Le Batard: La lesión de Tua significa que el público no puede hacerse de la vista gorda ante los riesgos de la NFL | Opinión

Tanta humanidad se pierde dentro de esos cascos. Y luego la masculinidad y el football se unen para proteger el negocio violento y mantener oculto gran parte del dolor.

Pero de vez en cuando los compromisos más sucios del deporte más popular de Estados Unidos se derraman en nuestras salas de estar como recordatorios de lo que estamos viendo, tan incómodos y desagradables como la sangre que salpica por sorpresa nuestros rostros.

Entonces, la diversión y el juego se detienen por un momento, y el tono del locutor cambia a sombrío, y nos quedamos con escenas incongruentes que nunca se ven bien en algo llamado campo de juego. Gladiadores asustados arrodillados en un círculo de oración. Una ambulancia estacionada en la yarda 40. O una cabeza inmovilizada con mucho cuidado en una camilla.

Este ha sido siempre el riesgo que se ha incorporado a este juego bárbaro que Estados Unidos ama más que ningún otro. Todos lo conocemos. Lo aceptamos. Luego lo ignoramos. Hasta que la náusea en nuestro estómago nos recuerda todos los demonios disfrazados en este negocio.

Cuando le ocurrió al quarterback de los Miami Dolphins, Tua Tagovailoa, nos quedamos de repente horrorizados e impotentes como para unirnos a la turba enfurecida en busca del consuelo que puede suponer la culpa.

¿Cómo se pudo permitir que esto sucediera? ¿Por qué? Fue como si todos nuestros cerebros se hubieran revuelto con ese golpe, ese video, ese recordatorio del laberinto de mentiras que debemos decirnos a nosotros mismos sobre el football para evitar ver incluso la más obvia de las verdades inconvenientes para que todos podamos seguir animando.

El quarterback de los Miami Dolphins, Tua Tagovailoa (1), yace tirado en el terreno de juego tras ser capturado atrás de la línea por el tackle defensivo de los Cincinnati Bengals, Josh Tupou (68), durante el segundo cuarto del partido de football de la NFL en el Paycor Stadium, el jueves 29 de septiembre de 2022, en Cincinnati, Ohio.
El quarterback de los Miami Dolphins, Tua Tagovailoa (1), yace tirado en el terreno de juego tras ser capturado atrás de la línea por el tackle defensivo de los Cincinnati Bengals, Josh Tupou (68), durante el segundo cuarto del partido de football de la NFL en el Paycor Stadium, el jueves 29 de septiembre de 2022, en Cincinnati, Ohio.

Una semana antes, Tagovailoa se levantó de un golpe con la cabeza tan envuelta en telarañas que, si hubiera sido un combate de boxeo, el réferi habría suspendido la pelea para proteger el cerebro del púgil.

Y eso que se trata de un deporte en el que el objetivo principal es hacer eso a la cabeza de alguien. El sindicato que protege a los jugadores de football exigió una investigación sobre porqué se permitió a Tagovailoa seguir jugando después del golpe que lo dejó tambaleándose de esa manera.

Unos días más tarde, con muy poco descanso porque el codicioso football también tiene que ser dueño de las noches de los jueves en la televisión, fue azotado contra el césped de Cincinnati en un golpe que no parecía tan terrible para los estándares del deporte, y presenciamos una imagen que muchos de nosotros nunca habíamos visto antes en el football en la persona de un quarterback: sus dedos de ambas manos torcidos y congelados frente a la máscara de su casco en direcciones encontradas, el atletismo en cortocircuito, todos nosotros viendo sin necesidad de ningún protocolo de conmoción cerebral o título médico que había habido un desorden en el cableado del cerebro en algo que parecía un síntoma de convulsión.

No solo el sindicato exigió una investigación después de esta lesión. El sentimiento de horror no espera pacientemente los resultados de las resonancias magnéticas o las investigaciones o las explicaciones. La indignación en las redes sociales, como se sabe, podrían ser el único deporte en Estados Unidos más grande que el que produjo esta particular indignación.

El quarterback de los Miami Dolphins, Tua Tagovailoa (1), cae al suelo después de ser capturado atrás de la línea por Josh Tupou (68), de los Bengals, durante el segundo cuarto, el jueves 29 de septiembre de 2022, en Cincinnati. Tagovailoa dejó el juego, fue brevemente hospitalizado y ahora está bajo los protocolos de conmoción cerebral de la NFL.
El quarterback de los Miami Dolphins, Tua Tagovailoa (1), cae al suelo después de ser capturado atrás de la línea por Josh Tupou (68), de los Bengals, durante el segundo cuarto, el jueves 29 de septiembre de 2022, en Cincinnati. Tagovailoa dejó el juego, fue brevemente hospitalizado y ahora está bajo los protocolos de conmoción cerebral de la NFL.

Esta imagen no le ocurre a nadie con mucha frecuencia en el football.

Eso fue parte del shock que sufrimos. No estamos acostumbrados a ver a un jugador de football profesional como un bebé sacudido. Pero ciertamente no ocurre nunca en la posición de quarterback. Las reglas son diferentes para ellos. Cambiaron cuando Tom Brady se lesionó una vez.

Así que los quarterbacks están jugando un juego diferente al de cualquier otro en el campo. Por regla, un juego más seguro. Para proteger a los tipos que son protagonistas en los anuncios comerciales y venden el juego y mueven el producto. Solo hay una docena de ellos, tal vez menos. Casi todos los demás en este deporte son un número literal, con una máscara. Pero incluso con todos los cambios en las reglas, tampoco es seguro detrás de la línea, ¿verdad?

El football cobró la factura a uno de esos tipos raros en el campo que no es tan desechable como el resto. Y además, uno adorable. Uno que sentimos que conocemos desde la universidad. Uno rodeado de esperanza en un equipo hasta ese entonces invicto que no ha ganado un partido de playoffs en una generación.

Un joven dulce. Una cara de niño. La humanidad ya no se perdía dentro del casco, y la masculinidad y el football ya no podían unirse de manera útil para proteger el negocio violento. Había un ser humano que nos importaba bajo esos dedos torcidos y congelados. O, al menos, uno al que sentimos conocer. Y nunca había parecido tan frágil, tan vulnerable y tan inseguro.

El horror de aquello nos hizo preguntarnos con incomodidad no por qué estábamos viendo nada de esto, sino por qué los médicos y los Dolphins habían permitido este desagradable recordatorio en nuestras vidas antes de dormir.

Fue como escuchar un disparo en lo que había sido una gran fiesta. Pero en lugar de darnos la vuelta y huir, todos fuimos a la caza no solo del tirador, sino de los fabricantes de todas las piezas del arma. Culpamos a los Dolphins y a los médicos, a los entrenadores, a la liga y a los protocolos, y algunos de nosotros incluso urdimos un laberinto de conspiraciones y mentiras con nuestra desconfianza en las instituciones estadounidenses en 2022. Pero ¿saben qué fue lo que no hicimos mucho?

Los jugadores de los Miami Dolphins Raheem Mostert (31) Tyreek Hill (10) y Jaylen Waddle (17) se arrodillan junto a su compañero de equipo, el quarterback Tua Tagovailoa (1), mientras es atendido por el personal médico después de haber sido capturado atrás de la línea por el tackle defensivo de los Cincinnati Bengals Josh Tupou, durante el segundo cuarto de un partido de football de la NFL en el Paycor Stadium, el jueves 29 de septiembre de 2022 en Cincinnati, Ohio.

Culpar al football.

Tal vez porque esa es la única de las culpas que requeriría de un espejo.

La gente no se da cuenta de lo grandes y robustos que son en realidad Brady y Peyton Manning, ni de la protección que se dan a sí mismos al deshacerse del balón tan rápidamente y sin correr hacia los costados.

Se elevarían por encima de la mayoría de las personas que has conocido en tu vida y te sorprenderías de lo grandes que son si te pusieras a su lado porque nuestra percepción de su tamaño está distorsionada por los gigantes que les rodean.

Tagovailoa es ligero en comparación con los demás, con lo que parecen ser unas infladas 216 libras. En busca de mayor flexibilidad y movilidad, mientras los defensivos se hacen más rápidos y amenazantes, los quarterbacks se hacen más pequeños en esta liga al mismo tiempo en que los jugadores que los persiguen se hacen más grandes. El hombre que azotó a Tagovailoa, Josh Tupou, pesa 345 libras.

Los jugadores de los Miami Dolphins se paran junto a su compañero de equipo, el quarterback Tua Tagovailoa (1), después de que se lesionara en una jugada durante el segundo cuarto del partido de football de la NFL contra los Cincinnati Bengals en el Paycor Stadium, el jueves 29 de septiembre de 2022 en Cincinnati, Ohio.
Los jugadores de los Miami Dolphins se paran junto a su compañero de equipo, el quarterback Tua Tagovailoa (1), después de que se lesionara en una jugada durante el segundo cuarto del partido de football de la NFL contra los Cincinnati Bengals en el Paycor Stadium, el jueves 29 de septiembre de 2022 en Cincinnati, Ohio.

Ya es raro ver a un quarterback azotado. Diablos, nos hemos acostumbrado a ver que el quarterback esté protegido por las reglas que esperamos ver banderas de castigo cada vez que esa posición o la nuestra son empujadas por la violencia.

“Rudeza innecesaria” es la infracción, como si todo el deporte no fuera eso. Tupou ha estado levantando 216 libras en la sala de pesas desde que era un adolescente para tratar de llegar a la cima de más grande-fuerte-rápido en una arena donde impera la sobrevivencia del más fuerte.

Parece que tiene 216 libras de proteínas en su desayuno. Desde una perspectiva diferente, la diferencia de peso de 130 libras entre Tupuo y Tua es la diferencia de peso entre un adolescente y un niño pequeño, un padre y un niño de cuarto grado. Hay una razón por la que generalmente tenemos categorías de peso en todos nuestros otros deportes violentos.

Un boxeador murió en el hospital la semana pasada cinco días después de ser noqueado en el ring.

Era un peso welter junior llamado Luis Quiñones, y tenía 25 años. No lo conocíamos como creemos conocer a Tagovailoa, y no tuvimos que ver cómo sucedía en el ring.

Pero solo porque nos salvamos. Todos conocemos el riesgo en ese deporte, lo aceptamos y lo ignoramos hasta que las náuseas en nuestro estómago nos recuerda todos los demonios disfrazados en este trato. Es un ideal oximorónico, intentar que las cosas violentas sean seguras. Solo podemos esforzarnos por hacerlas más seguras.

Los protocolos de conmoción cerebral son inexactos, especialmente cuando se incentiva a los jugadores a mentir para seguir jugando. Hace menos de 10 años, antes de que hubiera un protocolo, antes de que el football negara su problema de conmociones cerebrales y luego tratara de hacerlo desaparecer con un acuerdo de casi $1,000 millones, un quarterback se habría tambaleado como lo hizo Tagovailoa y lo habríamos llamado rudo mientras esperábamos que siguiera en el juego.

Y aquí hay otra cosa: los protocolos pueden identificar las conmociones cerebrales, pero no prevenirlas. Simplemente proporcionan la ilusión de seguridad, haciéndonos sentir mejor sobre las cosas. El football, por su propia existencia, es un ejercicio de daño cerebral. Cada domingo, cada lunes y cada jueves ocurre un CTE (encefalotapía crónica traumática).

De vez en cuando, sin embargo, todos tenemos que lidiar con esa terrible verdad junto con una horrible imagen en lugar de empujarla diez años más adelante, donde puede existir más discretamente y solo como el zumbido dentro de la cabeza de un ex jugador. Pero es un ejercicio de gimnasia conseguir que tu moralidad, tu humanidad y tu decencia se alineen cuando algo que amas produce regularmente algo que odias.

Galu y Diane, padres del quarterback de los Miami Dolphins, Tua Tagovailoa, miran desde la banda durante los calentamientos previos al inicio de un partido de football de la NFL en el estadio Paycor el jueves 29 de septiembre de 2022, en Cincinnati, Ohio.
Galu y Diane, padres del quarterback de los Miami Dolphins, Tua Tagovailoa, miran desde la banda durante los calentamientos previos al inicio de un partido de football de la NFL en el estadio Paycor el jueves 29 de septiembre de 2022, en Cincinnati, Ohio.

Muestra la miopía en el centro del espectáculo que el entrenador de los Dolphins, Mike McDaniel, que parece un hombre amable y reflexivo, diga que nunca pondría a sabiendas a un jugador en peligro.

Piensa en eso por un segundo. Piensa en lo que hace para vivir. Piensa en lo insensible que tienes que ser a la carnicería para no entender que, como entrenador de football, lo único que haces al dejar que alguien entre en el campo es ponerlo en peligro a sabiendas.

Hace tiempo, en el Coliseo, los únicos que participaban como gladiadores en las luchas a muerte eran los presos y los esclavos. Pero la gloria y los aplausos acabaron siendo suficientes para atraer a los voluntarios.

Cada domingo, en un día para el descanso y la religión, las ciudades se reúnen en torno a sus estadios para vitorear los números y los colores y la identidad regional, y esta costumbre se transmite por generaciones.

Los empleados desechables se ofrecen como voluntarios por el dinero que hay en las fauces de la máquina, una máquina que sigue creciendo al menos en parte porque es violenta. Esa gente de ahí afuera es más valiente que la mayoría de nosotros. O menos temerosa de las consecuencias. O se sienten tan a prueba de balas con la juventud y la confianza que asumen que le pasará a alguien más y no a ellos.

No está en la naturaleza de las personas que se ganan la vida con esto el escuchar el peligro en lugar de intentar superarlo. De lo contrario, no se dedicarían a esto para ganarse la vida. Fue Upton Sinclair quien dijo: “Es difícil conseguir que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda”.

Chris Nowinski fue tachado de lunático, especialmente por los aficionados de los Dolphins, cuando vio lo que le pasó a Tagovailoa y dijo que todos los entrenadores y el personal médico deberían ser despedidos y que Tagovailoa no debería volver a jugar esta temporada ni para los Dolphins nunca más.

Estaba conmovido y enfadado... y también resulta que tiene más experiencia aquí que la mayoría. Ha sido un prisionero dentro de su propio cráneo desde que tuvo que retirarse de la lucha libre a los 24 años, la edad de Tagovailoa.

Vive solo con el trastorno del sueño, las náuseas, los dolores de cabeza. Forma parte del Comité de Salud y Seguridad Mackey-White de la Asociación de Jugadores de la NFL.

Es neurocientífico. Dijo seis horas antes del partido del jueves que no había ninguna circunstancia en la que se debiera permitir que Tagovailoa saliera al campo, y dijo que los responsables de la decisión deberían ser acusados de asesinato si Tagovailoa moría.

El lenguaje que usó fue más extremo que cualquiera que se haya escuchado de alguien con su experiencia, al menos en parte porque no se ha sentido escuchado a pesar de su experiencia.

No es difícil entender su frustración.

Imagine que tiene más información que la mayoría sobre la proximidad de la muerte, pero que nadie parece escucharle.

Imagínese que tuviera miedo y gritara pero no sintiera que se le oye por encima de todos los vítores.