Antiglamour en Sochi 2014

Conforme vayan viendo las imágenes de Sochi que circulan en la web, lo rusos no sabrán si reír o llorar. Eso sí, con certeza les provocarán un inmenso deseo de jalarles las orejas a sus autoridades, insensibles e ignorantes de que las Olimpiadas son una fiesta de gala, una oportunidad para agasajar los sentidos, ofrecer a los convidados una experiencia memorable.

Es elemental. Cuando se trata de halagar a los invitados hay que pensar en sus necesidades y costumbres, cuidar los detalles, que se sientan mejor que en sus casas, que vivan momentos fascinantes que les despierten el deseo de volver.

Ya eran suficientes las dudas sembradas por las amenazas terroristas, los ataques homofóbicos y las tensiones diplomáticas en torno de Rusia y los XXII Juegos Olímpicos de Invierno como para alargar la lista con una infraestructura hotelera deficiente, calles llenas de basura, cables sueltos, alcantarillas descubiertas y agua de dudosa calidad, entre muchas otras contrariedades.

Y esas autoridades todo lo niegan o desestiman. Bueno, si el ingenuo alcalde de Sochi, Anatoly Pakhomov, se atrevió a afirmar que allí no existe la homosexualidad, seguro dirá que son falsos o mal intencionados los reportes de comunicadores y turistas que, vía las redes sociales, han puesto en vitrina las evidencias de que la ciudad olímpica no tiene la categoría para albergar un evento de tal magnitud.

¿Que se les está buscando con lupa? ¡Claro! Pues ¡qué esperaban? Autoridades y prestadores de servicios rusos tenían la obligación de cuidar los detalles. Se trataba de enamorar al mundo, no de ahuyentarlo. Y las imágenes no mienten.

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