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¿Qué hubiera pasado si Batistuta no se hubiera cruzado con Bielsa?

Gabriel Batistuta tenía 18 años cuando Jorge Griffa, emblema de las juveniles de Newell’s, decidió incorporarlo a ese club argentino. Dos meses antes había formalizado un noviazgo con una joven de su Reconquista natal, hoy su actual esposa. En lo único que pensaba era en terminar sus estudios en una escuela técnica de esa ciudad.

El delantero argentino Gabriel Batistuta, bloqueado por el nigeriano Michael Emenalo en un partido del Mundial, el 25 de junio de 1994 en Boston, Estados Unidos (AFP | Timothy A. Clary)
El delantero argentino Gabriel Batistuta, bloqueado por el nigeriano Michael Emenalo en un partido del Mundial, el 25 de junio de 1994 en Boston, Estados Unidos (AFP | Timothy A. Clary)

El llamado lo puso en una encrucijada. Abandonar su tierra, poner en riesgo ese noviazgo incipiente, por el oficio de futuro más incierto de todos. Lo meditó durante dos semanas. “Si esta chica me quiere, me va a querer hoy, mañana y el resto de mi vida”, recordó sus reflexiones en una entrevista concedida en 2006 al canal ESPN.

La novia no era lo único que el Bati dejaba. El desarraigo de la rutina de pueblerino incluía al equipo de sus pagos. “Entrenábamos dos veces por semana, si es que no llovía, y jugábamos los sábados”. A pesar de la decisión que había tomado, sospechaba que no estaba a altura del desafío.

Si Batistuta tenía dudas acerca de sí mismo, un tipo como Marcelo Bielsa no era lo más aconsejado para despejarlas.

La pensión de Newell´s no es lo que es ahora, un complejo modelo en cuanto a fútbol juvenil se refiere. El Bati fue a parar a una suerte de pabellón ubicado debajo de una de las tribunas del estadio. Un espacio frío y rellenado con cuchetas que no se destacaban precisamente por el lujo de su ropa de cama.

Decidido a volver al trabajo, el Loco rechazó varias propuestas de España y Sudamérica porque desea tener la oportunidad en la Premier League.
Decidido a volver al trabajo, el Loco rechazó varias propuestas de España y Sudamérica porque desea tener la oportunidad en la Premier League.

Enseguida tuvo la certeza de que se había equivocado. La primera mañana de entrenamiento quedó descolocado cuando sus compañeros recogían palos de escobas antes de saltar al campo de juego. Luego entendería la regla: Bielsa, que estaba a cargo del grupo de futbolistas próximos a dar el salto a la Primera, les hacía clavar esos palos en posiciones estratégicas de la cancha. Una simulación de estacas, que a su vez eran una simulación de jugadores adversarios.

Casi treinta años después, la prensa deportiva mundial recogería con asombro las postales de un entrenamiento del Athletic Bilbao en el que el rosarino y su cuerpo técnico utilizaron muñecos inflables en reemplazo de los oponentes. Las estacas y los muñecos especialmente diseñados dicen mucho acerca del progreso de su carrera como entrenador.

Al igual que Batistuta, él también había afrontado una decisión de peso en sus años de juventud. De encumbrada familia de abogados y profesionales, Marcelo se reveló ante los mandatos y a los 16 dejó su casa para irse a vivir a la pensión de Newell’s. Cuando su madre le preguntó los motivos de su partido, él respondió que tenía cosas que hacer. No quería ser doctor.

Diez años más tarde, tras un paso sin brillo por la Primera de ese equipo, se retiró. Se retiró con la idea fija de seguir dedicándose al fútbol. Invirtió en dos kioscos de diarios, negocio en el que fracasó porque lo único que hacía era dedicar el tiempo a conversar sobre este deporte.

Más tarde, convenció a un amigo para que juntos estudiaran educación física, y ocupó brevemente el cargo de entrenador de un equipo amateur que disputaba campeonatos universitarios. Entonces llamó a Griffa y le insistió para que le diera ese puesto en las juveniles de la Lepra que todavía ocupaba cuando a finales de los 80' Batistuta desembarcó en El Parque de la Independencia.

La primera indicación de Bielsa fue que bajara de peso. Como mínimo, cinco kilos. Batistuta tenía devoción por los alfajores. Pronto, el propio Marcelo comenzó a revisar las encomiendas que su familia le mandaba desde Reconquista para que no infringiera la regla. El ser humano es un adicto a la confianza en sí mismo. Busca en cualquier recoveco esa instancia anímica que lo impulse. Batistuta bajó de peso y, recién ahí, varios meses después de la salida de su pueblo, sintió que podía.

Gabriel Omar Batistuta
Gabriel Omar Batistuta

“Estábamos por empezar un entrenamiento cuando lo veo venir a Marcelo. Traía dos cajas de cartón en la mano. Me buscó, se me acercó, y tiró las cajas al pasto. Eran cajas de alfajores. ‘Ahora coma todos los que quiera’”.

Ninguno que haya pasado por sus manos olvida el rigor de sus métodos. Sergio Lunari, de destacada trayectoria por el fútbol argentino, chileno y mexicano entre otros, recuerda su etapa en las inferiores de Newell´s como algo traumático: “Bielsa te hería. Era muy duro y muy crítico con los errores”.

Su exigencia con el resto tenía correlato en su autoexigencia. Se sentía con derecho a criticar porque él mismo se tomaba el trabajo como nadie.

Griffa, una especie de pionero en las tareas de ojeador, quedó sorprendido cuando su ayudante le presentó un plan de reclutamiento que consistía en dividir el territorio argentino en setenta sectores que serían inspeccionados exhaustivamente en busca de talento. Bielsa trajinó el país entero a bordo de su Fiat 147. Era un obsesivo.

La historia deportiva de Mauricio Pochettino, hoy uno de los entrenadores más respetados de la Premier League, comenzó una noche en Murphy, una localidad santafesina de apenas cuatro mil habitantes.

Era la 1 de la madrugada cuando tocaron la puerta de su casa. Le explicaron a su madre que venían a ver a su hijo. Se habían enterado que juagaba bien, que tenía potencial, y, sobre todo, que otros clubes de la zona querían ficharlo. La mujer agotó las palabras para que desistieran. Bielsa, finalmente, la convenció para que al menos dejara que lo vieran. Entraron en la habitación y analizaron a Pochettino.

La reunión, ya de por sí patética, parecía terminada cuando Bielsa tuvo un gesto que expresa cabalmente su locura por el fútbol. Levantó las sábanas y destapó al joven. “Tiene piernas de futbolista”, dijo.

Batistuta reconoce que el Loco torció el rumbo de su biografía. En varias entrevistas, al ser consultado por los entrenadores que tuvo a lo largo de su carrera, el exdelantero de la Fiorentina les restó importancia a todos, “porque mi función, meter goles, no depende de ninguna indicación”, excepto a uno. “Marcelo fue el único que me marcó a fuego. Los otros no me importaban, sólo les hacía caso para que me pusieran”.

Muchos años después, volverían a encontrarse en la Selección argentina.

 

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