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Argentina paga caro las burlas de un comentarista a Nigeria al ser eliminada de su propio Mundial Sub 20

Jugadores de la sub 20 de Argentina se lamentan tras ser eliminados del Mundial de la categoría ante Nigeria. | Foto: Marcio Machado/Eurasia Sport Images/Getty Images
Jugadores de la sub 20 de Argentina se lamentan tras ser eliminados del Mundial de la categoría ante Nigeria. | Foto: Marcio Machado/Eurasia Sport Images/Getty Images

Argentina vive el futbol como ningún país y eso quedó claro en el Mundial de Qatar 2022. Cada partido de La Albiceleste se vivió con un dramatismo absoluto. Con todo lo bueno y malo que eso implica. Hubo cánticos racistas contra jugadores franceses (que la TV quiso vender como algo pícaro y creativo), insultos xenófobos en redes sociales y, desde luego, también incidentes dentro del campo.

Ninguno fue más llamativo y grotesco que el de Emiliano Dibu Martínez. En una escena que sorprendió a absolutamente todos, el arquero argentino usó el premio del Guante de Oro para ponérselo en la entrepierna. Además, aunque había consolado a Kylian Mbappé dentro del campo, se burló de él en los vestidores y también en los festejos ya en Buenos Aires. Todas esas actitudes fueron respaldadas por la afición argentina. Y más que eso: las aplaudieron a más no poder.

Pero ahora les tocó vivir la otra cara de la moneda y, por lo visto, las burlas solamente son válidas cuando las hacen ellos. En el Mundial sub-20, que se juega en aquel país, la Albiceleste sub-20 cayó en Octavos de Final ante Nigeria. Al estilo de lo sucedido contra Arabia Saudita en el Mundial de Qatar, hubo menosprecio para los nigerianos. Pero la mofa les duró nada.

Durante la emisión del partido, el relator Julián Bricco expresó su opinión sobre el nivel de juego de Nigeria: “Le pega tan mal a la pelota, el gesto técnico, todo es malo”. El problema fue que lo contradijeron de inmediato. Justamente después de decir eso cayó el primer gol del partido, a cargo de Muhammad. Finalmente, los locales perdieron 2-0 y se despidieron de un Mundial al que ni siquiera se habían clasificado: fueron eliminados en el Sudamericano sub-20, pero la sede le fue retirada a Indonesia y ellos se propusieron para organizarlo.

Quedaron fuera en casa, ante un rival que menospreciaron y que, además, festejó de manera provocativa al finalizar el partido: un par de jugadores nigerianos hizo un gesto alusivo a que habían matado al rival (decapitación figurada con la mano). Y eso indignó a muchos aficionados y a la prensa argentina. Olvidaron, eso sí, los festejos del Dibu Martínez. Las reglas del juego son así: si aplaudieron aquello, ahora deben aguantar esto.

Porque también recurrieron a la postura victimista: decir que los hipócritas no son ellos, sino el mundo entero, porque cuando las burlas son argentinas entonces son condenadas, pero cuando son de otros, nadie se queja. Y no es así. Se siembra lo que se cosecha. Argentina siempre quiere reír, pero nunca soportar las risas de los demás. El futbol, visto de ese modo, hasta es aburrido y simplón: sacar la cara en la victoria y pisotear a todos, pero esconderse y buscar excusas baratas en la derrota.

Las burlas o se condenan siempre o se aceptan siempre. Al final, este deporte sería muy aburrido sin todo el folclore que lo rodea, pero la vara debe aplicarse en todos los casos. No vale indignarse por un festejo provocador cuando ellos lo han hecho tantas veces. Y tampoco queda bien ese pretexto de que el Mundo está en contra suya y penalizan todas sus actitudes. No es así. Exageran porque incluso en el Mundial fue evidente que contaban con un apoyo brutal en diferentes latitudes. Argentina no es una Selección que luche contra los poderosos. Es una selección poderosa, aunque les guste asumir el papel de antihéroes.

Hoy tienen que aguantarlo todo. Perdieron, en casa, contra un rival que menospreciaron y ni modo. Así es el futbol. Se pierde y se gana, pero no se llora. El futbol da todas las vueltas del mundo y, seguramente, cuando festejen de nuevo se olvidarán de su moralismo de estos días y volverán a lo de siempre. Ahí no habrá quejidos ni victimismo.

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