Preocupante descontrol en el fútbol argentino

Hasta hace muy poco tiempo, diría tal vez poco más de un año atrás, el flagelo de la violencia que se vivía en el fútbol argentino provenía pura y exclusivamente de las llamadas Barras Bravas. Hasta se lo podría considerar como sinónimo dada la larga y lamentable historia de hechos aberrantes, gran parte de ellos con muertes incluidas.

Jugadores de Estudiantes de la Plata y Gimnasia y Esgrima en el estadio José María Minella de Mar del Plata, Argentina, el 31 de enero de 2016 (NA/AFP | -)
Jugadores de Estudiantes de la Plata y Gimnasia y Esgrima en el estadio José María Minella de Mar del Plata, Argentina, el 31 de enero de 2016 (NA/AFP | -)

Jamás se hizo nada para controlarlos y la “solución” fue la prohibición de ir a los estadios a las hinchadas del equipo visitante. Eso y esconder la basura debajo de la alfombra es más o menos lo mismo.

Sin la intervención de las autoridades pertinentes ni la colaboración de la dirigencia, el problema está estancado y sin vías de solución.

Lo que jamás nadie pudo haber imaginado es que hoy el fútbol argentino trasladó el problema de la violencia de afuera hacia adentro. Hoy ya no sólo se sufre con los Barras Bravas, ahora los propios jugadores han “adoptado” una actitud provocadora, de furia y agresión que traspasó los límites de lo tolerable.

Compañeros de profesión, colegas que viven del fútbol se golpean y maltratan a mansalva sin ningún reparo. Transmiten un estado de ensañamiento difícil de aceptar sólo porque enfrente ese mismo colega luce otro color de camiseta, sea cual sea.

A tal punto se llegó que futbolistas de experiencia, con años en la elite del fútbol europeo han caído en las redes del asunto.

Un ejemplo, tal vez el más recordado por la repercusión que tuvo su regreso al fútbol argentino, fue el de Carlos Tevez cuando quebró al juvenil Ezequiel Ham de Argentinos Juniors. Si bien a mi entender no fue con mala intención, la dureza de la jugada mereció una sanción de oficio ya que el juez en ese momento no lo expulsó.

Las muestras de violencia dentro de la cancha alcanzaron su punto más alto y alarmante en la última semana.

En el primer Superclásico del año Boca Juniors acabó con 8 jugadores. Más allá de los nombres las escenas vividas alcanzaron la calificación de inaceptables.

La dura entrada de Silva a Mercado, las provocaciones del Cata Díaz y Daniel Osvaldo a los hinchas de River, entre otras cosas, merecían ser castigadas con severidad.

Pero el punto más alto se vivió este fin de semana en Mar del Plata en el Clásico de La Plata entre Estudiantes y Gimnasia. Una vergüenza por donde se lo mire. La patada criminal del uruguayo Pereira a Oreja y la batalla campal posterior es una muestra cabal de que algo muy malo está sucediendo en el fútbol argentino.

Lo triste y lamentable es que ya no hay que preocuparse únicamente por los Barras Bravas del alambrado hacia afuera. Ahora hay que hacerlo con los Barras Bravas del alambrado para adentro.

Se necesitan medidas serias, suspensiones severas. Ahora son los propios futbolistas los que están matando al fútbol. Se están matando entre ellos mismos.

¿Así quieren que algún día vuelva todo a la normalidad y regresen las hinchadas visitantes? Imposible. Simple y sencillamente IMPOSIBLE.

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