El ocaso de Oscar Pistorius: del cielo al barro en cuatro disparos

Una noche de furia decidió la muerte de una joven modelo y el "entierro en vida" de su pareja, quien hasta allí era una leyenda, un ejemplo de superación arrasador. Los cuatro disparos a quemarropas que Oscar Pistorius le propinó a su novia, Reeva Steenkamp, conmocionaron no sólo a Sudáfrica -de donde ambos eran oriundos- sino a todo el mundo. Las personas que, de a poco, iban conociendo la noticia, demoraban algunos minutos en comprender lo que había sucedido. Aun después de entenderlo, no se hacía sencillo asimilarlo.

¿Qué fue lo que ocurrió con Pistorius, que había superado cuanto obstáculo se le cruzó en la vida y parecía tenerlo todo? ¿Qué faceta desconocida llevó al atleta a esta atrocidad? Nacido sin peronés en 1986, en Johannesburgo, fue sometido a una operación para amputarle las piernas de las rodillas hacia abajo cuando apenas tenía 11 meses. Con las prótesis que le colocaron aprendió a caminar, luego a correr. Practicó varios deportes, desde waterpolo hasta boxeo; pero una lesión jugando al rugby, cuando tenía 16 años, lo convenció de que el atletismo, una disciplina –a priori- sin demasiado roce, era para él.

Pistorius, en Londres 2012. 
Pistorius, en Londres 2012. 

Quien fuera su entrenador en el colegio siempre recuerda que demoró seis meses en darse cuenta que Pistorius corría con prótesis, debido a que siempre vestía pantalones largos y hacía todo al mismo ritmo –o incluso más rápido- que sus compañeros. Enseguida, comenzó a batir todos los récords nacionales e internacionales. Dominó ampliamente las pruebas que disputó en los Juegos Paralímpicos, con seis medallas doradas entre 2004 y 2012. Sin embargo, no se conformaba. Quiso medirse con atletas "convencionales" pero la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) se lo negó, alegando que las láminas de carbono que usaba para sustituir las piernas le daban cierta ventaja sobre sus competidores. Finalmente, el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS) desestimó el veto de la IAAF y Pistorius pudo medirse con los atletas de élite, como siempre lo soñó. El mundo entero lo apoyaba, gozaba y sufría con él.

“Blade Runner” fue el primer atleta amputado en disputar el Mundial de Atletismo en Daegu, Corea del Sur, en 2011, donde alcanzó una festejadísima medalla plateada en el relevo de 4x400. Un año después, hizo historia alcanzando semifinales y finales en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Ese año fue una de las 100 personas más influyentes del mundo, según la selección que lleva a cabo anualmente la revista Time. Nike y otras marcas lo eligieron como su cara visible… y no era para menos.

Pistorius, en la revista Time, después de la condena. 
Pistorius, en la revista Time, después de la condena. 

Sin embargo, las proezas de Pistorius en la pista y su imagen 100% positiva se fueron por un caño el 14 de febrero de 2013 (Día de los Enamorados, incluso en Sudáfrica), cuando se conoció la noticia de que el atleta sudafricano había asesinado a balazos a Steenkamp, su pareja de 29 años, en la casa que el velocista tenía en Pretoria. Ella era una modelo nacida en Ciudad del Cabo, que se definía en sus redes sociales como “una criatura de Dios”.

Un conmocionado Pistorius llegaba a los tribunales tiempo después, para presentar su desesperado descargo. “No dije que no lo hiciera. Dije que no lo hice de forma deliberada. Esa es la verdad de lo que pasó”, repitió varias veces el deportista en su presentación. Según su versión, esa noche se levantó de la cama para buscar unos ventiladores y llevarlos hasta la habitación. En ese momento, escuchó ruidos en el baño y sintió que se trataba de un intruso que se preparaba para agredirlo. Enseguida, agarró el arma que guardaba junto a su cama, sin advertir si su novia estaba o no en el dormitorio, debido a la oscuridad. Caminó por el pasillo, gritándole a Steenkamp para que despierte y de aviso a la policía. En ese momento, disparó.

Apenas unos segundos demoró el atleta para constatar que no era un ladrón el abatido, sino su propia novia. Fue en ese momento que pidió ayuda a los vecinos. “Estaba aterrorizado por el ruido en el baño… simplemente estaba tratando de proteger a Reeva”, se defendió el velocista. “Puedo prometer que ella se sentía amada cuando se fue a la cama aquella noche”, agregó, soltando algunas lágrimas.

Pistorius y Reeva, juntos. 
Pistorius y Reeva, juntos. 

El fiscal, sin embargo, tenía otra versión y poco se importó con el llanto del deportista. Según el magistrado, la mujer corrió para refugiarse en el baño, tras una brutal discusión. Varios testigos corroboran que escucharon gritos de Steenkamp, antes de la hora de su muerte. Desechando la historia narrada por Pistorius, el fiscal cuestionó al atleta por no haber corroborado dónde estaba su novia antes de tirar, por qué se acercó a una zona de peligro “si estaba en sus muñones”, por qué su pareja no le respondería cuando éste comenzó a gritarle y, por último, por qué un intruso con intenciones de robarle o hacerle daño se escondería en el baño.

La jueza Thokozile Masipe lo condenó a cinco años de prisión tras un juicio que había arrancado el 3 de marzo de 2014 y que concluyó el 12 de septiembre del mismo año con un veredicto de culpabilidad por homicidio involuntario que le libró de la cadena perpetua. El 19 de octubre de 2015, tras haber cumplido 12 meses de condena, Pistorius abandonó la prisión Mampuru II de Ciudad del Cabo por buen comportamiento, para continuar con el resto de su condena bajo arresto domiciliario en la mansión que su tío Arnold tiene en Pretoria.

Pistorius, juzgado. 
Pistorius, juzgado. 

 

No obstante, esta última sentencia fue revocada y Pistorius conocerá su pena definitiva entre el 13 y el 17 de junio próximos, según se supo en las últimas horas. De acuerdo con lo que prevé la ley sudafricana para el delito de asesinato, el atleta podría recibir un mínimo de 15 años, aunque el tribunal podría atenuar la sentencia tras haber cumplido el velocista un año de su condena.

Mientras tanto, Pistorius pasa los días vigilado. La casona del tío Arnold se convirtió en su única pista y sus sueños no pueden volar más allá de 20 kilómetros a la redonda, que es todo lo que le permite su libertad condicional. El chip electrónico, aquel que medía sus increíbles récords en momentos mucho más felices, hoy lo mantiene como rehén, cautivo de una pequeña esperanza y preso de un recuerdo aturdidor, ese que lo llevó de la gloria al barro en sólo cuatro estallidos.

 

Así recreó la versión de Pistorius la televisión sudafricana:

Pistorius en los Juegos Olímpicos 2012 (completo):

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