El emotivo abrazo de Florenzi con su abuela en la grada del Olímpico

Es sabido que en Roma todo es excesivo. La majestuosidad de los monumentos, la densidad del tráfico, las personalidades calientes hasta el extremo y, por supuesto, la pasión por el fútbol. Solo con esto en mente, teniendo en cuenta la combinación explosiva que puede resultar de mezclar todos esos ingredientes en el cuerpo de un chico de barrio con talento para la pelotita, se puede entender el gesto de Alessandro Florenzi ayer en el Olímpico. Su abuela, de 82 años y que nunca había ido al campo, se presentó ayer con una condición: si acudía, su nieto tenía que saludarla. Y la señora Aurora vio cumplido su deseo con creces.

Florenzi hizo las cosas como se hacen en Vitinia, el barrio al sur de Roma en el que comenzó a cincelar su talento futbolístico. Con naturalidad. Marcó el 2-0 frente al Cagliari con un derechazo potente y se fue directo hacia el fondo. Ni festejos estúpidos ni besos al escudo, tan solo un abrazo sincero a la ‘nonna’ que se había cruzado la ciudad para verle. Todo un gesto, todo un tipo Florenzi.

El árbitro, que suele entender entre poco y nada de fútbol, acabó amonestando a Florenzi, pero a esas alturas ya daba igual. El gesto comenzaba a dar la vuelta al mundo para enseñarnos que no todo en este fútbol de postal y anuncio está perdido. Que queda hueco para benditas anomalías como Florenzi.

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