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De cuando las mujeres no podían correr maratones

Es difícil recordar que no hace mucho tiempo, ser una mujer corriendo Boston era un acto revolucionario. En abril 17 de 1972, Nina Kuscsik ganaba la primera carrera oficial que incluía la categoría femenina. Fue una de las nueve mujeres registradas y lo hizo en un tiempo de 3:10:26.

Para Kucsik y otras corredoras fue una hazaña siquiera llegar a la línea de salida. Cinco años antes, una estudiante de periodismo de la Universidad de Syracuse, Kathrine Switzer, desafió las reglas y se registró para la carrera usando solo sus iniciales (había otras mujeres que participaban en la ruta sin número). Pasando la milla 4, un oficial de la carrera se metió en el trayecto y, de acuerdo con Switzer gritó, "Lárgate de mi carrera y dame esos números". Pero Switzer siguió corriendo, en parte gracias a la intervención de su novio y de su entrenador. La fotografía de la confrontación se convirtió rápidamente en un símbolo del movimiento de los derechos de la mujer. Switzer terminó en 4 horas y 20 minutos. Para 1975, volvió a correr Boston, con el aval de los organizadores, y logró un récord personal de 2:51:37.

Ahora parecen lejanos aquellos tiempos en los que las mujeres eran excluídas de maratones sop retexto de que sus cuerpos no soportaban el rigor de una carrera. Mujeres como Switzer y Kucsik probaron lo contrario, y desde entonces nos contamos entre millones aquellas que cruzamos la línea de meta de los 42.195 kilómetros.

Hoy el podium estará entre las top cuatro del año pasado: Rita Jeptoo (Kenia), Meseret Hailu (Etiopía), Sharon Cherop (Kenia) y la local, Shalane Flanagan, además del esperado debut en Boston de la etíope Mare Dibaba, quien tiene un récord personal sub 2:20. Ahí estarán las elite, pero también todas aquellas Jennifers, Eugenias, Verónicas, Adrianas, Alejandras, Sarahs y Amys... cruzando la línea final, con récords personales para llevarse la histórica medalla del unicornio, en una edición 118 que sabe diferente a todas las anteriores.