Favre, inmortal

Hace ya más de dos años que mi padre murió. No un solo hay día que transcurra desde entonces sin que yo lo recuerde, ya sea largo rato o por un breve lapso, pero no escapa a mi memoria el hombre que me enseñó a atarme los zapatos, entre otras cosas.

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Mi papá perfectamente pudo haber sido el perfecto ejemplo del villamelón, término usado en México para describir a alguien que en Estados Unidos podría conocerse como bandwagoner, un oportunista, que salta a donde los equipos están bien y se declara su fanático.

Pero no es que cambiara de equipo de un año a otro, me explico. Era un recalcitrante, empedernido y apasionado fanático de los Green Bay Packers, pero en específico de Brett Favre. Nunca lo vi tan conectado con ningún otro personaje del deporte que no fuera el 4 de los Empacadores.

Cuando Favre salió de Green Bay, también se fue el gusto de mi papá por ese equipo, siguió con sus preferencias al quarterback a los Vikingos de Minnesota y también a los Jets de Nueva York, y nunca perdió la esperanza de que algún día regresara a Lambeau Field, pero en ese intervalo, tenía un visible resentimiento por la organización de los Packers y detestaba a Aaron Rodgers, no le hizo mucha gracia que el quarterback con el 2 en la espalda se convirtiera en el sucesor y nuevo ídolo de Green Bay e incluso ganara un Super Bowl, mientras de manera paralela, la carrera de Favre se apagaba inevitablemente, hasta extinguirse para siempre.

Un regreso de Brett a Lambeau, para el efecto que fuera, hace unos cinco o cuatro años, parecía tan accesible como que Estados Unidos y Cuba reanudaran sus relaciones diplomáticas, es decir, poco viable. La relación entre ambas partes estaba quebrantada, y no parecía haber un interés mutuo por repararla.

Pero como dice Joaquín Sabina, el agua apaga al fuego y al ardor los años, y este distanciamiento fue recortándose, el desazón se disolvió y las condiciones empezaron a darse para que ocurriera una reconciliación.

El pasado sábado se materializó todo esto. Es prácticamente imposible que haya algún otro evento que no sea un partido de los Packers en Lambeau Field, aunque hace unas semanas hubo un concierto de música Country, de Kenny Chesney y Jason Aldean, dos de los nombres más grandes en este género musical, esa es la razón.

Una escena que de 1992 a 2007 se repitió de manera casi ininterrumpida, Favre saliendo por el túnel del vestidor de los Packers a la sagrada grama de Lambeau, ocurrió el pasado sábado. Una ovación de casi cinco minutos por parte de los fanáticos de Wisconsin dejaron sin habla y al borde de las lágrimas a Brett.

El presentador también jugó un papel muy importante, involucrando a los fanáticos para interactuar con el quarterback, quien se une a otros grandes de la franquicia como Bart Starr, Reggie White o Ray Nitschke, como parte de la pléyade de inmortales de los Packers, que se encuentra en el anillo del honor en Lambeau Field, pero Brett es pionero, porque es la primera vez que se retira un jersey, el 4, y jamás alguien que juegue para Green Bay podrá volver a usar ese número.

La ceremonia fue extremadamente sencilla, pero abrumadoramente halagadora para Favre, pues el estadio se llenó sin haber de por medio un juego de sus amados Packers, lo cual lo hace todavía más loable. Con una duración de 21 minutos, Favre no se cansó de agradecer a los aficionados por estar ahí, ovacionarlo y rendirle ese tributo, y recordarles que pese a haber jugado con otros equipos, nada se le compara con haber sido miembro de Green Bay.

Estoy completamente seguro que mi papá se habría puesto muy feliz hace meses de haberse enterado que ambas partes decidieron hacer las paces, algo que parecía muy lejano, casi impensable. Y del mismo modo, estoy casi seguro que de haber visto esa ceremonia, mi papá se habría sentido conmovido, emocionado y como quitándose un peso de encima, resolviendo un pendiente, porque a pesar de renegar de Green Bay, nunca, en el fondo, dejó de querer al equipo, porque no les perdonaba que Favre haya salido como lo hizo, por la puerta trasera, eso le indignaba sobremanera.

Hoy, desde donde esté, seguro que sabe que ese círculo se cerró y puede estar tranquilo, Brett Favre es Packer de nuevo, y lo será por siempre, como mi padre.