Y al cuarto año... Antoine Griezmann resucitó en Qatar 2022

AL WAKRAH, QATAR - NOVEMBER 22: Kylian Mbappe (10) of France celebrates with his teammate Antoine Griezmann (L) after after scoring a goal during the FIFA World Cup 2022 Group D match between France and Australia at Al Janoub Stadium in Al Wakrah, Qatar on November 22, 2022. (Photo by Erçin Ertürk/Anadolu Agency via Getty Images)
Antoine Griezmann junto a Kylian Mbappé en el partido de Francia contra Australia en Qatar 2022 (Photo by Anadolu Agency via Getty Images)

Cuando uno piensa desde la distancia en aquella Francia que fue campeona del mundo en 2018 es fácil que se acuerde de la explosividad del casi adolescente Mbappé, de la contundencia de Pogba en el medio del campo, de esa pareja de centrales Varane-Umtiti, del don de la ubicuidad de Kanté, la velocidad de los laterales Pavard y Lucas o incluso de las paradas de Lloris (combinadas con algún escandaloso error).

Sin embargo, toda esa maquinaria funcionaba al ritmo que le marcaba el mejor jugador de aquel equipo y de aquella Copa del Mundo: Antoine Griezmann. A sus 27 años, el delantero del Atlético de Madrid estaba en su mejor momento como deportista: apenas un mes antes de proclamarse campeón del mundo había protagonizado un discutido y probablemente innecesario reportaje llamado "La decisión" en el que anunciaba su rechazo a la oferta del Barcelona para quedarse un año más en Madrid. Griezmann era una estrella en el campo y fuera de él. Podía marcar goles, podía asistir... pero sobre todo era decisivo en los tres cuartos, recibiendo, girándose y encontrando al primer toque al mejor colocado de sus compañeros.

Ese Griezmann, no se sabe por qué, desapareció en cuanto acabó el Mundial. No del todo, de acuerdo, porque cuatro años dan para muchas decepciones, pero también para alguna exhibición. Sin embargo, no ha habido continuidad respecto a aquel jugador que se anunciaba como un posible dominador en la élite, un hombre llamado a sentarse en la mesa de Cristiano Ronaldo y Messi. Su último año en el Atleti fue una mezcla de resquemores: todo el mundo sabía que habría otra decisión ese verano y que tal vez no fuera la misma que el anterior.

Y así, en efecto, con el halo del mejor jugador de un Mundial, que no es poca cosa, Griezmann recaló en 2019 en el Barcelona. Y fue todo un desastre. ¿Por qué? Porque aunque sean jugadores completamente distintos, Messi y él ocupaban la misma posición y necesitaban el mismo espacio. Dos jugadores imaginativos, con gran visión de juego, con querencia a recibir no demasiado lejos del medio campo y a partir de ahí iniciar una jugada de combinaciones y cambios de juego que poder culminar.

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Los años de Griezmann en el Barcelona fueron un desastre porque Griezmann nunca pudo ser él mismo. Nadie sabe por qué se le fichó, más allá de la voluntad maniática de Bertomeu de acumular fichajes carísimos. Griezmann no tenía sitio en el Barcelona porque no tenía espacio y porque Griezmann necesita poner vértigo a la pausa y pausa al vértigo. Aquel Barcelona de Valverde, Setién, Koeman y por último Xavi era un equipo de un solo registro, más bien machacón, empeñado en que un solo jugador -fuera normalmente Messi y, si no, pues Dembélé o Lewandowski o quien fuera- resolviera por sí mismo.

Y Griezmann no puede hacer eso. Griezmann no es un chico que destaque por su regate veloz ni por su disparo fulminante. Griezmann es un excelente jugador de fútbol que comprende las virtudes de sus compañeros y las explota mejor que nadie. Tal vez por eso hayan tenido que pasar cuatro años para volver a ver su mejor versión: de nuevo en un Mundial, de nuevo ante Francia, de nuevo en esa posición entre el medio del campo y la delantera que sirve, por un lado, para oxigenar a Rabiot y a Tchouameni y, por el otro, para lanzar como flechas a Mbappé y Dembélé delante de él, listos para buscar a Giroud con sus centros.

Aunque noventa minutos contra Australia no sean suficiente muestra como para sacar conclusiones demasiado contundentes, sí lo son para ver tendencias: Griezmann jugó al fútbol de maravilla porque se sintió protagonista y porque le dieron la posición que necesitaba. Algo que ni el Barcelona pudo hacer ni ha podido hacer Simeone a su vuelta al Atleti, primero por los problemas contractuales que tanto tardaron en resolverse y segundo porque el Atleti busca en Griezmann algo que Griezmann no es: un jugador desequilibrante por sí mismo, aislado de su entorno. No, eso no funciona.

Lo que no quita para que el francés haya sido el mejor de su equipo hasta ahora, desde luego, pero convendremos en que no es lo mismo ser el mejor en este Atlético de Madrid que serlo en la campeona del mundo. Para que Francia repita título, necesitará una versión excelsa de Mbappé, por supuesto. Los mundiales los ganan las estrellas. Ahora bien, para ver esa versión excelsa de Mbappé, nadie será más importante que Griezmann. El primer partido fue un espectáculo de pases precisos en el momento adecuado. No se pudo hacer mejor. Queda esperar que el nivel sea el mismo durante las próximas semanas. Y que, alguien se dé cuenta, y le dejen repetir a lo largo del año, que tampoco pasa nada.

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