Bella y humana, una obra de danza que insiste sobre un tema que no hay que ignorar: los refugiados

La compañía de danza de David Señoran en "La sombra de una nube"
Adrián Maximiliano Arellano

La sombra de una nube. Dirección general: David Señoran. Performers: Lautaro Cianci, Lucas Coliluan, Francisco Cruzans, Celeste Fonseca, Luis Garbossa, Lucía Girardi, Florencia Indómito, Sergio Jardín, Arian Ortellado, Ariel Osiris, Virginia Rossi, Inés Silvestre. Textos: Pehuén Gutierrez, David Señoran. Diseño musical: Juan Barone. Preparación vocal: Francisco Cruzans. Diseño escenográfico: Alejandro Mateo. Diseño lumínico: David Seiras. Diseño de vestuario: Laura Sol Torrecilla. En Aérea Teatro, Bartolomé Mitre 4272. Funciones: domingos. a las 20. Nuestra opinión: muy buena

Un grupo de refugiados, congelados en un instante eterno. Atravesados por la encrucijada de regresar al terror y el hambre que dejaron atrás o avanzar hacia el abismo de una sociedad que no les abre las puertas y los trata con desprecio. Podría ser un documental en un horario marginal, una noticia en el diario que ya no llama la atención, una publicidad de las que se omiten para seguir mirando un alegre video musical de moda. Pero es una obra de danza.

Del mismo modo que los protagonistas se arriesgan en ese cruce de fronteras, David Señoran se instala sin pedir permiso en un cruce de lenguajes que tiene mucho de danza, bastante de teatro y algo de canto grupal. Los textos de Pehuén Gutiérrez y David Señoran rompen la cuarta pared y desarman el artificio: los espectadores estamos allí viendo una obra, pero deberíamos estar haciendo algo. El diseño escenográfico de Alejandro Mateo flota como una nube tóxica y oscura, es ese pasado del que quieren huir. O el futuro que tampoco mejora las cosas.

La compañía de David Señoran se mueve blandamente durante 55 minutos, como si no tuvieran huesos. Como si lo único que los sostuviera viniera de afuera de los cuerpos: otros cuerpos, el piso, la escenografía o la luz. Así sucede un bello dúo de Arian Ortellado e Inés Silvestre, desafiando la ley de gravedad y las soledades.

La sombra de una nube raspa, molesta, lastima. Insiste sobre un tema que nos obstinamos en ignorar. Y al mismo tiempo es bella y humana. Opera, tal vez, del mismo modo que los reportajes fotográficos en blanco y negro de Sebastião Salgado para ACNUR, en los que el fotógrafo brasileño registra el dolor y la belleza de una mirada, de un niño, que nos interpela desde la cumbre de una torre de basura.

Torsos desnudos despojados de erotismo, que se doblan por el dolor y el abandono, que se abrazan para sacarse del pozo, que se apoyan para que alguien logre subir a la superficie. Y allí se ve a Celeste Fonseca en un solo de pole dance, flameando como una bandera blanca de rendición y desamparo.