Jorge Eliécer Julio: la medalla colombiana en la que pocos creyeron

Eliécer Julio
Eliécer Julio

En esta época de Juegos Olímpicos, es cuando comenzamos a recordar las historias que hay detrás de cada medalla. Hoy no puede ser la excepción y menos tratándose de uno de los más grandes deportistas Olímpicos colombianos de todos los tiempos: Jorge Eliécer Julio.

Nacido en el 4 de abril de 1968 en Aracataca, Municipio del Departamento del Magdalena colombiano, los primeros golpes que lanzó no fueron en un ring, fueron en las calurosas calles de Barranquilla cuando a la edad de 10 años, viajaban todos los fines de semana desde Luruaco para vender junto a su tío Arnulfo, pescado y frutas. Su tío lo llevaba a comprarlos al mercado público y Eliécer, como es conocido, cargaba una caja repleta de aguacates que no siempre lograba vender así caminara varios kilómetros. Era la manera que encontró de ayudar económicamente a su madre y a sus 4 hermanos, mientras alternaba esta actividad con sus estudios en el Colegio Marco Fidel Suárez.

Tres años después se independizó de su tío y comenzó él solo a vender pescado “Llevo mojarra, bocachico, lebranche”, gritaba el pequeño Eliécer cada mañana en lo que llamaba “los barrios de los ricos”. A sus 13 años y una familia que alimentar, es poco el tiempo que queda para pensar en algo más.

Un día su primo Fidel Bassa, quien poco después se convertiría en campeón mundial de boxeo de la AMB en la categoría Mosca, llegó con varios guantes de boxeo y todos sus primos menores, incluyendo a Eliécer, se los pusieron fascinados por la novedad. Organizaron unos combates y “Albertico” uno de los mayores, dio tal golpiza a Julio que este decidió aprender a boxear para no volver a hacer el ridículo. O como dice el mismo “pa´no dejarse volver a joder”.

Fue así como todos los muchachos comenzaron a asistir al gimnasio “Los campeones”, dirigidos por el entrenador Ernesto Ramírez (Q.E.P.D) y fue el mismo entrenador quién comenzó a darle un trato especial a Eliécer:Me dijo que tenía talento, por encima de mis primos y que yo había nacido para el boxeo”, comenta Eliécer quien hoy está radicado en Estados Unidos.

Después de varios meses de entrenamiento, el Presidente de la Federación colombiana de Boxeo, Alfredo Lamadrid y el entrenador más reconocido de toda la historia cafetera, Jorge García Beltrán (Q.E.P.D.), citaron a Julio primero para la Selección Atlántico y luego a la Selección Colombia. Torneos departamentales, nacionales e internacionales eran el mejor fogueo para el futuro medallista. A sus 19 años y decenas de peleas aficionadas a cuestas, Eliécer ganó el cupo para los Juegos Olímpicos de Seúl Corea, junto a Simón Morales Mejía.

Pero la penosa situación económica de Eliécer no cambiaba, hasta tal punto que estuvo cerca de declinar en la rama aficionada cuando le ofrecieron 50 mil pesos colombianos (17 usd en la actualidad) por una pelea profesional: “¿Estás loco? Le preguntó el periodista deportivo Estewil Quesada. “¿Cómo se te ocurre hacer eso? Espera después de Seúl, con la medalla que vas a ganar, te darán por lo menos 20 mil dólares”. Y menos mal para todos, una vez más Julio hizo caso.

Después de una excelente preparación financiada por patrocinadores privados y que se realizó con peleas de fogueo en Colombia, Argentina, Costa Rica, Guatemala, Venezuela, Cuba y México, los boxeadores recibieron una terrible noticia: El Comité Olímpico Colombiano –COC-, bajo la presidencia de Fidel Mendoza Carrasquilla, decidió no financiar el viaje de los pugilistas.

El periodista especializado José Marenco, afirma: “Yo estaba en la oficina de Billy Chams –empresario y manejador de boxeadores- cuando ingresa José Vargas que era el fiscal de la Liga de Boxeo y nos cuenta la noticia. Nos dijo incluso que había estado en Bogotá pero el presidente del COC había dicho que si queríamos ir tendríamos que acudir a la empresa privada. Yo lo entrevisté, emití la noticia e inmediatamente comenzamos la campaña”. Comenta el comunicador.

De esta manera se lograron conseguir los costos mínimos para el viaje solo para los dos boxeadores y el entrenador. Sin asistentes ni delegados.

Al salir de Barranquilla, el entrenador García Beltrán notó que estaban totalmente solos: ningún periodista ni ningún fanático fue a despedirlos al aeropuerto. “Tranquilo profe, afirmó Eliécer Julio. Hoy salimos por la puerta de atrás, pero cuando regresemos con la medalla no va a caber la gente en las calles”. Y sus palabras fueron proféticas.

Mientras toda la delegación colombiana se hospedaba en el prestigioso Hotel Tequendama de Bogotá, los representantes del boxeo lo hicieron en un modesto hostal de la capital. El Hotel Moreno, fue la base de operaciones de la delegación de boxeo lejos de toda comodidad.

Lo único en lo que colaboró el COC con los boxeadores fue el aporte de un profesional de la psicología, poco tiempo antes de la competencia, algo que al final terminó siendo fundamental: “Ese trabajo me ayudó a convencerme de lo que era capaz y a darme cuenta de mis posibilidades reales para conseguir una medalla”, afirma Eliécer Julio. El 4 de septiembre de 1988 la delegación colombiana partió para Seúl y en pleno vuelo se escuchaban las risotadas de los boxeadores, hasta que un directivo del COC se les acercó y les dijo groseramente:

-¡Silencio! Dejen dormir a nuestros medallistas.

A lo que Simón contestó apenas el hombre se fue:

“¡Qué va! Si las medallas de este avión van en el boxeo”.

 

A la hora de la competencia al entrenador Beltrán le tocó oficiar también de delegado y el boxeador que descansaba, hacía de asistente. Morales Mejía fue eliminado en la primera pelea, en fallo injusto antes un japonés y Eliécer Julio venció al filipino Michael Hermillosa, al puertorriqueño Felipe Nieves y al alemán René Breitdarth. La máquina de golpes colombiana estaba perfectamente aceitada y sorprendía al mundo del pugilismo con su impresionante técnica, velocidad y pegada.

Al mismo tiempo el resto de la delegación colombiana cumplía un triste papel y fue cuando los miembros del COC para salvar su responsabilidad, comenzaron a acercársele a Eliécer para brindarle apoyo: Le regalaron 500 usd, ofrecieron un delegado y hasta los uniformes de Colombia que no les habían dado ahora sí aparecieron. El 27 en Colombia Eliécer derrotó por decisión unánime al japonés Matsushima Katsuyoki y aseguró como mínimo bronce.

Luego vino el combate contra el búlgaro Alexander Hristov, que para los especialistas es uno de los más amañados en la historia del boxeo olímpico. Pocas horas antes del combate, un delegado mexicano se acercó a García Beltrán y a Julio y les dijo:

-       Ustedes no ganan hoy

-       ¿Qué qué? Contestó Julio

-       Ustedes, no ganan hoy repitió el directivo mexicano. Desde anoche lo acordaron así.

El colombiano dominó por completo en el cuadrilátero, hasta tal punto que en un solo round al búlgaro le hicieron 3 veces conteo de protección. Pero tal cuál fue como avisó el mexicano, el combate era imposible de ganar: en decisión dividida le quitaron la posibilidad a Eliécer de ir por la medalla de oro. Algunas teorías afirmar que las corrientes comunistas presionaron para que el europeo ostentara esa medalla de oro en un país que había tenido una tradición conflictiva en esa temática social y política, como Corea.

Para Colombia no importó y pocos días después llegó su nuevo héroe que esta vez sí fue mostrado por el COC como el deportista destacado de la delegación. Ahora sí hubo presupuesto para hoteles, regalos y entrevistas. Curiosamente Eliécer Julio pidió hospedarse en el mismo Hotel Moreno que los albergó en su preparación. El poco personal que allí laboraba no estaba acostumbrado a estas aglomeraciones de gente común, así como tampoco al desfile de periodistas y políticos que pasaban horas enteras en el mini lobby, esperando al medallista.

En un desfile multitudinario donde parecía que las calles de Bogotá no daban abasto para un alma más, Eliécer que venía en un carro de bomberos junto al entrenador Jorge García Beltrán, recordó aquellas palabras pronunciadas en la infinita soledad del anonimato:

-¿Si ve profe? Le dije que cuando regresáramos, no iba a caber la gente en las calles.

A lo que el viejo zorro contestaría sonriendo y con su mano derecha, haciendo la v de la victoria.

 

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