Agustina Gorzelany: la guerrera de las Leonas que se inspira en su padre excombatiente

Agustina Gorzelany, especialista en córners cortos y autor de dos goles en el 3-2 ante China
John Minchillo

TOKIO.- Una trenza, cuerpo portentoso y brazos de acero para enviar la bocha al fondo de la red. En las Leonas, los sablazos de córner corto son propiedad de Agustina Gorzelany: con dos de sus arrastradas, la defensora fue decisiva para que la selección de hockey sobre césped se impusiera a China por 3-2, ganara su segundo partido consecutivo y empezara a perfilarse bien rumbo a los cuartos de final de Tokio 2020. Sus dos tantos, más el que aportó Julieta Jankunas, alimentan una ilusión que tendrá continuidad este jueves a las 8.45 de nuestro país ante Japón, que perdió sus tres encuentros del Grupo B.

Hoy son todos mensajes de aliento, felicitaciones y apariciones en los medios. Pero la situación hace apenas dos meses y medio era diametralmente opuesta para esta central de 25 años formada en el Club San Martín: el coronavirus la atacó con toda su artillería y perdió un mes de entrenamiento intensivo en la cuenta regresiva hacia Tokio. Se contagió antes de que el plantel volara hacia Bélgica por la Pro-League, un viaje que -por suerte para ella-, finalmente se canceló debido al cierre de fronteras en Holanda. “Físicamente me dejó liquidada”, confiesa.

El alta médica le llegó el 18 de mayo y de a poco se reincorporó a los entrenamientos. “La saqué bastante barata porque esa gira se suspendió, más allá de que la pasé muy mal con el covid”, comenta Gorzelany, que detalla: “No estuve internada, pero sí con todos los síntomas posibles. De diez días anduve ocho con fiebre y eso me dejó de cama. De hecho, me quedó una resaca porque sigo con tos, como un catarrito. Pero además de fiebre tuve dolor corporal, de cabeza, náuseas… increíble, la pasé muy mal. Por suerte, el cuerpo médico de las Leonas me estuvo bancando para llegar de la mejor manera a estos Juegos Olímpicos”.

En ese lapso de reposo e incertidumbre, el DT Carlos Retegui evaluó su evolución día tras día hasta que apostó por ella. “Estuvo un mes parada y corrió el riesgo de no venir a los Juegos. Pero es una jugadora con una entrega y un compromiso muy grandes para con el equipo. Cuando llegamos para dirigir al plantel en enero de 2019 la encontramos con una autoestima muy baja, y lo único que hicimos fue darle confianza. Hoy la vemos disfrutando”.

Gorzelany, campeona mundial con las Leoncitas en 2016, reconoció que debido a la enfermedad pudo haberse perdido los Juegos Olímpicos: “Me empecé a maquinar, porque encima me estaba cuidando y no iba a entrenarme ni siquiera a mi club. Me quedaba en mi casa todo el tiempo y sinceramente no tengo ni idea de cómo me contagié, pero me tocó. Lo bueno es que todas las jugadoras ya estamos vacunadas, eso es lo importante, aunque hay que seguir cuidándose”.

La potencia física y la técnica le permiten a Gorzelany alcanzar un flick de unos 70 metros, una de las parábolas de pelota más largas del mundo en mujeres. Las canchas de hockey tienen una extensión de 91,40 metros y ella, además de ser la salida del equipo -la “cuevera”-, utiliza ese recurso con asiduidad en cada partido. Además, tiene como grandes referentes a Silvina D’Elía, Magdalena Aicega y Noel Barrionuevo, su actual compañera en busca del oro. “Yo siempre fui fanática mal, mal de las Leonas”, reconoce, y asegura que es de las más bromistas del plantel. “Es mi esencia, no puedo ser seria para nada”.

Pero su historia encierra otra gran historia. Su padre, Alejandro, es un excombatiente de Malvinas que peleó en la Península Camber, frente a Puerto Argentino. Formó parte del grupo de Defensa Aérea 101 de Ciudadela, batería B. “Hay algo que es muy loco y nos dimos cuenta solo hace un tiempo: mi papá tenía escrito en su casco el número 3 y yo, increíblemente, también lo tengo en mi camiseta. Cuando descubrimos la coincidencia nos emocionamos un montón; para mí es un orgullo increíble que mi viejo haya peleado por Argentina, sumado a lo que yo siento ahora al ponerme la camiseta de la selección. Obviamente que no es lo mismo, pero me llena de fuerzas para ir adelante siempre como una guerrera”.

Lo más curioso es que ese casco –entregado durante la rendición- le fue devuelto al padre de Agustina muchos años después del conflicto por parte de Edward Coodall, un civil que lo había adquirido en una subasta de objetos de colección, en Londres. El escocés y ciudadano inglés contactó a Alejandro por el nombre y apellido que figuraban escritos en el casco y finalmente se encontraron en Plymouth, al sudoeste de Inglaterra. Allí se entabló una amistad que fue difundida hace unos cinco años por distintos medios.

En poco tiempo más, Agustina viajará a España para sumarse a Taburiente, su primer club extranjero de hockey. Irá con su pareja. Mientras tanto, sueña con ese oro olímpico que a las Leonas se les viene escapando una y otra vez pese a contar con camadas brillantes: “Ojalá el podio sea posible, pero no puedo predecir el futuro. Todavía tenemos que ajustar cuestiones defensivas, aunque no tengo dudas de que este equipo va para adelante, está bien afianzado y todas tenemos seguridad hacia lo que vamos. Lo más importante es nunca bajar los brazos”.