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Al otro lado del capullo olímpico de Tokio solo zumban las cigarras: como si no hubiera juegos

Una transmisión de eventos olímpicos en un bar deportivo en el vecindario de Shibuya en Tokio, el lunes 2 de agosto de 2021. (Hiroko Masuike/The New York Times)
Una transmisión de eventos olímpicos en un bar deportivo en el vecindario de Shibuya en Tokio, el lunes 2 de agosto de 2021. (Hiroko Masuike/The New York Times)

TOKIO —Afuera de la burbuja olímpica hay una ciudad que no nos quiere.

Al igual que muchas de las decenas de miles de personas que visitan Tokio para los Juegos Olímpicos, estoy en un capullo permeable que en teoría me mantiene separado de los habitantes de la ciudad. Entre esas personas se encuentra mi madre.

Mientras paso del tenis de mesa al tiro con arco y al taekwondo, de los clavados al boxeo y al levantamiento de pesas, escucho fragmentos de la banda sonora del verano de Tokio: el chillido de las cigarras, las aglomeraciones de los niños en botines que van del fútbol a sus casas, el tintineo de un móvil inquieto en el calor de agosto.

Faltan los sonidos normales que animan una ciudad sede de las Olimpiadas: la ventana entreabierta con una transmisión televisada de una final emocionante o el bar plagado de juerguistas que celebran la última medalla de oro. En Tokio, hay pocas vallas con publicidad de la justa. Toyota y otras empresas japonesas han interpretado los ánimos y se han abstenido de pasar anuncios relacionados con los Juegos Olímpicos. Además de los recintos atléticos desperdigados por la capital japonesa, hay pocas señales de que el espectáculo deportivo más grandioso y caro sobre la faz de la Tierra se esté llevando a cabo aquí.

Se siente extraño estar en una ciudad sede que le haya dado la espalda con tanta determinación a los Juegos Olímpicos, en especial si se toma en cuenta el sentido japonés de la hospitalidad. No obstante, ¿quién puede culpar a los habitantes de Tokio, mi familia y amigos incluidos?

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Del otro lado: cero interés

Las Olimpiadas tal vez hayan producido 18 oros para Japón hasta el martes en la tarde, entre ellos las victorias de nueve judocas y una patinadora en tabla de 13 años. Sin embargo, los Juegos Olímpicos han secuestrado a la gente de Tokio. Con un estado de emergencia en vigor debido al coronavirus, se ha prohibido la presencia de los espectadores. No pueden hacer recorridos por las instalaciones. Las únicas personas que pueden atestiguar cada uno de los récords olímpicos rotos provienen de afuera, como yo.

No obstante, hemos traído la amenaza de la enfermedad con nosotros. Las Olimpiadas han coincidido con la cantidad más alta de casos diarios desde que comenzó la pandemia. El primer ministro Yoshihide Suga ha insistido en que la suma creciente no tiene nada que ver con el influjo de los extranjeros. La mayoría de los casos dentro de la burbuja olímpica son de gente local, contratistas y otras personas que viven en la capital, según las autoridades olímpicas de Japón. Esto quiere decir que la culpable es la transmisión nacional, una situación que empeora debido a la lenta implementación de la vacuna en el país. Menos de una tercera parte de quienes viven en Japón está completamente vacunada.

Big Sight, el principal centro informativo y de transmisión de los Juegos Olímpicos, en Tokio, el 15 de abril de 2021. (Hiroko Masuike/The New York Times)
Big Sight, el principal centro informativo y de transmisión de los Juegos Olímpicos, en Tokio, el 15 de abril de 2021. (Hiroko Masuike/The New York Times)

Aunque pequeñas multitudes de observadores se reúnen para captar el destello de una bicicleta que va disparada en un evento de BMX o mirar a través de una cerca del estadio olímpico, muchas otras personas de Tokio han perdido por completo el interés en los juegos. El domingo, un grupo de manifestantes se juntó cerca del estadio de tenis y gritó consignas antiolímpicas que el viento hizo llegar a la final varonil individual que se estaba llevando a cabo en el interior del recinto. Se realizó otra manifestación enfrente de la residencia del primer ministro

Los medios informativos de Japón han recurrido al periodismo “gotcha”, al perseguir a extranjeros que han violado los protocolos de las cuarentenas, han viajado en transporte público o se han quedado en restaurantes cuando se supone que deben comer en sus hoteles. El lunes, la televisora NHK denunció la falta de distanciamiento social en los atiborrados autobuses olímpicos. Aunque las personas que estamos aquí por los Juegos Olímpicos hemos pasado por muchas rondas de pruebas para detectar la COVID, no se nos exigió estar vacunados para ingresar al país.

Dentro de la burbuja, la legión de voluntarios, algunos de los cuales no han recibido la vacuna, intentan dar lo mejor de sí. Unos ancianos agitan los brazos con el vigor de lanzadores de críquet —un deporte que todavía no es olímpico— para guiar a un periodista rezagado por un cruce peatonal. Mujeres jóvenes ofrecen la aplicación de líquido antimosquitos y abanicos de papel, así como toallas para el cuello con instrucciones para saber qué hacer en caso de un golpe de calor: “Muévase a una zona fresca, aflójese la ropa y refresque su cuerpo”.

TOKYO, JAPAN - AUGUST 5, 2021: A view of a court at Shiokaze Park ahead of the men's beach volleyball semifinal match between Norway and Latvia at the 2020 Summer Olympic Games. Sergei Bobylev/TASS (Photo by Sergei Bobylev\TASS via Getty Images)
Gradas vacías en Tokio (Photo by Sergei Bobylev\TASS via Getty Images)

Justo como una burbuja de COVID que en teoría mantendrá a Tokio a salvo de nosotros, los guardianes olímpicos pretenden que las Olimpiadas floten por encima de la política. Ninguna manifestación debería manchar el podio olímpico, han advertido. Sin embargo, los Juegos Olímpicos en esencia son un acto político de una ciudad o una nación, para bien o para mal. Berlín 1936 expuso el racismo y la malevolencia de la ideología nazi. Tokio 1964 fue cuando Japón anunció que había superado la derrota en la guerra y buscaba la gloria económica. Seúl 1988 exhibió una declaración similar de advenimiento, al igual que Pekín 2008.

¿Qué significarán los juegos de Tokio 2020 celebrados en 2021? Los organizadores han utilizado la “paz” como uno de sus lemas. Es un ideal difícil de debatir. Además, debido a la brutalidad con la que el imperio japonés arrasó por Asia en el siglo pasado, las ambiciones pacíficas valen la pena. En la ceremonia inaugural de las Olimpiadas, en un estadio casi vacío plagado de sobrecostos, las palomas de papel se agitaron en el cielo.

El Tokio que falta en estas Olimpiadas, el que no se ve desde los autobuses que van de los estadios a los hoteles, es una ciudad construida a una escala más íntima. Aquí, los edificios tienen adornos de madera y recibidores tan bajos que debes agachar la cabeza para entrar. Son el tipo de lugares agradables donde los choferes de taxis se quitan los guantes blancos al final del día y se sientan al lado de obreros con botas a beber una cerveza o comer un tazón del abundante estofado de vísceras de Tokio.

Al final de la semana pasada, fui a ver el bádminton a la Plaza Deportiva Musashino Forest al oeste de Tokio. Cuando estaba terminando la Segunda Guerra Mundial, el vecindario fue bombardeado porque albergaba una fábrica de aeronaves militares (tras un par de versiones posteriores, la empresa que la poseía se convirtió en Subaru, el fabricante de aviones y autos).

Cuando la pareja japonesa de dobles mixtos en bádminton venció a sus rivales de Hong Kong para obtener el bronce, un grupo de voluntarios pegó brincos de emoción. Fue un despliegue de patriotismo que sin duda rompió el protocolo olímpico. Sin embargo, había sido un largo día y no había espectadores que disfrutaran la victoria.

Luego, salí del estadio deportivo al calor abrasador. Los cuerpos de periodistas del bádminton, si se les podía llamar así, se habían dispersado. No había nadie cerca, tan solo una fila de carpas blancas y pasillos vacíos, daba más la sensación de un hospital de campaña que de un recinto atlético. El aire cantaba el sonido de los insectos veraniegos. La intensidad de su canturreo tal vez alcanza su tono más alto antes de morir.

Dentro del cubrebocas, se me acumulaba el sudor en el labio superior. Frente a mí, en el camino, había una sola ala de cigarra que brillaba bajo el sol.

© 2021 The New York Times Company

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