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Arrogancia médica: el cirujano execrado por marcar con sus iniciales el hígado de sus pacientes

3D Illustration Concept of Human Internal Digestive Organ Liver Anatomy
El cirujano que trabajaba en Inglaterra confesó a la policía que marcaba los órganos con sus iniciales para liberarse de las tensiones que se acumulan en la sala de operaciones luego de las largas y complicadas cirugías de trasplantes. / 3D Illustration (Getty image)

A Simón Bramhall se le subieron los humos a la cabeza. La arrogancia de marcar con sus iniciales los hígados de dos pacientes que eran sometidos a operaciones de trasplantes echó por tierra el esfuerzo y los años de estudio que necesitó para convertirse en un cirujano especializado en el hígado y el riñón.

El drama comenzó en 2013 cuando otro cirujano detectó las iniciales SB en el hígado de uno de los pacientes durante una operación de seguimiento y decidió tomar una fotografía con su móvil de las letras de 4 centímetros de alto realizadas con un láser de argón, instrumento que se utiliza para detener el sangrado durante intervenciones quirúrgicas.

A Bramhall, que ahora tiene 57 años, no le quedó más remedio que admitir que firmó los órganos cuando trabajaba en el Queen Elizabeth Hospital, en la ciudad inglesa de Birmingham. Las autoridades judiciales tardaron cinco años en reprender al médico con una multa de unos 12.000 euros y la orden de realizar servicios sociales durante 12 meses.

Un tribunal médico inglés expulsó a Simón Bramhall de la profesión y borró su registro por arrogancia, al marcar sus iniciales en los hígados de dos pacientes graves que recibían trasplantes. (Getty Images)
Un tribunal médico inglés expulsó a Simón Bramhall de la profesión y borró su registro por arrogancia, al marcar sus iniciales en los hígados de dos pacientes graves que recibían trasplantes. (Foto archivo: Getty Images)

El diario The Guardian relata que durante la sentencia de 2018, el tribunal comunicó a Bramhall que una de sus víctimas sufrió serios daños psicológicos debido a la marca, que aunque fue realizada con un instrumento moderno se parece a las cicatrices realizadas con hierros calientes durante siglos para marcar al ganado.

El cirujano confesó a la policía que marcaba los órganos para liberarse de las tensiones que se acumulan en la sala de operaciones luego de las largas y complicadas cirugías de trasplantes.

Bramhall renunció al hospital de Birmingham en 2014 luego de que la institución iniciara una investigación disciplinaria sobre el caso.

Expulsado y borrado del registro

Pero el primer martes del 2022, un análisis del Servicio de Tribunales de Médicos Practicantes concluyó que las acciones de Bramhall rayan en un grado de arrogancia médica que socava la confianza pública en todo el gremio.

En diciembre de 2020, Bramhall fue suspendido por al menos 5 meses del ejercicio de la medicina aunque luego de ese período pudo volver a atender pacientes.

Pero la más reciente decisión consideró que la suspensión temporal era insuficiente para proteger el interés público y determinó que eliminar su registro como médico era la sanción apropiada y proporcionada.

“El asalto físico de dos pacientes vulnerables mientras estaban inconscientes en un contexto clínico, uno de los cuales experimentó perjuicios emocionales importantes y permanentes, perjudica seriamente la confianza en la profesión médica e inevitablemente desprestigia a toda la profesión”.

Y al finalizar, la conclusión rechazó el alegato de Bramhall de que sus actos fueron motivados para liberar la tensión y señaló que lo hizo por pura arrogancia.

Expresiones de arrogancia médica

Mucho se hablado sobre la prepotencia de algunos médicos, desde la poca de empatía al escuchar y tratar de entender los síntomas de un paciente hasta falta de tacto al comunicar diagnósticos graves o para aceptar la decisión de una persona a no recibir tratamiento.

El doctor Allan Berger publicó un artículo sobre la arrogancia médica en la Revista de la Asociación de Colegios Médicos de Estados Unidos para tratar de comprender el origen de una practica que, a su juicio, les resta dignidad, nobleza y calidad a los servicios médicos.

“La arrogancia puede manifestarse en distintas maneras, como en la falta del debido respeto y buena educación hacia los pacientes, enfermeras y otro personal auxiliar; incapacidad de tomarse una pausa, escuchar y compartir una o dos palabras amigables; ser abusivo y crítico con los subordinados, algunas veces en presencia de los pacientes; o de médicos hombres que hablan de manera condescendiente a mujeres al usar palabras como querida o cariño”.

Lamenta que sea un tema importante que apenas ha sido abordado por los académicos y se omite de la enseñanza a estudiantes y residentes en las escuelas de medicina. También considera que la ética, particularmente la necesidad de la humildad en el médico, debería ser preponderante en el entrenamiento médico que se recibe en las aulas y, sobre todo, en el ejemplo que dan los médicos experimentados.

Berger sugiere que la arrogancia de los médicos es producto de muchas variables sociológicas y psicológicas. Entre los factores sociales, dice que la medicina ha sido considerada desde los antiguos una profesión noble, prácticamente un llamado sagrado. Y en un principio, los médicos debían atender las necesidades de los pacientes sin prestar atención a sus necesidades materiales. Eran reconocidos como miembros ilustres, dedicados y bien educados de la comunidad.

Ese engrandecimiento de los médicos ocurría mucho más en tiempos en que la ingenuidad y la ignorancia de los pacientes facilitaba a exagerada reverencia de lo que decían los poderosos doctores.

Muchos pacientes, especialmente los menos educados, se han sentido demasiado intimidados para hacer preguntas sobre sus tratamientos o a esperar ser tratados como iguales por un médico.

La despersonalización de la medicina

Pero en las últimas décadas se ha erosionado el prestigio de los médicos, al menos en Estados Unidos, donde Berger publicó su ensayo.

Uno de los motivos es la mayor sensibilización pública sobre la salud y la medicina en una época de consumidores informados y bien educados.

Ha habido mucha publicidad negativa sobre los errores de los médicos, avaricia, y comportamientos egoístas. La emergencia de los seguros médicos privados y otros tipo de proveedores médicos ha enfatizado el aspecto empresarial de la medicina y disminuido la relación humana entre el médico y el paciente.

El surgimiento de la tecnología médica sofisticada también ha impulsado esta impersonalidad. Los médicos se han convertido en “los proveedores” y los pacientes en “consumidores de la salud”. Este distanciamiento del doctor del paciente genera una especie de “sistema de arrogancia” en el que el paciente no es considerado como un ser humano sino como un trabajo que debe ser realizado tomando en cuenta los costos.

Al comentar sobre los aspectos psicológicos, Berger dice que muchos médicos han sido atraídos por la profesión por sus propias preocupaciones inconscientes sobre la enfermedad y la mortalidad. Con la esperanza oculta de extender su propia vida y evadir la muerte. “La muerte se convierte en el enemigo, y los médicos en una especie de San Jorge que mata al temido dragón de la mortalidad”.

Su renuencia a aceptar la inevitabilidad de la muerte, que está en la mente de todos los médicos, en ocasiones es expresada en el uso de injustificados procedimientos y “medidas heroicas” para evitar el fallecimiento de un paciente.

La consciencia del médico de que su conocimiento le da poder en la relación médico-paciente es la variable más crítica en el desarrollo de la arrogancia del médico, explica Berger.

Ese supuesto poder los hace susceptibles a caer en el engaño de que son todopoderosos. A esto se suma la tendencia de los pacientes muy enfermos o con mucho dolor a regresar psicológicamente a un estado de emocional infantil en el que el médico se convierte de manera inconsciente en un padre omnipotente que le asegura protección y salvación.

Berger llama a los médicos a recordar que son instrumentos para la sanación pero en ningún caso son la fuente de la salud. “No debemos exagerar nuestra importancia”, expresó. Los pacientes y los médicos están hechos de la misma materia y recorren los mismos caminos.

Y la expulsión de Simón Bramhall de la profesión médica es un llamado de atención a los que médicos que se les suben las ínfulas frente a pacientes moribundos o inconscientes. La sociedad no está dispuesta a aceptar ese tipo de comportamientos.

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