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Opinión: Tropezar nueve veces en la misma piedra

Nueve técnicos en doce años como presidente son demasiados, pero lo cierto es que hasta ahora, Florentino Pérez podría haber tenido algo de razón al echar a cada uno de los ocho técnicos que precedieron a Carlo Ancelotti.

Aunque el caso de Del Bosque es debatible, es cierto que las figuras del equipo habían sufrido cierto acomodo --efecto que acabó por llevarse al presidente por delante tres años después-- y de ahí que piense que incluso en ese momento, la salida del salmantino podría estar justificada.

Igual lo estuvieron la de Queiroz o Pellegrini, y obviamente las de Luxemburgo y López Caro. Qué decir de la de Mourinho, después de la marea que trajo consigo en los tres años que estuvo en el club. Las de Camacho y Mariano García Remón quedan más en el tintero como decisiones personales de ambos técnicos.

Pero la destitutición de Ancelotti no tiene ni pies ni cabeza, y Florentino Pérez vuelve a tropezar en la misma piedra.

Cierto es que el italiano no ha levantado ningún trofeo, pero al final de cuentas, hay tres grandes títulos cada año, y sólo uno o dos o tres equipos pueden ganarlos. ¿Quiere decir esto que el resto de entrenadores deben ser sacrificados?

No. Para un hombre de negocios como el señor Pérez, la estrategia debería estar por encima de cualquier inmediatez que traiga consigo el destino. Cuando el club está además sin cabeza visible de proyecto, sin un director deportivo que marque las pautas, echar a un entrenador con contrato en vigor, que ganó cuatro títulos en 2014 --el último hace apenas cinco meses--, y que tenía la confianza absoluta de la plantilla, no tiene ningún sentido.

Florentino Pérez ha vuelto a comportarse como un niño caprichoso. No tiene director deportivo porque piensa que nadie mejor que él puede trazar la estrategia de la entidad, y desecha entrenadores sin cesar porque para él deben ser simples ejecutores de instrucciones llegadas desde arriba.

Con Carlo Ancelotti se va un caballero que, ante todo, ha traido la calma de nuevo al Bernabéu. Se encontró una jaula de grillos y se va dejando una balsa de aceite donde, más allá de no haber conseguido un sólo título este año, se ha peleado y sudado hasta el último momento. El equipo se quedó a un gol de la final de Champions y a dos puntos del título de Liga. Cabe recordar que Mourinho se fue tirando la Copa del Rey --sus problemas con Pepe le llevaron a alinear a Albiol ante Diego Costa y Falcao en la final-- y quedando 15 puntos por detrás del Barça de Tito Vilanova.

Llegará Benítez la semana que viene, y con él un nuevo método, mano de hierro, y muchas ideas e ilusiones. Habrá que volver a acomodar la plantilla a su gusto --¿le interesará Danilo? ¿Y De Gea?-- y esperamos con ansia su "saber estar" ante la primera pataleta de Cristiano, de Bale o del propio presidente Pérez. Al fin y al cabo, haga lo que haga Benítez, su futuro podría perfectamente estar lejos del Real Madrid en 18 meses.

Porque Pérez sigue sin dar su brazo a torcer, sigue sin dejar de entrometerse en el día a día del equipo --aquello de "pregúntenle a Valdano" de su primera etapa está ya olvidado-- y sigue con su idea de hacer grande al Real Madrid a base de fichajes estruendosos en lugar de intentar montar una estructura sólida. Su cabezonería ha retrasado al equipo en el tiempo, y ha conseguido convertir al mejor club del siglo XX en uno incapaz de sostenerse de manera controlada durante el siglo XXI.

Son nueve veces tropezando en la misma piedra ya. Más pronto que tarde serán diez.