Boca y un aliado de carácter: el valor de revertir un resultado, el plus anímico en el equipo de Hugo Ibarra

Boca empezó perdiendo pero dio vuelta el partido ante Quilmes, por la Copa Argentina; el equipo de Ibarra tiene un plus de carácter
Boca empezó perdiendo pero dio vuelta el partido ante Quilmes, por la Copa Argentina; el equipo de Ibarra tiene un plus de carácter - Créditos: @Fotobaires

“Y Boca va”, es la frase que se hace cada vez más fuerte en el mundo xeneize con el correr de los encuentros que supera tanto en la Liga Profesional como en la Copa Argentina. El tono de esas palabras acepta que, aun sin una identidad futbolística destacada, el equipo manejado por Hugo Ibarra (su inexperiencia, otro de los condicionantes para referirse así a la actualidad) se las arregla para figurar en los primeros planos de esas competencias. Porque era prácticamente improbable que aquel combo lo colocara en este buen momento. Sin embargo, ya son 12 compromisos los que lleva sin caer y empiezan a notarse aspectos positivos en ascenso. A las vallas invictas (ocho en los últimos once), el correcto nivel defensivo de titulares y suplentes y la vuelta al gol de los atacantes, hay que sumar otro punto vital: el carácter mental.

Las ramas de la nueva virtud se dividen en dos para este elenco. Por un lado, los futbolistas seguramente no estén llenos con lo que intenta transmitir Ibarra acerca del funcionamiento colectivo, pero sí se los nota convencidos de que mantener la actitud encendida y explotar el buen rendimiento individual que sí existe los llevará al éxito. Boca le hace sentir al rival de turno que, con alguna u otra herramienta, le ganará el partido. Recuperó lo que había perdido: el espíritu ganador.

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Por otro lado, la fortaleza psicológica hace que el conjunto azul y oro pueda recibir algún gol, pero ante ello no tambalea. El golpe lo mantiene firme y busca la manera de reponerse y terminar siendo superior. No sobran los casos, justamente, porque la buena época no da lugar a que los rivales ganen protagonismo, pero están.

Lo revirtió ante Atlético Tucumán

El arranque del actual entrenador representó la antítesis de lo que hoy es su equipo. Aquella tarde en el Nuevo Gasómetro, en la que el clásico ante San Lorenzo podía ser el motor para reponerse de la eliminación en la Copa Libertadores frente a Corinthians y de los grandes conflictos internos, los xeneizes arrancaron ganando por el cabezazo de Marcos Rojo. No obstante, ni siquiera ese factor fue suficiente para sacarle al equipo el desgano que comenzó a exponer esa misma tarde y en varios encuentros posteriores: terminó cayendo ante el Ciclón por 1-2.

Al siguiente compromiso fuera de casa la pasó muy mal ante Argentinos, que lo superó ampliamente y fue contunde en el 0-2. Luego, la goleada insólita por 0-3 ante Patronato, en Paraná, que muchos hinchas catalogaron como vergonzosa. Y ante Racing, en Avellaneda, padeció el partido durante los primeros 70 minutos, pero supo aguantar el 0-0. Jornadas pálidas de un equipo sin reacción, avasallado, desbordado.

La convicción, que fue potenciándose por los resultados, cambió la cara de la moneda. Atlético Tucumán, quizás, fue el adversario bisagra para adoptar una personalidad que no era común. Porque el Decano, que hoy es el puntero del campeonato, al momento de cruzarse en la Bombonera también era líder, por lo que Boca precisaba vencerlo para aspirar al título: ahora es el inmediato perseguidor (a dos puntos y a seis fechas para el final). No obstante, los tucumanos comenzaron ganando por el gol de Augusto Lotti.

Lo dio vuelta a Quilmes

La hinchada tuvo mucho que ver para inflar el pecho y llevárselo puesto en el segundo tiempo. Desde las tribunas buscaron una respuesta mientras el equipo se retiraba al vestuario para el descanso: “¡Movete, Xeneize, movete, movete y dejá de j...!”, fue el mensaje estruendoso. Y Boca empujó. Apareció Luca Langoni desde el banco y metió sus primeros goles en el club por el doblete (a los 77 minutos y los 87) con el que le hizo ganar a su equipo un partido trascendental. Desde ahí, jamás bajó los brazos.

Porque a la siguiente jornada, ante Colón en Santa Fe, arrancó ganando (por Norberto Briasco) un duelo clave por el hecho de que a la siguiente semana enfrentaba a River. El penal evitable que cometió Agustín Rossi y convirtió Luis Rodríguez bien pudo desanimarlo, pero mantuvo la cabeza en el encuentro y lo terminó ganando nuevamente por la definición de Langoni.

Luca Langoni vive un presente extraordinario desde aquel doblete a Atlético Tucumán.
Luca Langoni vive un presente extraordinario desde aquel doblete a Atlético Tucumán. - Créditos: @LA NACION/Marcelo Aguilar

El último ejemplo estuvo el pasado miércoles, en el triunfo a Quilmes que lo clasificó a las semifinales de la Copa Argentina. En otra circunstancia, sería duro comenzar abajo en el marcador a tan sólo cuatro minutos de iniciado el duelo. No para este Boca, al que el gol de Julián Bonetto lo despertó: a los siete, Benedetto ya había puesto el empate y, por el tanto de Gonzalo Morales, se fue al entretiempo venciendo al cervecero.

Incluso, que Langoni convirtiera el 3-1 y cinco minutos después Mariano Pavone descontara para volver a hacer corta la distancia, a falta de media hora para el final, no generó en los de Ibarra el temor de padecer el empate. Sufrió, pero también tuvo múltiples posibilidades claras para convertir que, por ejemplo, el palo le negó en dos ocasiones.

Se dice que ganar genera tranquilidad y tiempo para mejorar. Ibarra y sus jugadores llevan dos meses creciendo: hoy también ganó un aliado invisible que parte de la cabeza. Y, así, Boca va.