Argentina, de la soberbia al racismo contra los rivales que lo vencieron en Qatar 2022

Argentina recibió un duro golpe en su estreno en Qatar 2022 contra Arabia Saudita. (REUTERS/Mohammad Ponir Hossain)
Argentina recibió un duro golpe en su estreno en Qatar 2022 contra Arabia Saudita. (REUTERS/Mohammad Ponir Hossain)

Argentina cayó en Qatar 2022 y la cloaca se destapó. Nunca se aprende la lección. No importa que cada Copa del Mundo brinde al menos una sorpresa y que la soberbia pueda pagarse muy caro. La probabilidad no era una preocupación para la la prensa ni para los fans albicelestes. ¿Arabia Saudita? No existen. Tenemos a Messi y hemos ganado dos Mundiales. Pensaron que estaban no en octavos ni en cuartos: ya se imaginaban una final por adelantado contra Brasil, Inglaterra o Alemania.

Esa es la lógica argentina que imperó en un sinfín de foros, incluidas las redes sociales: eran campeones sin haberse presentado. Y Arabia, cómo no, era la primera víctima. La actitud de Emiliano Martínez durante el sorteo fue sintomática: no querían saber nada de rivales inferiores, estaban para los leones y para nadie más.

Y así lo evidenció el comentario del periodista Rodolfo Gringo Cingolani. Durante un programa de TyC Sports, en la previa del debut argentino, lanzó una provocación que horas más tarde le estalló en la cara.

"Quiero ser medido, quiero ser cauto. La única ilusión que deben tener los rivales de Argentina, Arabia Saudita, debe ser conseguir la camiseta de Messi. Si pasan de ronda hay que quemar todas las bibliotecas del mundo. ¿Qué ilusión pueden tener de pasar a la segunda ronda? El trofeo es llevarse la camiseta de Messi". Lo peor de todo es que este clip ya era "famoso" antes del partido mismo. Es decir, había quien se enorgullecía de esa postura y la compartía. Por algo se había replicado antes del momento cumbre. Y llegado el momento de la verdad, el partido dio su veredicto.

Argentina perdió ante una Arabia Saudita sorprendente. Y nada se perdona en estos tiempos hipervirtuales: a los fans agrandados y a la prensa "superior" les restregaron sus imprudencias previas. Y no hubo mejor muestra que el video donde se afirmó que los árabes simplemente irían por la camiseta de Messi. Quizá sea ese ejemplo el que mejor ilustre el nefasto sentido de anticipación que guió los pronósticos argentinos. Ahora ya no deberían ver para abajo a ningún rival. Exacto, no deberían, pero lo hacen.

Incluso con los propios sauditas. Ya inmersos en la desdicha de perder en el debut mundialista, optaron por avergonzarse a sí mismos. Pero como para que el bochorno fuera completo no dejaron de lado el racismo que les ha acompañado desde el día uno: "Cómo vamos a perder con la familia de Apu (personaje de Los Simpson)", se leyó en diversos tuits. Eso sí, tras el partido, ya no se les vio tan felices ni en redes ni en Qatar, como hace unos días cuando hicieron gala de todo su racismo y homofobia para formular una canción deplorable contra Francia —que, por cierto, sí ganó su primer partido e hizo honor a su condición de favorito—.

Y es que el mecanismo de defensa no podría ser más extraño: en menos de dos horas, muchos argentinos pasaron de creerse invencibles a denostar a sus propios jugadores. Messi pasó de ser el semidiós venerado al "pecho frío" que siempre se esconde (en palabras de los fans albicelestes, cabe recalcar). Si Rodrigo de Paul era un jugador indispensable a pesar de lo mucho que le gustan las revistas del corazón en la última época, ahora es culpa de las revisas del corazón que no juegue bien.

Paredes, Romero y Lautaro ya no eran las nuevas caras de la selección, sino unos jugadores inexpertos sin la capacidad para los grandes escenarios. Es insólita la bipolaridad en la que coexisten muchos fans y periodistas argentinos. Cómo estarán las cosas: Flavio Azzaro, célebre por sus circos televisivos, pide calma y dice que todavía se pueden ganar los dos partidos restantes. El mismo hombre que pidió que Messi se fuera de la selección pide calma. El mundo está al revés o nos hemos vuelto locos de remate.

Pero hay que darle un punto: Argentina no está perdida. Y mal haría cualquiera en caer en el mismo juego de las anticipaciones que ellos, los argentinos, se inventaron para este Mundial. Les queda mucha vida y menospreciarlos sería fatal. Para México, para Polonia y para cualquier otro rival posterior —si pasan a octavos de final—. Y tampoco podríamos decirnos sorprendidos si después de superar el mal trago inicial, vuelven a las andadas de siempre: son especialistas en la venganza y, de hecho, también habrán guardado cada afrenta para irla descargando en el momento en que las cosas les pinten a favor nuevamente.

Eso es el Mundial: un sube y baja emocional que no entiende de pasados ni futuros. El hoy es lo único que importa. Y todavía sigue fresca la victoria de Arabia sobre Argentina y toda la ola de predicciones fallidas que se dieron antes del partido. Por lo mientras, quedó claro muchos fans no son de piel dura, como tanto presumen, y la burla sólo les gusta cuando son ellos quienes la aplican al resto. Un video en el estadio del desastre lo demostró a la perfección.

Argentina deberá recargarse en su líder moral. Y Messi tendrá que estar a la altura. Scaloni, pese al buen trabajo que ha hecho, carece de experiencia en escenarios como este. Se terminaron las medias tintas. Si salen de esto, sus fans radicales serán tan insoportables como siempre. Pero si no, tendrán que esconderse debajo de un iceberg, como mínimo, hasta 2026.

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