¿Es justo el trato mediático y de aficionados a LeBron?

Mi respuesta es no. No lo es, al menos no como debería ser juzgado-calificado.

Si pensamos por un momento en todo lo que ha sido la vida de LeBron hasta este punto, definitivamente ha sido un tipo que ha jugado, la mayor parte del tiempo, contra todos los pronósticos.

Un chico de clase muy humilde, sin padre, con muchas carencias, de una ciudad industriosa y poco publicitada como Akron, eso sí, famosa décadas atrás por el auge de las empresas llanteras (Goodyear, Goodrich, etc), pero salvo eso, nada ordinario.

Algunos siguen cuestionando que sea un jugador que pasó de puberto preparatoriano a estrella de la NBA, pero eso conlleva mucha presión, más que la que puede o debe soportar un chico de 18 años. ¿Tenía James el talento para ser reclutado por alguna universidad de primer calibre, como, por ejemplo, Ohio State? Sí, pero en ese entonces la liga permitía que se reclutara a jugadores provenientes del high school y que estos brincaran directo al profesionalismo.

También había una parte de necesidad por saltarse la etapa colegial, pues, recordemos, James no gozaba de una boyante economía familiar, algo que, de haber incursionado en el básquet universitario, habría demorado que el dinero empezara a aparecer. La fama ya estaba ahí, pues imaginen cuán bueno creía ESPN que era LeBron para haber transmitido varios de sus partidos en St. Vincent-St. Marys, la prepa a la que pertenecía.



LeBron siempre dijo, y más lo dejó claro en sus inicios, que usaba el 23 como un tributo a su ídolo y la gran razón por la que se dedicó y le profesó un gran amor al basquetbol: Michael Jordan.

En alguna ocasión cometió lo que muchos llaman una osadía, al haber declarado que le gustaría ser como él o incluso superarlo, lo que los unidimensionales fanáticos jordanistas tomaron como ofensa y, desde entonces, las comparaciones sobre lo que iba haciendo respecto a los logros de MJ, se han convertido en una constante, hasta nuestros días, un debate que por increíble que parezca, ha hecho que la gente riña, asesine, discuta, termine amistades o sencillamente haga que puntos de vista se encuentren en extremos diferentes.

Pero, también pensemos un momento, ¿la grandeza se mide en títulos? Si la respuesta es sí, entonces Jordan no es ni siquiera el más grande, como sus recalcitrantes fanáticos lo piensan, un señor llamado Bill Russell lo sería entonces, con 11 campeonatos de la NBA, vamos, incluso Robert Horry, tiene uno más que MJ, ¿eso lo convierte en mejor jugador, el tener más títulos que Air Jordan?

Hay que definir primero cómo se mide la grandeza. Los récords en postemporada, las actuaciones, lo que un jugador provoca o le hace sentir al aficionado, parecen ser mejores criterios que remitirnos al frío y calculador dato de títulos ganados.



LeBron llegó en 2007 a disputar sus primeras Finales NBA, a una edad más temprana que Jordan, pero también con un equipo infinitesimalmente menos talentoso que los Bulls que arribaron a la contienda por el título contra los Lakers en 1991. Las primeras Finales NBA para LeBron sucedieron en su tercera campaña en la liga, para MJ, era su quinta.

El resultado fue el obvio, derrota para James y por barrida, triunfo para Jordan en cinco juegos ante un equipo con leyendas, pero en declive, aunque las condiciones en las que ambos llegaron a sus primeras NBA Finals eran completamente distintas.

Muchos etiquetan de traidor a LeBron por haberse ido a Miami, pero los dos campeonatos que obtuvo en el sur de Florida fueron el mejor argumento para decirle a los detractores que estaba en lo cierto.

Es verdad, el modo en el que lo hizo, con un programa que le propuso ESPN (una de las cadenas que se ha encargado de fomentar el debate sobre quién de los dos es mejor), no fue el indicado, algo que más tarde reconocería y por lo cual se disculpó.

Los jordanistas creen que el hecho de que Jordan haya ganado todos sus títulos en Chicago, lo hace más digno aún, aunque casi nunca reconocen que sin Scottie Pippen lo hubiera logrado. Al final de su carrera, tuvo que jugar con los Wizards de Washington, y muchos creen que lo hizo sólo por amor al juego, porque ya no tenía nada qué probar, pero sinceramente no llegó lejos. Pudo haber sido la edad, pero también que volvió a jugar en un equipo con talento promedio, como los que tuvo la mayor parte del tiempo LeBron.

Cuando James ganó su primer título, ante Oklahoma City en 2012, se quitó un gran peso de encima, probó las mieles de un campeonato y supo por fin lo que esa sensación significaba, ganaría un segundo ante San Antonio, cobrando esa vieja afrenta de 2007 y aún así, los críticos y extremistas jordanistas, seguían diciendo que seis son más que dos. En la ecuación numérica, así es, pero en términos cualitativos, no existe derecho alguno a restar o minimizar el mérito de otros.



El regreso a Cleveland fue la nota que conmocionó a la NBA durante el verano pasado. Conjeturas, preguntas, suposiciones, todo brotó. Las dudas se generaban en torno a cuán lejos llegaría este equipo, si el dueño de los Cavs, Dan Gilbert, y LeBron finalmente harían las paces tras una ruptura cruenta, si James y sus nuevos compañeros funcionarían, si habría química con el nuevo y debutante entrenador en la NBA, David Blatt, quien pese al gran cartel internacional que lo secundaba, en la NBA no había ganado nada.

Y el comienzo fue tortuoso para los Cavaliers, porque nada parecía estar funcionando. Sin las victorias esperadas, sin química entre jugadores, entre LeBron y Blatt, las críticas, la presión y todo lo negativo empezó a acumularse.

Pero llegó una gira a Los Ángeles, y el entrenador empleó una estrategia fuera de la duela para intentar revertir las cosas, y lo logró. ¿De qué se trató? Una escapada al boliche, a partir de ese momento, Cleveland jugó a su máxima potencia y todo cambió, para bien, fueron el mejor equipo de la NBA tras el Juego de Estrellas.

LeBron y sus Cavs regresan a las Finales, pero a diferencia de 2007, en esta ocasión, hay un James en plenitud de madurez, con un mejor elenco que el de hace ocho años y aunque podrían enfrentarse a un equipo que es una auténtica amenaza, con diversas clases de veneno para atacar, Cleveland es un serio aspirante al título y de conseguirlo, LeBron quizás convenza a más seguidores de que es un fuera de serie y el trato hacia él empiece a cambiar, y éste sea más justo, ecuánime.