Fernando Cáceres, una historia de vida conmovedora

El 1ro de noviembre de 2009 el exdefensor internacional argentino Fernando Cáceres, en un intento de robo, fue baleado gravemente en un ojo. Su vida pendía de un hilo. Durante meses estuvo al borde de la muerte.

Fernando Cáceres vistió la camiseta de River Plate entre 1991 y 1993, y tuvo un fugaz paso por el Xeneize en 1996.
Fernando Cáceres vistió la camiseta de River Plate entre 1991 y 1993, y tuvo un fugaz paso por el Xeneize en 1996.

A partir de ahí comenzó una recuperación lenta pero progresiva. Fueron años de sufrimiento, de voluntad, de ponerle el alma a la vida. Y lo logró.

 

"Esos chicos que me robaron, como todos los demás, deberían haber estado contenidos, porque ningún pibe nace chorro (ladrón). Tendrían que estar en una canchita o estudiando", dijo en 2012, cuando la silla de ruedas era el medio por el cual se movilizaba.

 "Lo que me pasó no se trata de una lotería, como algunos dicen, porque yo jamás compré un número y acá estoy. Mi castigo, hoy, es la silla de ruedas”, decía angustiado pero firme en sus convicciones, las que lo llevaron a que hoy haya comenzado a caminar.

El “Negro”, como se lo conoce en el mundo del fútbol, es un ejemplo de vida, de amar la vida, de darle la espalda a la desgracia por más que ese infortunado hecho lo acompañe por el resto de su existencia.

Hace un mes, en una entrevista que publicó el diario Clarín de Argentina, Cáceres manifestó que no guarda rencor, en otro ejemplo más de su grandeza, de su hombría de bien.

“Me dicen siempre: ¿Te preguntaste alguna vez por qué a mí? Y yo respondo: ¿Y por qué a mí no? Lo que pasó, pasó, y no puedo echar culpas. Quizá los chicos que me pegaron el tiro no encontraban otra salida. Quizá fueron a buscar durante la semana muchos trabajos y no los consiguieron. Entonces decidieron hacer algo que les quedaba mucho mejor. Ahí tal vez les hice un favor y aparecí yo. No hay rencor. Son cosas que suceden. Ya está”.

Hoy maneja una escuela de fútbol en Ciudad Evita, provincia de Buenos Aires, donde día a día cientos de jóvenes de entre 8 y 24 años concurren para escuchar sus consejos y aprenden. Aprenden que la vida es una sola y que no existen barreras para ser vivida, por más que tan brutal golpe casi se la quita.

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