En defensa de Fernando Torres

Amparándose en su reciente escasez goleadora, muchas voces están mostrándose muy críticas con la labor del número 9 del Atlético de Madrid, olvidando injustamente el resto de su aportación al equipo.

En defensa de Fernando Torres

Auténticas multitudes se agolparon en el Vicente Calderón para las presentaciones de los grandes futbolistas fichados (y muchas veces malvendidos) en los últimos años. Media Colombia se sentó en las gradas el día que llegó Falcao. Casi los mismos que vinieron este mismo verano a ver a Jackson Martínez. Las puestas de largo de Villa, Griezmann o Mandzukic también fueron muy seguidas.

Sin embargo, ninguna se acercó, ni de lejos, a la de Fernando Torres. En su vuelta a casa, siete años y medio después de su salida, consiguió que 45.000 personas acudieran al campo para verle de nuevo vestido de rojiblanco. Hay partidos de competición oficial en los que no se alcanza ni de lejos semejante cifra.

El fervor popular ya da una idea de lo importante que es el Niño para la parroquia colchonera. Torres no es sólo un excelente delantero centro de palmarés nutrido y experiencia contrastada. En la mitad colchonera de Madrid es todo un mito, un referente para la hinchada que despierta una devoción comparable a la del mismísimo Simeone.

No sólo porque se le considera "uno de los nuestros", la prolongación de la afición sobre el césped. No sólo por su estratosférico rendimiento de juventud, cuando, rodeado de medianías, sostuvo al equipo casi en solitario durante años de mediocridad que hoy parecen olvidados pero no fueron hace tanto. No sólo porque, aun habiéndose ido, harto de que una gestión calamitosa y delictiva no fuera capaz de montar un equipo a su altura, no paraba de enviar una y otra vez muestras de sentimiento rojiblanco.

Torres, uno de los delanteros con mejor reputación del mundo (si bien, justo es reconocerlo, en horas bajas tras numerosas lesiones), no tuvo reparos en volver al Atlético aun sabiendo que su pedigrí y su historial no le iban a valer de nada. Llegaba como recambio para los titulares y tendría que sudar tinta si quería hacerse con un hueco en el once.

A él no se le cayeron los anillos por ese rol secundario, tan necesario en un equipo de exigencia física brutal como el del Cholo, y se esfuerza al máximo cada vez que tiene ocasión. Por tanto, como tal hay que exigirle. Nadie esperaba que se convirtiera en un salvador milagroso, que por sí solo garantizara la conquista de títulos. En el fútbol actual sólo Messi y pocos más tienen esas cualidades, y de todas formas al sistema del Atleti, en el que se sigue a rajatabla la estrofa del himno "porque luchan como hermanos defendiendo sus colores", tampoco le viene bien depender en exclusiva del brillo de la estrella de turno.

Además, desde el punto de vista estrictamente futbolístico, su aportación no puede ser ninguneada y reducida al número de goles marcados. Cierto es que para un delantero el registro de tantos propios es importante, pero lo que jamás se debe olvidar es que el fútbol es un deporte de equipo. Se pueden hacer partidos fantásticos y no ver portería, pero sí colaborar para que lo hagan otros y se alcance la victoria.

El reciente partido de Champions contra el Galatasaray es un ejemplo perfecto. El fuenlabreño no consiguió el esperadísimo gol número 100 de rojiblanco. Pero no paró de presionar, de tirar desmarques, de abrir huecos en la defensa propiciando numerosísimas ocasiones, de ofrecerse a sus compañeros, de dar buenos pases y de participar activamente en todas las ofensivas. Sin su concurso la victoria a lo mejor hubiera llegado también, pero habría sido mucho más sufrida.

No es, ni mucho menos, un caso aislado. Podrá estar más o menos acertado, pero jamás, desde que aterrizó en Barajas el pasado mes de enero, ha escatimado una sola gota de sudor. Y eso a pesar de que, durante algunas fases de la presente temporada, el Atlético llegó a recordar sospechosamente al de sus tiempos jóvenes, cuando el centro del campo brillaba por su ausencia y era el entonces capitán el que tenía que retroceder cuarenta metros para intentar que la pelota llegara al área rival. Es quizás este uno de los motivos de que a día de hoy su cuenta no sea tan abultada como sus detractores pretenden.

En definitiva, Torres es a día de hoy imprescindible en el Atlético. Así lo acreditan su condición de ídolo (fundamental en un equipo con una hinchada tan calurosa), su inquebrantable profesionalidad y sus cualidades futbolísticas. Añadiendo a esto que ninguno de sus competidores por el puesto (fundamentalmente Jackson y Vietto) han demostrado estar a mejor nivel, su concurso se antoja fundamental para que el actual segundo clasificado de la liga continúe en su camino hacia el éxito. Si sus detractores quieren el bien del equipo, no sería mala idea que se lo replantearan.

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