Culpables aunque se compruebe lo contrario

Los árbitros son los únicos personajes del fútbol que jamás saldrán como ganadores de la cancha. Siempre tendrán la guillotina de la prensa, la hinchada y a uno de los dos equipos culpándolos de su mala suerte.

El problema no es que el árbitro se equivoque, el problema es que el juez cometa errores groseros y tendenciosos, y que siempre esos errores terminen favoreciendo al equipo grande.

Hay jugadas en las que un ser humano entre un bosque de piernas no alcanza a sancionar de manera correcta, muchas veces los periodistas no terminan por ponerse de acuerdo después de ver diez repeticiones en cámara lenta desde diversos ángulos. Eso es entendible.

Lo que resulta imposible de entender es que Pepe siga atendiendo a su rivales como pacientes terminales, que Sergio Ramos reparta patadas y codazos arteros en la cara de los jueces y más tarde se burle de los críticos en su Twitter, que en Italia un juez de línea con visibilidad perfecta no valide un gol más grande que un estadio, que a Falcao le priven de marcar un gol cantado por un fuera de lugar que sólo pudo ver un línea que está jugando otro partido, que no le piten penal en contra al Barcelona por un puñetazo de Busquets al mejor estilo de su padre.

Nadie se explica que en Sudáfrica no se haya validado el gol de Inglaterra a Alemania y que se haya validado el de Argentina a México.

Podríamos llenar cien páginas con horrores arbitrales de este tipo que suceden cada fin de semana y que de manera singular siempre favorecen al Real Madrid, al Barcelona, al Milan o a la Juve, pero casi nunca favorecen al Atalanta, al Mallorca o al Osasuna.

A ver si la FIFA hace algo porque el fútbol no aguanta más, el globito se va a estallar de tanto apretarlo. El fútbol pide ayuda a gritos, los jueces necesitan algo de tecnología razonable, al menos para que los goles que son goles se validen.

La otra parte, la de los de negro jugando con la camiseta de los equipos grandes debajo de su uniforme es otro tema, mucho más complejo, mucho más tenebroso, mucho más mafioso.