Eran baldíos y ahora son una oportunidad de trabajo para mujeres

Uno de los invernaderos en Obispo Trejo
Uno de los invernaderos en Obispo Trejo

CÓRDOBA.- Obispo Trejo, una localidad a 136 kilómetros al nordeste de la capital de Córdoba, cuya economía es la producción agrícola extensiva. Ese perfil empieza a cambiar de la mano de “Obispo Trejo Florece”, una iniciativa que ocupa a unas 50 personas y cuenta con ocho invernaderos (siete de producción y uno escuela) que generan unas 10.000 varas por ciclo. La mayor parte de la mano de obra son mujeres; todos fueron capacitadas por la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba.

Desde la Cátedra de Floricultura se convocó a otras cátedras, universidades y fundaciones para realizar el proyecto en común, que se inició con un aporte de $1,8 millones del Ministerio de Educación de la Nación en 2018 y la cesión en comodato del terreno por parte de la Municipalidad.

María Alejandra Tuma, la ingeniera agrónoma que dirige el proyecto
María Alejandra Tuma, la ingeniera agrónoma que dirige el proyecto


María Alejandra Tuma, la ingeniera agrónoma que dirige el proyecto

La construcción de los invernaderos comenzó poco antes de la pandemia, cuyas cuarentenas atravesaron el primer ciclo de producción de flores, con el consecuente impacto económico. Hoy el ingreso medio que logran los involucrados en el proyecto es de $15.000 (en Obispo Trejo un sueldo ronda los $20.000).

María Alejandra Tuma, la ingeniera agrónoma que dirige el proyecto, cuenta a LA NACION que a partir de las consultas de la Municipalidad sobre cómo generar empleo y progreso entre las mujeres, detectaron la oportunidad de los cultivos intensivos, como es la floricultura. La capacitación fue más allá de la producción, incluyó comercialización, marketing, gestión de recursos humanos y hasta ordenamiento territorial.

Gladys Prado; Carolina Sánchez y Karina Tissera, entre las que se capacitaron y trabajan
Gladys Prado; Carolina Sánchez y Karina Tissera, entre las que se capacitaron y trabajan


Gladys Prado; Carolina Sánchez y Karina Tissera, entre las que se capacitaron y trabajan

“Tomamos esa decisión porque si no las iniciativas fracasan -agrega-. Los participantes estuvieron desde el origen, cuando lo que hoy son invernaderos era un baldío donde no había nada”. Establecieron que para seguir, las personas anotados -50 familias- debían cumplir con 85% de la asistencia: “La hicieron completa, y con nuestro compromiso de continuar al lado hasta que puedan independizarse porque habían tenido otras experiencias que quedaron a mitad”. De los capacitados, hay dos que están por inaugurar invernaderos propios.

Entre las mujeres que trabajan en el proyecto están Gladys Prado, de 35 años, quien producía pan para vender; Carolina Sánchez, quien fabricaba pastelería y Karina Tissera, 42 años, quien tejía al crochet para vender. La mayoría eran amas de casa y, además, tenían estas tareas.

“Por la pandemia trabajamos un año sin cobrar nada pero valió la pena -cuenta Sánchez-. La primera cosecha fue en octubre del año pasado, era todo difícil pero a medida que se liberaron actividades empezó a haber más pedidos. La Municipalidad y la Facultad apoyaron siempre, aun cuando ya cumplieron los compromisos asumidos”.

Los integrantes están divididos en diferentes grupos, de producción; comercialización; administración y armado de ramos. “Hemos trabajado con semillas propias y con importadas, como los girasoles de color de Estados Unidos o los Lilium de Holanda”, agrega Tissera.

Cada invernadero produce unas 10.000 varas por ciclo
Cada invernadero produce unas 10.000 varas por ciclo


Cada invernadero produce unas 10.000 varas por ciclo

Tuma enfatiza que por la pandemia y las restricciones, en Córdoba no había flores por lo que la producción de Obispo Trejo alcanzó cubrir un tercio de la demanda y aclara: “Hay capacidad para producir más, la idea es que esta iniciativa sirva de inspiración, aunque hay que adecuar a cada zona y a lo que falta en el mercado”.

Por ejemplo, señala que la Argentina no produce follaje -salvo en Misiones-, lo que hay es extractivo; también considera que hay demanda insatisfecha de plantines. Además, en Obispo Trejo ya trabajan en un módulo más que es la creación de un espacio de alojamiento en el Corredor Ansenuza (que ya se aprobó como parque nacional) en el que los turistas “puedan vivir la experiencia de dormir, cosechar flores y aprender armado de ramos”.

“La dificultad de encontrar mano de obra que tiene la floricultura acá fue una ventaja porque nos permitió avanzar con el proyecto y crecer”, define Tuma.