Argentina y la necedad de organizar el Mundial de 2030, a pesar del altísimo riesgo
El Mundial de Qatar 2022 terminó hace menos de dos meses, pero el futuro no pide tiempo de espera. Ya se habla por todos lados de la siguiente Copa del Mundo, la de Norteamérica 2026. De entrada, en ese torneo se vivirán dos hitos: será el primer Mundial organizado por tres países y el primero que cuente con la participación de 48 selecciones.
Y parece que que esa es la tendencia que buscan los candidatos futuros. Para organizar el Mundial del 2030, hay cuatro candidaturas formales, de las cuales tres son compuestas (únicamente Marruecos va en solitario): Grecia, Arabia Saudita y Egipto (sería el primer Mundial en tres continentes diferentes); España, Portugal y Ucrania; y Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay. Si se pone en la balanza el sentimentalismo por la historia, queda claro que está última candidatura lleva ventaja.
La idea principal era, en la génesis de esta propuesta, que Uruguay presentara su candidatura para 2030 y así cerrar el círculo abierto en 1930, cuando se disputó el primer Mundial de la historia en suelo charrúa. La inclusión de Argentina cobraba sentido en dos frentes: repartir gastos económicos y esfuerzos logísticos, y honrar de la tradición del futbol del Río de la Plata, pues aunque Argentina no fue anfitriona en 1930, siempre ha estado hermanada a Uruguay en la gestación de la mística del futbol rioplatense y, luego, del sudamericano. Ellos jugaron la primera final en la historia de los Mundiales, con Uruguay como vencedor.
Y es que no se puede mentir: una Copa del Mundo en Sudamérica sería pura pasión. Así lo ha dicho el comentarista mexicano David Faitelson, pero también él mismo ha lanzado un comentario punzante, crítico pero real, sobre la realidad que vive la infraestructura del futbol argentino. "Un Mundial en Sudamérica sería espectacular. La pasión por el futbol que se vive ahí no se vive en ninguna otra parte del mundo. El problema es que, para empezar, díganle a los aficionados de Boca que hay que tirar “La Bombonera” y volver a hacerla", escribió Faitelson en Twitter. Aunque, en realidad, La Bombonera no está contemplada entre los estadios sede del proyecto, sí hay un hecho que no se puede obviar: el alto riesgo que asumen todos los participantes.
Ciertamente, para quien no guste del futbol, el Mundial siempre será visto con recelo. Motivos existen. De acuerdo con cifras de Bloomberg, Alemania gastó 6 mil 200 millones de dólares en la organización del Mundial de 2006. Y sus ganancias fueron de 3 mil 600 millones. Sudáfrica, por su parte, gastó 3 mil 900 millones de dólares y ganó 4 mil 400 millones, pero con la agravante de que cuatro de los estadios remodelados no tienen un uso constante y deben recibir mantenimiento de por vida. Aunque recibieron a 308 mil 544 turistas, estas cifras no llegaban ni a la mitad de lo que presupuestaba el gobierno sudafricano. Entre ese punto y el de los estadios sin utilidad, Bloomberg califica al Mundial de Sudáfrica como "uno de los torneos con más pérdidas".
A nivel social ningún Mundial ha sido tan cuestionado como el de Brasil 2014, último realizado en Sudamérica. Las protestas contra el gobierno brasileño, encabezado entonces por Dilma Rousseff, se hicieron sentir desde un año antes del arranque del torneo. El gasto fue de 15 mil millones de dólares, principalmente proveniente del gasto público —dos años después, Brasil organizó los Juegos Olímpicos y ahí desembolsó unos 13 mil millones de dólares— y las ganancias se estimaron en 13 mil 500 millones. El problema primordial, igual que en Sudáfrica, fue la atención a los estadios: se acondicionaron doce recintos, de los que hoy no todos tienen uso constante. Rusia sí fue un Mundial rentable: invirtieron 11 mil millones de dólares y vieron ganancias por 14 mil 468 millones.
De acuerdo con Statista, Qatar gastó unos 220 mil millones de dólares, convirtiéndose en el Mundial más caro de todos los tiempos —se destaca la construcción de ocho estadios completamente nuevos—. Todavía falta que el gobierno de aquel país presente su informe final de ganancias. Pero como se puede ver, organizar una Copa del Mundo es un reto titánico. Y más por los requisitos de la FIFA, como contar con doce estadios de al menos 40 mil personas de aforo, y de los que uno debe tener capacidad de 80 mil personas y dos para 60 mil. Queda claro que en Latinoamérica entera hay prioridades que están por encima del futbol y más cuando se habla de dinero público.
Ni siquiera la economía más fuerte de esta coalición que busca el Mundial del 2030, Chile, cuenta con la capacidad suficiente para organizar la Copa del Mundo —fueron los últimos en sumarse a la candidatura, en el 2019—. Por eso han ido por la alternativa de buscar la Copa del Mundo entre cuatro países, pese a todo lo que eso implica: un desafío logístico nunca antes visto, un gasto enorme (por más que sea compartido y que se haya presentado un proyecto 'austero') y, de hecho, desvirtuar la tradición inicial, pues queda claro que Paraguay y Chile fueron incluidos por una necesidad de repartir las obligaciones y no porque formen parte de la historia que se pretende honrar —el presidente de Argentina Alberto Fernández hizo público su deseo de incluir también a Bolivia—.
Según el presidente de la CONMEBOL, Alejandro Domínguez, la inversión sería de unos 320 millones de dólares, cifra que no equivaldría ni a la décima parte de los que gastó Sudáfrica, hace trece años, en el Mundial más austero de era moderna. La elección se dará en el Congreso de la FIFA de 2024, proyectado para realizarse en el mes de junio.