Tiro de larga distancia, una deuda mexicana en la actualidad

De 1994 a 2016 ha cambiado el futbol. Es más rápido, exige mayor condición física, demanda más sacrificio y muchos jugadores se ven en la obligación de ser polifuncionales ya sea por talento propio o necesidades del equipo. Hoy día podemos hablar de futbolistas mexicanos exportados al balompié europeo que ejemplifican lo anterior, además de que saben más sobre concepciones del juego y han depurado la técnica. Ahora bien, ¿cuántos tiradores de larga distancia tenemos en la Selección Nacional?

Dado que el representativo nacional debe contar con lo mejor de lo mejor, a menos que usted lector opine lo contrario, en el rubro cuestionado arriba carecemos de elementos. Los tiradores de larga distancia son un apartado descuidado, por ello me remonto a 1994, periodo en que México contó con tipos como Ignacio Ambriz, Alberto García Aspe, Joaquín del Olmo, Marcelino Bernal, Benjamín Galindo y Jorge Rodríguez, por mencionar algunos. Cañoneros o elegantes, pero todos ellos tenían la virtud de rematar desde afuera del área con balón quieto o en movimiento. Todavía más simple: le sacaban jugo a una herramienta que ha decrecido en su uso en el seleccionado mexicano.

Cuauhtémoc Blanco, Rafael Márquez, Ramón Morales y Pavel Pardo, son nombres de otra generación que aún apostó por pegarle al balón con dirección al arco desde lejos. En la actualidad, Andrés Guardado y Miguel Layún son dos que han mostrado interés por querer arriesgar y preservar el tiro de larga distancia como oportunidad de lastimar al rival.

Nótese cómo ha ido en descenso el número de tiradores. En un tono exagerado se puede argüir que la pegada de larga distancia, entre los nuestros, se extingue de forma paulatina como acción que posibilita el gol, no obstante, ateniéndonos a un aspecto positivo, permanece. Así sea en pocos botines, permanece.

Un día  México tuvo extraordinarios rematadores, había hasta para escoger. Ojalá ese día vuelva pronto.

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