El regreso del Big Ticket a casa

Por Israel Germán

Desde que la NBA garantizó a la ciudad de Minneapolis con una franquicia en 1988, los Timberwolves, sinceramente los años mozos han sido muy pocos. Son muchísimos los jugadores que han desfilado por las filas del equipo, pero son muy contados los que han dejado una profunda huella.

Latrell Spreewell, Stephon Marbury, Christian Laettner, Kevin Love y Kevin Garnett podrían ocupar sin problemas el Olímpo en el estado de los 10 mil lagos, como se le conoce a Minnesota.

Pero muy probablemente, uno de los recuerdos más dulces que existe para un atribulado fanático de los Timberwolves, este data ya desde hace más de una década, cuando el equipo se adentró lo más profundo que ha llegado en toda su historia en la postemporada.

Nos referimos al Juego 7 de las Semifinales de la Conferencia del Oeste, cuando en 2004 derrotaron a los Kings de Sacramento para medirse a los todopoderosos Lakers de Los Ángeles, etapa en la que se quedarían atorados, pero esa serie ante los de la capital californiana, quedará para la posteridad, sobre todo con un juegazo del gran ídolo, Kevin Garnett.




La fecha límite de canjes, marcada esta temporada como el 19 de febrero, llevó y trajo a muchos jugadores a diversos destinos, pero quizás, por todo lo que significa, el movimiento que más resalta es el del propio Kevin Garnett regresando al lugar donde todo empezó, cuando a los 19 años, directo de la preparatoria, llegó en 1996 a Minnesota.

Ahora, en su campaña 20 en la NBA, en las postrimerías de su carrera, KG vuelve al equipo que le brindó la oportunidad de jugar en la liga y donde se convirtió en un auténtico ídolo, y es altamente probable que se retire como un Timberwolf. Pero más allá de ese honor en la parte final de una trayectoria muy digna que incluye 15 participaciones en el Juego de Estrellas, un campeonato en 2008 con los Celtics de Boston, nueve veces incluido en el equipo defensivo ideal y el Jugador Más Valioso de la liga en 2004; quizás lo llevan para comenzar a edificar una cultura ganadora, de la que él fue parte en ese equipo.

Las lesiones, el trajín de 20 años en la liga, el desgaste por los partidos y entrenamientos, el surgimiento de nuevas estrellas y la metamorfosis que ha sufrido el baloncesto en las últimas dos décadas, traen como resultado ver a un Garnett vetusto, lento, a veces inoperante, en ocasiones haciéndonos recordar su grandeza con chispazos ocasionales de lo que aún le queda de basquetbol, pero lo que nunca perderá, hasta el último minuto que pase sobre la duela, es su espíritu combativo, el rendirse jamás pasa por su cabeza.

Les compartimos las 10 mejores jugadas del Big Ticket mientras estuvo con Minnesota, en su primera etapa, una que siguen atesorando sus aficionados inevitablemente…