La respuesta final de AI

A los 38 años, el recuerdo de aquella fiesta que terminó en golpiza a principios de los 90 (1993), en un boliche en el estado de Virginia, de donde es originario, que le generó una mala fama a Allen Iverson, incluso con problemas legales, pues incluso pasó cuatro meses en una correccional, aunque le fue otorgado un perdón por falta de evidencias. Todo eso parece la vida de alguien más, una difusa remembranza. Para mayores detalles, buscar el documental No crossover: The trial of Allen Iverson.

Pero referirse a AI o The Answer (La Respuesta), sus apodos, es hablar de un jugador que trae tantas cosas a la mente que ahora que se retira oficialmente, cuesta trabajo agrupar debidamente los recuerdos que deja uno de los basquetbolistas más electrizantes de todos los tiempos. Ver un juego de Iverson era como abrir un Kinder Sorpresa, porque jamás sabías qué esperar. Podía sorprenderte con cualquier cosa, literalmente.

Enlistado con una estatura de 1,81 metros, Iverson jamás lució en desventaja pese a tener ese hándicap en contra. Nunca tuvo miedo, jamás evadió un reto, iba de frente en todas y cada una de las jugadas que tuvo oportunidad de hacer en una carrera de 14 temporadas en la Liga. Siempre halló la manera de salirse con la suya, de ganar, no importando quién le salía al paso o quién tratara de intimidarlo. AI se doblaba, pero no se rompía.

Su estrafalaria manera de vestir era uno de sus más grandes sellos. La NBA comenzó a determinar el uso de un código de vestimenta para que los jugadores aparecieran presentables ante el público y los medios de comunicación en 2005. AI dijo que el código de vestimenta no le permitía ser quien era, porque no lo dejaba expresarse libremente.

A decir verdad, jamás cambió, incluso en la noche inaugural en la Wells Fargo Arena, cuando la noche en la apertura de los Sixers le rindió pleitesía a uno de sus más grandes íconos. El atuendo que va más acorde a un cantante de Hip Hop, pantalones holgados, una gorra colocada de forma poco ortodoxa, cadenas ostentosas y arracadas exuberantes. Ese es Iverson fuera de una duela.

El lugar común de la conversación: se fue sin un solo título. Es cierto, si uno revisas sus números, lo que hay son 24 mi 368 puntos, 5 mil 624 asistencias, 941 partidos jugados en la NBA, además de otros 71 de Playoffs. Pero, ¿cómo exigirle un título a Iverson cuando prácticamente llevó solo a los Sixers a aquellas Finales contra los Lakers en 2001 si sus mejores aliados eran jugadores como Theo Ratliff, Aaron McKie, Eric Snow o los entonces vetustos Toni Kukoc y Dikembe Mutombo?

Ese año, Iverson promedió 31.1 puntos por partido, mientras que el compañero que le seguía a continuación en producción ofensiva en 2001 fue Ratliff con 12.1 unidades por juego, una diferencia abismal. Así se veía Iverson con respecto a sus compañeros, no parecía haber nadie a su nivel, en su sintonía y así, solo, es difícil acumular logros en un deporte de conjunto. Si hubiese contado con un Dwyane Wade o Scottie Pippen de cómplice, quién sabe cuáles habrían sido los alcances y logros de AI.

Además de jugar con Filadelfia, Iverson vistió la camiseta de otros equipos como Memphis, Denver y Detroit. Pudo haber vestido otras 15 distintas, pero el recuerdo que perdura de él es con ese número 3 de los Sixers.

El 30 de octubre de 2013, Iverson dijo que la pasión por el deporte permanecía intacta, pero el deseo y el fuego interno por jugarlo, se apagaron. Dijo adiós.

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Los dejamos con las mejores diez jugadas de todos los tiempos de Allen Iverson en la NBA, personaje que deja un hueco casi imposible de llenar

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