel ya no están en este mundo el paraguayo Cabañas, fallecido en forma repentina un caluroso enero de 2017 a los 55 años, ni tampoco el marplatense Alejandro Giuntini, a quien se lo llevó un cáncer cuando tenía 49 años, en julio de 2016.

Si bien hubo muy buenos partidos y grandes goles, como uno de Márcico a Vélez desde afuera del área para sellar el 3 a 2, el que quedó en el recuerdo colectivo fue uno convertido por otro juvenil de la cantera. En la anteúltima fecha, en la cancha de Independiente, Luis Medero realizó una jugada maradoniana: arrancó desde su propio campo con pelota dominada e infló la red con un derechazo cruzado, después de eludir a cinco rivales.

Sobre el final del torneo, unos nubarrones sobrevolaron la Bombonera. Las derrotas de local ante Independiente por 1 a 0 y Deportivo Español por 3 a 2 (esas tardes los arqueros Luis Islas y Pedro Catalano tuvieron gigantes actuaciones, de las mejores de sus carreras) impactaron emocionalmente al equipo, que ya palpitaba la vuelta olímpica.

Hace exactos 30 años, más de 60.000 personas coparon la Bombonera con las ganas de volver a gritar campeón después de 11 años sin títulos locales (en el 89 se había logrado la Supercopa y en el 90, la Recopa sudamericana).

El equipo se repuso de un gol marcado por Ricardo Solbes en la primera etapa, y con el 1 a 1 establecido por Benetti se desató la felicidad azul y oro, que tiñó las calles de la Argentina de azul y oro. Un clip realizado por el programa Fútbol de Primera, con imágenes de la campaña y la canción de Fito Páez “Brillante sobre el mic”, es algo que automáticamente se asocia al recuerdo de esa consagración.

Esto es para ustedes, disfruten”. Les dijo Giunta a los hinchas, con un alambrado de por medio en la vuelta olímpica. Un festejo que debió esperar 11 años, y se celebró a lo Boca.

La campaña

  • Fecha 1: Mandiyú (Corrientes) 0-0

  • Fecha 2: Belgrano (Córdoba) 2-0 Cabañas y Villarreal (p)

  • Fecha 3: Talleres (Córdoba) 0-0

  • Fecha 4: Vélez Sarsfield 3-2 Cabañas, Almandoz (e/c) y Márcico

  • Fecha 5: Lanús 2-0 Villarreal 2 (uno de penal)

  • Fecha 6: Huracán 2-2 Martínez y Villarreal

  • Fecha 7: San Lorenzo 1-0 Cabañas

  • Fecha 8: Ferro Carril Oeste 0-0

  • Fecha 9: Argentinos Juniors 1-0 Carranza

  • Fecha 10: River 1-0 Martínez

  • Fecha 11: Rosario Central 3-0 Martínez y Cabañas (2)

  • Fecha 12: Newell`s Old Boys 0-0

  • Fecha 13: Estudiantes (La Plata) 1-0 Tapia

  • Fecha 14: Gimnasia y Esgrima (La Plata) 1-0 Tapia

  • Fecha 15: Independiente 0-1

  • Fecha 16: Racing Club 1-1 Martínez

  • Fecha 17: Deportivo Español 2-3 Cabañas y Martínez

  • Fecha 18: Platense 3-1 Martínez, Cabañas y Medero

  • Fecha 19: San Martín (Tucumán) 1-1 Benetti.