Ashleigh Barty, la estrella silenciosa que es capaz de poner orden en la WTA

Ash Barty ya está en la gran final del Open de Australia. Foto: REUTERS/Morgan Sette
Ash Barty ya está en la gran final del Open de Australia. Foto: REUTERS/Morgan Sette

A Ashleigh Barty, el éxito le llegó -como a casi todas sus compañeras- por sorpresa, cuando no contaba con ello. A pesar de su juventud, 23 años, Barty parecía condenada a especializarse en el mundo del dobles, donde hacía pareja con Coco Vandeweghe. En 2018, ganaron juntas el US Open. Eran aquellos los últimos años de Serena Williams en la élite, los primeros de Naomi Osaka, los de dominio de Simona Halep y, por supuesto, los que veían una ganadora inesperada en cada torneo, tal y como sucede ahora.

Después de llegar hasta los cuartos de final en el Open de Australia en 2019, Barty sorprendió al mundo ganando Roland Garros ese mismo año. En perspectiva, puede que no parezca algo tan raro, pero en su momento fue una auténtica conmoción: Barty, por su juego de doblista, era una especialista en hierba a la que no se le daban mal las pistas duras más rápidas, pero, ¿Roland Garros?, ¿tierra batida? Lo dicho, a sus 23 años, nadie esperaba que consiguiera ya algo así... y desde luego nadie esperaba que se mantuviera al nivel más alto.

Y el caso es que lo ha hecho. Mientras en la WTA se mezclaban narrativas: el exotismo de Osaka y su tremendo atractivo publicitario, la lucha de Serena Williams por adelantar a Margaret Court-Smith, los altos y bajos de Garbiñe Muguruza, la aparición de adolescentes como Emma Raducanu o Leylah Fernández, Ash Barty pasaba desapercibida, a su ritmo, sin demasiados focos, con más de una lesión inoportuna pero con una regularidad admirable en un circuito que destaca justo por lo contrario: número uno del mundo en 2019, número uno en 2020, número uno en 2021.

A su Roland Garros de 2019, le añadió Wimbledon en 2021 y puede añadirle el Open de Australia en 2022, donde ya está en la final. Se quedaría a un triunfo de Naomi Osaka, la tercera jugadora en activo con más Grand Slams ganados detrás de las hermanas Williams. Sin embargo, no da la sensación de que, más allá de Australia, donde es una auténtica celebridad, Barty haya conseguido la atención que se merece. No tiene grandes patrocinadores, no hace anuncios como Wozniacki o Sharapova o la propia Raducanu. No es, en rigor, una dominadora imbatible... pero es raro verla rendir por debajo de lo esperado.

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Ashleigh Barty, a unos meses de cumplir los 26 años, es la imagen de la madurez en un circuito donde la ansiedad prolifera. Aparte, da la sensación de ir a más: hasta la final de este Open de Australia, no solo no ha perdido un set sino que apenas ha cedido 25 juegos. Una media de cuatro por partido. No es especialmente carismática, no es especialmente brillante, simplemente hace lo que debe cuando debe y no tiene miedo. ¿Le garantiza eso ganar la final? No, por supuesto que no, porque el tenis femenino, incluso dentro de la cordura de Barty, sigue siendo una incógnita constante, pero la convierte en la máxima favorita.

Puede que, después de todo, la australiana sea una buena piedra sobre la que edificar el futuro de la WTA. Una buena jugadora que juega bien al tenis y que entiende cuándo está arriba y cuándo está abajo. Alguien con paciencia, que debutó en un grande a los 16 años y supo esperar hasta los 23 para jugar su primera final sin perder nunca la esperanza. Una número uno capaz de destacar con regularidad en los grandes... sin dejar de lado los torneos pequeños. Lo más lejano a los "one-hit wonder" que han llenado los distintos palmarés en los últimos años.

Desde 1980, hace ya cuarenta y dos largos años, no veíamos a una australiana en la final del Abierto de su país. Una anomalía después de décadas de dominio de las Court, Goolagong y compañía. Solo eso ya convierte a Barty en una estrella en su país -los tres partidos más vistos de esta edición en Australia han sido suyos-, pero parece no bastar para que el resto del mundo caiga a sus pies, algo que no se entiende. Sí, el arriba y abajo vende más que el perfil bajo, pero esto es deporte, no un concurso de popularidad. Puede que alguien, en los noventa, equivocara los términos, así que igual es momento de darle la vuelta. No es mejor quien más anuncios haga sino quien más partidos gana. Y esa, en los últimos tres años y pico (que no es poco tiempo) ha sido Barty.

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