El "padre" desconocido del gran Carlos Monzón

Por Alejandro Farffann
Enviado especial, Santa Fe. Argentina

MIRA LAS MEJORES FOTOS DEL CHIQUITO Y MONZÓN A TRAVÉS DE LOS AÑOS

Caminar por el mundo siguiendo la pelotita nos permite encontrar historias como la de Carlos el "Chiquito" Uleriche. Un hombre muy grande, de estatura y de corazón.

Uleriche es una institución de la ciudad de Santa Fe, dueño de un restaurante mítico en la costanera de la ciudad sabalera, justo frente a la playa del lago Setubal, que enmarca la parte más linda de esta pequeña ciudad de la Argentina. Don Carlos se acerca a los 80 años y hace medio siglo fundó su restaurante, llamado el Quincho - El bohío - de El Chiquito.

Su don de gentes y amabilidad le ganaron el respeto y el cariño de toda la ciudad y poco a poco su restaurante se convirtió en sitio obligado de las mayores personalidades nacionales e internacionales que visitan Santa Fe.

Pero la verdadera historia de Uleriche es la de su amistad con el más grande campeón mundial de boxeo que ha parido la Argentina y una leyenda del boxeo mundial, el gran Carlos Monzón.

Carlitos, hombre de origen muy humilde, encontró en la figura paternal de el "Chiquito" a la persona que junto al entrnador Amilcar Brusa, uno de los mejores amigos de Uleriche, guiaron su carrera y lo socorrieron en los peores momentos de una vida azarosa.

El restaurante del "Chiquito" se convirtió en el refugio de Monzón y los consejos de este buen hombre fueron un oasis entre las noches de alcohol, la violencia con su ex esposa y finalmente la cárcel. Como recuerda el mismo Uleriche, hasta le llevaba la comida a la prisión a Carlitos.

Nadie compartió la gloria de uno de los máximos campeones del boxeo mundial, ni conoció los demonios de un hombre atormentado, como Don Carlos el "Chiquito" Uleriche. Fue un padre, un amigo incondicional y Monzón se encargó de retornarle todo su cariño y agradecimiento mientras vivió.

Cuando venga a Santa Fe, pregunte por el Quincho de El Chiquito y siéntese a ver una parte viva de la historia del deporte mundial y con el halito de una amistad interminable rodeando el lugar en cada pared, aún después de la muerte de Monzón.