Del Potro, la revancha de un gladiador

Del Potro, la revancha de un gladiador

“Del Pony”, Pecho Frío”, hasta “Traidor” lo han llamado los intolerantes hinchas (si así se los puede llamar) por haberse negado a representar a la Argentina en la Copa Davis por diferentes razones, siendo la principal las recurrentes lesiones en su muñeca izquierda, la que lo tuvo a punto de abandonar la profesión.

Juan Martín de Potro, uno de los mejores tenistas de la historia de su país, tuvo que atravesar por momentos difíciles, durísimos, tristes, insoportables.

Debió operarse en tres ocasiones por ese maldito dolor que lo aquejaba. Es que “La Torre”, a pesar de ser derecho, pega el revés a dos manos y el dolor en su muñeca izquierda lo tenía a maltraer, justo cuando su carrera se encontraba en la recta ascendente, cuando en 2009 había ganado el U.S. Open, nada menos que a Roger Federer, en aquel momento una máquina de ganar casi imbatible.

Lo único que recibió de gran parte de la ridículamente triunfalista afición Argentina,  fueron despiadadas críticas cuando debió darle a su carrera interrupciones indeseadas producto de los mencionados infortunios.

 

El tenista argentino Juan Martín del Potro el 14 de agosto de 2016 durante la ceremonia de entrega de medallas en Rio (AFP | Luis Acosta)
El tenista argentino Juan Martín del Potro el 14 de agosto de 2016 durante la ceremonia de entrega de medallas en Rio (AFP | Luis Acosta)

 

Del Potro era un "traidor a la patria", cuando lo que necesitaba era recuperarse de esa inoportuna lesión que lo tuvo a punto de tirar la toalla.

No se dejó vencer. No quiso claudicar ante la adversidad y se jugó la última carta, una última operación, con la esperanza de recuperar la movilidad, de que ese dolor molesto y fastidioso pasara a ser nada más que un mal recuerdo.

Y lo logró. Con coraje, pasión, entrega y determinación volvió a las canchas este mismo año. Regresó al equipo de Copa Davis, jugando el doble en el triunfo ante Italia.

Poco a poco fue volviendo, sin forzar la máquina, haciendo un trabajo progresivo y sin apuros, dándose el tiempo preciso en busca de regresar a lo más alto de la consideración.

Obviamente que el “bullying” no cesó. Los estúpidos de siempre no creyeron en su voluntad de superación. Menos aun cuando el sorteo de los Juegos Olímpicos le ponía enfrente, en el debut mismo, al número 1 del mundo, el serbio Novak Djokovic. Se reían, lo subestimaban.

Delpo sorprendió a todos y hasta a sí mismo. Ganó por un doble 7-6, en un partido agotador, sin importarle el haber estado casi dos años sin jugar al máximo nivel. Lloró de emoción, y hasta hizo llorar al propio Nole, que vio frustrada, una vez más, su intención de ganar la medalla de oro olímpica, la única que le falta a su grandiosa carrera profesional.

Después siguieron Joao Souza, Juan Bautista Agut y nada menos que Rafa Nadal. Todos quedaron atrás, sin pausa y sin quejas, exigiendo el cuerpo al máximo, sin importar los años sin competencia esperando el milagro de la recuperación total.

Hasta que llegó la gran final con Andy Murray, el número dos del mundo, que venía con mayor descanso, con casi la mitad de los sets disputados hasta ese momento en comparación al argentino.

Fue triunfo del británico, que repitió el oro conseguido en Londres 2012. Fue plata para Del Potro, que lo alcanzó con el corazón de oro que sin duda tiene.

Pero lo más importante es que regresó en plenitud, que ganó la guerra contra los detractores, sus propios compatriotas que se llenaron la boca criticando su “poca capacidad de reacción”, su “pecho frío”.

Calló a todos esos críticos cibernéticos, los que jamás tuvieron una raqueta en sus manos, los que no tienen la más mínima idea de lo que es enfrentar a los más grandes y ganarles, los que se creen fanáticos de corazón y son sólo unos pobres intransigentes sin el más mínimo poder de comprensión y tolerancia.

 

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