Qué hubiera pasado si...

Era un gigante con alma de pibe; un provinciano con ansias de mundo; un proyecto de deportista que sin embargo aún no había descubierto cuál sería esa disciplina a la que volcaría su esfuerzo y su vida. Sebastián Abreu, un adolescente que frisaba los 17, 1,93 metros de altura, oriundo de la ciudad de Minas, practicaba básquet, vóley y fútbol. Se destacaba en los tres deportes, sus aptitudes físicas lo convertían en un privilegiado. Sólo le hacía falta una seña del destino para optar por algunas de esas tres bifurcaciones que contemplaba su camino de atleta. Y el guiño, como a todos los que triunfan, un día le llegó.

El uruguayo fue convocado para una preselección de básquet; se estaba formando la Sub 17 uruguaya. Entrenó durante algunos días con el resto de los seleccionados, pero una noche, ¿destino o casualidad?, se escapó del campus junto a otro compañero apodado el Víbora. Los futuros basquetbolistas se fueron al baile más cercano, creyendo que nadie advertiría ese acto de indisciplina. Se equivocaron. Al siguiente día, cuando el entrenador debía definir la lista de los seleccionados, le indicó a Sebastián que quedaba desafectado por haberse fugado de la concentración. Su amigo, el Víbora, corrió con mejor suerte, el rumor de la milonga furtiva no lo implicaba.

Abreu volvió a su ciudad y al poco tiempo le llegó una nueva citación para comenzar a entrenar con otro combinado uruguayo, pero el de fútbol. Jugó para su país el Sudamericano Sub 17 en el que se destacó, convirtió un par de goles y esa carta de presentación en el mundo del fútbol le valió el interés de Defensor Sporting, el prestigioso equipo de la Primera división del fútbol charrúa que decidió comprar su pase.

El delantero se mudó a Montevideo, realizó las divisiones inferiores y al poco tiempo debutó en la máxima categoría. El resto de la película de su vida es historia conocida, está en los archivos de televisión. Triunfó en el fútbol argentino, jugó varios años en Europa (se destaca su paso por el Deportivo La Coruña), anduvo por México y, su conquista más preciada, se convirtió en un símbolo de la selección de su país. Con la Celeste consiguió la Copa América Argentina 2011 y el inolvidable cuarto puesto en el Mundial de Sudáfrica, que lo tuvo como protagonista de una de las jugadas más emocionantes de la historia del fútbol (ver video).

Las carreras de los ídolos se forjan con preguntas sin respuestas, pero… ¿Qué hubiera pasado si Abreu no se iba de farra? ¿Qué hubiera pasado si en vez de a él descubrían a su amigo?