Bicho Del Buono y su curiosa vida: nunca manejó, hizo una escuela del valor de la hoja de ruta y fue elogiado como navegante por los grandes pilotos

Nunca manejó, pero todos los pilotos lo quisieron a su lado: Del Buono, para muchos, el mejor navegante de la historia
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“El español Luis Moya, el histórico compañero de Carlos Sainz, fue para mí el mejor navegante y el mejor ser humano que conocí en el Rally Mundial. El otro día, cuando se enteró de que había anunciado el retiro, me mandó un audio espectacular, ¿quéres escucharlo?”, pregunta Jorge Bicho Del Buono y despierta la curiosidad inmediata. “¡Bichito querido! Se retira el mejor cantador de notas de la historia del automovilismo”, dice con inconfundible acento coruñés quien fuera bicampeón del mundo, demostrando que la admiración es mutua. “Siempre le gustó lo que hacía, las pocas palabras que usaba y el énfasis que ponía”, explica el marplatense que este fin de semana recibirá en el Rally Mar y Sierras de Mar del Plata el homenaje a una trayectoria monumental.

Hablar de Jorge Del Buono es transitar todas las rutas del automovilismo, aunque él nunca se haya puesto al volante de un coche de carrera. “No me interesaba, manejar no era mi pasión”, cuenta. Hablar con Jorge Del Buono es sumergirse en un océano de anécdotas que abarcan todos los tiempos, porque para el hombre que fue partícipe del único triunfo de un binomio argentino en un Gran Premio de la Clase A del Mundial de Rally –aquella inolvidable victoria junto a Jorge Recalde en 1988–, todo comenzó cuando tenía 14 años y terminó hace apenas un par de semanas, en el Rally Legends de San Marino, cuando ya está a punto de cumplir los 76.

Jorge del Buono, junto al uruguayo Gustavo Trelles, piloto uruguayo de rally con el que marcó una época
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Jorge del Buono, junto al uruguayo Gustavo Trelles, piloto uruguayo de rally con el que marcó una época (Gentileza /)

–¿Me cuenta cómo fue la primera?

–Cosas del destino. Yo atendía el bar del club los jueves, cuando se reunían los muchachos. Un día se enteraron de que iba a faltarles uno para la carrera de regularidad en motoneta de ese fin de semana y me preguntaron si me animaba. No tenía ni cronómetro. Le hice un agujerito en las 12 a mi reloj y metí una pajita de escoba para frenar el segundero. En el momento que nos dieron la largada la saqué y pude medir bien el tiempo. Así empezó todo.

La última, bien fresquita, fue bien diferente. Una fiesta organizada al más alto nivel, con leyendas y autos de diferentes épocas en la que Del Buono viene participando desde hace varias ediciones junto a su compañero de las últimas décadas, el uruguayo Gustavo Trelles, con quien Del Buono compartió los títulos del mundo del Grupo N en 1996 y 97. Una fiesta sí, pero que no olvida su lado competitivo. “Hay 40 o 50 All Stars que van a divertirse, hacen trompos, no toman los tiempos... Nosotros corremos en serio, y estos dos años de pandemia se hicieron notar: al final me dolían todos los huesos. Físicamente ya no estoy, prefiero despedirme arriba y no dando lástima”. Por las dudas, y para cumplir con su afán competidor, en San Marino finalizó cuarto de la categoría Myth, después de remontar diez puestos el domingo.

Entre aquella de la moto y esta pasaron nada menos que 61 años. “Soy un agradecido a Dios. Tuve la suerte de ir siempre con grandes pilotos: Ernesto Soto, Carlos Garro, Lole Reutemann, y por supuesto con Jorge Recalde. Pero también con Ángel Di Nezio, Carlos Pascualini, Aldo Caldarella...la última en el país fue justo antes de la pandemia, en Claromecó con Eduardo Lonati, quedamos segundos. Y desde ya, toda la etapa con Gustavo Trelles. Pero además, el rally me dio la oportunidad de viajar y conocer. Soy un afortunado”.

Jorge del Buono, junto a otra leyenda del rally: Jorge Recalde
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Jorge del Buono, junto a otra leyenda del rally: Jorge Recalde (Gentileza/)

La suerte, en todo caso, no suele venir sola, hay que buscarla, y esto fue lo que hizo el Bicho Del Buono desde bien joven, prácticamente desde el día que, a sus 23 años, decidió dejar Mar del Plata y embarcarse hacia la aventura europea.

“Estudiaba en la Escuela de Hostelería de Mar del Plata y me puse de novio con una compañera. Nos anotamos en unas becas para cursar en Austria. A ella se la dieron y a mí no. Le insistí para que la aceptara, con la promesa de que cuando acabara la temporada de verano me iba para allá. Y eso hice. Junté toda la plata que pude, me subí al barco Enrico C y me fui. El tema es que no conseguía trabajo en Austria y terminé como mozo en Italia, en un pueblo cerca de Venecia. Eso fue en el ‘69″, cuenta.

Fue entonces cuando una credencial de periodista que le había dado el diario El Atlántico de Mar del Plata antes de viajar le sirvió como salvoconducto para que lo invitaran a asistir al rally San Martino di Castrozza, en el norte de Italia, una carrera en apariencia poco trascendente, pero que gracias a su poder de observación sería la piedra angular de la trayectoria de Del Buono. “Veía que los copilotos anotaban todo. Fue mi primer contacto con algo que desconocía. Eran las hojas de ruta, y aprendí a hacerlas sólo con mirar”.

Jorge del Buono, junto al equipo de trabajo
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Jorge del Buono, junto al equipo de trabajo (Gentileza /)

–Esos papeles se convertirían en su gran aporte al rally nacional.

–Claro. Cuando vuelvo al país empezaba la Copa Fiat, con los 600. En la segunda carrera me ponen con Aldo Caldarella, un chico que corría en karting, y en tercera, que era en la montaña, le digo de hacer la hoja de ruta. Fue la primera en el país, este año se cumplió el 50º aniversario. ¡Ganamos! Al año siguiente aparece el 128 y se lo dan a Caldarella. Había carreras en pista y cuatro en montaña. Nadie anotaba, sólo nosotros y ganábamos con 12 o 13 minutos de ventaja. Salimos campeones argentinos.

La hoja de ruta revolucionó la categoría y acrecentó la fama de Del Buono. También ocasionalmente sus bolsillos, como cuando vendía sus anotaciones a los demás copilotos en los años 70. “Les cobraba por anticipado, pero se las daba por etapas, para que no tuvieran tiempo de hacer fotocopias. Lo hice por dinero pero también para hacer escuela. A quien me preguntaba le explicaba lo que hacía. Nunca fui egoísta en ese sentido”.

El tema económico estuvo más de una vez a punto de frustrar su carrera. En 1977, después de su primer experiencia con Recalde, un rally en Bolivia, decidió dejarlo todo e irse a trabajar a la construcción. La situación se repetiría dos años más tarde, y una tercera vez en 1983, ya como navegante oficial del Cóndor de Translasierra. Pero la pasión siempre pudo más. Lo esperaba su etapa más gloriosa.

Bicho del Buono, y una imagen junto al Lancia con el que marcó una etapa exitosa
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Bicho del Buono, y una imagen junto al Lancia con el que marcó una etapa exitosa (Gentile/)

–Recalde había corrido el Mundial de 1980 con Mercedes. A la vuelta, Renault le da un R12 y en enero del 81 me dice de correr con él. Estuvimos juntos hasta el 89, salvo el parate en el 83. Ganamos el famoso Gran Premio del 88, que en su momento quizás pareció algo normal pero que ningún argentino pudo lograr, y pudimos ser campeones del Grupo N ese año, pero Jorge no quiso ganar el título fuera de la pista. Mazda había hecho trampa con los ventiladores de sus autos, se sabía, pero lo tenía que denunciar otro piloto y Recalde no quiso.

–¿Usted lo habría denunciado?

–Sí, claro. Nos ganó un auto fuera de reglamento y quedamos en la historia como subcampeones. Jorge tendría que haber sido más egoísta en eso. Tampoco fue la única vez. En el 89, Lancia le trae un auto muletto para él, para que hiciéramos la hoja de ruta, y lo desechó. La hicimos con un Senda, un coche de calle, una locura. Jorge tenía unas condiciones espectaculares, pero era así.

–¿Fue el mejor piloto que conoció?

–No sé si el mejor, seguro uno de los más grandes. Me impresionaron mucho Colin McRae, Juha Kankunnen y Carlos Sainz. En esas épocas había muchos monstruos, cada uno especialista en un tipo de suelo. Me acuerdo de Michèlle Mouton, una francesa que en los 80 con el Audi Quattro ganó cinco carreras y perdió el Mundial porque en medio del rally de Bandama se muere su padre, no puede ir al velorio y vuelca tres veces. Quedó subcampeona.

Jorge del Buono y Trelles, junto a los italianos Fabrizio Fontana y Simona Savastano, que corrieron con un Ford Fiesta en el WRC 2019
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Jorge del Buono y Trelles, junto a los italianos Fabrizio Fontana y Simona Savastano, que corrieron con un Ford Fiesta en el WRC 2019 (Gentileza /)

–¿Por qué Recalde no fue todavía más importante de lo que fue?

–Un poco por su manera de ser, pero también por cómo está montado el negocio. El Mundial lo manejan las marcas y a las marcas les interesa comercialmente Europa. A un argentino o un uruguayo les cuesta mucho más tener posibilidades. Le pasó a Jorge, a Ligato en Subaru, y nos pasó con Trelles. En el 96, Mitsubishi había prometido que quien ganara el Mundial del Grupo N subiría al A de compañero de Tommi Makkinen. Nosotros se lo ganamos al alemán Uwe Nittel, pero le explicaron a Gustavo que Uruguay vendía seis autos por mes y les interesaba más Alemania. Le pidieron perdón y nos dieron el auto oficial para correr Grupo N. Volvimos a ser campeones, pero...

El entusiasmo y la memoria de Jorge Del Buono se desbordan con cada pregunta. Tanto que parece difícil creer que de verdad el Rally Legends 2021 haya sido su última vez arriba de un auto de carrera. “Me saqué una foto con el buzo en la mano diciendo que el buzo y mi cuerpo decían basta. Trelles quiere que volvamos el año que viene, pero trataré de cumplir con mi palabra. Ya está”.