América, el equipo que baja el ritmo cuando va ganando, porque quiere y puede. Por ahora

América venció 3-1 a Atlético San Luis en la Ida de los Cuartos de Final de la Liga MX. (Ricardo Hernandez/Jam Media/Getty Images)
América venció 3-1 a Atlético San Luis en la Ida de los Cuartos de Final de la Liga MX. (Ricardo Hernandez/Jam Media/Getty Images)

El América no suele tener paciencia cuando debe resolver las cosas rápido. Hay muchos méritos futbolísticos en Fernando Ortiz si se habla de la versión azulcrema que se ha visto durante el último año, pero quizá el rasgo distintivo de su mandado sea esa velocidad por liquidar los partidos. Hay prisa y lo demuestran. El juego vertical y agresivo de Las Águilas fue suficiente para domar a un Atlético San Luis que se agarró a la esperanza de repetir su hazaña en León, contra otro equipo que era más potente que ellos.

Pero América no es León y quedó a la vista muy rápido. A los diez minutos, después de haber probado lo que traía el inexperimentado pero sobrio Andrés Sánchez, portero de los anfitriones, Jonathan Rodríguez apareció por sorpresa para empujar el 1-0. En efecto, había mucha distancia entre ambos clubes y la distancia en el futbol, a veces, no puede acortarse ni con esfuerzo. Porque San Luis no fue un equipo que se entregara o que bajara los brazos. Intentaron con lo que podían, con sus limitados recursos, pero es imposible cuando enfrente está un equipo diseñado para no perdonar, para crear oportunidades y aprovechar unas cuantas, las necesarias.

Andrés Sánchez, portero ha suplido la baja del argentino Marcelo Barovero, tuvo aplomo para contener otro intento de tiro fuera del área por parte de Diego Valdés, el volante azulcrema que lo hace todo porque, con el sello de Ortiz, en este equipo todos dominan más de una faceta del juego. Lo dicho: los rojiblancos sobrevivían como podían pero con dignidad. No le faltaron algunas oportunidades al equipo de André Jardine, como cuando Léo Bonatini encontró un balón aéreo pero su remate fue atajado por Luis Ángel Malagón. También Jhon Murillo pudo empatar el partido, pero, mano a mano, estrelló el balón en el poste. Y esa es la penitencia para los equipos que perdonan: el lamento es inmediato.

Diego Valdés se cansó de intentar fuera del área y decidió entrar para validar un centro de Layún, y con una especie de 'palomita' puso el 2-0 en el marcador. Desde su época en Morelia y luego en Santos, Valdés ha sostenido una vocación muy fuerte por aparecer como segundo delantero y en Coapa lo agradecen. América no detuvo el aluvión local con ese golpe, pues cuatro minutos después del gol de Valdés vino el de Bonatini, en una jugada de rebotes que penalizó la pasividad de la defensas americanista. Era un premio a la insistencia, pero América tenía muy clara la distancia entre ellos y el rival. Era como si estuvieran tan confiados de su superioridad que bien podían darle un premio a San Luis.

Pero todo volvió a los papeles con el gol de Leo Suárez que se desvió en Unai Bilbao. El 3-1 le pareció suficiente a un América que, para el segundo tiempo, se dedicó a controlar el ritmo del partido, a no correr riesgos y esperar la vuelta en el Azteca, en donde lo tendrán todo a favor todavía más. Hay jerarquías incluso en el futbol mexicano, y por eso el América, porque quiere y puede, se da el lujo de bajar el ritmo cuando ve las cosas cómodas. Por ahora.

Fernando Ortiz habrá de cuidar esos bajones de ritmo si quiere que su equipo no padezca lo mismo del torneo anterior cuando, después de arrollar 11-2 en el global al Puebla, parecía que tenían el título servido. Pero llegó un equipo apenas más avispado que los enfranjados, Toluca, y eso bastó para que los sueños de campeonar se derrumbaran. Esa es la gran historia de la Liguilla actual, la que mantendrá a todos en vilo: saber si el América ha aprendido la lección.

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