Ante las abrumadoras deudas, el Inter de Milán intenta vivir en el ahora

MILÁN — Hace apenas seis semanas, el defensa del Inter de Milán, Milan Skriniar, yacía en una cama de hospital en Francia, recuperándose de una cirugía en la columna. Un problema lumbar lo había estado molestando durante algún tiempo y, a regañadientes, había decidido que necesitaba una intervención endoscópica. No había jugado ni un segundo de fútbol competitivo desde los primeros días de marzo ni ha jugado desde entonces.

Sin embargo, cuando el Internazionale nombre a su equipo para la final de la Liga de Campeones contra el Manchester City el sábado —el partido más importante del club en 13 años— Skriniar estará, muy probablemente, entre los sustitutos disponibles.

Su compañero de equipo Henrij Mjitarián, el veterano centrocampista armenio, no ha jugado en tres semanas tras lesionarse en la victoria del Inter en semifinales contra el A. C. Milán.

Su tratamiento comenzó de inmediato: su distensión en el muslo estaba siendo abordada incluso mientras la celebración de esa victoria se desarrollaba a su alrededor. Mjitarián aún no ha recibido autorización médica para entrenar con sus compañeros. Aun así, existe una posibilidad decente de que sea convocado en la alineación titular para el juego más grande que el fútbol de clubes tiene para ofrecer.

El Manchester City, el gran favorito para ganar la Liga de Campeones de esta temporada, llega a Estambul mejor representado por Erling Haaland: una máquina especialmente diseñada y perfectamente afinada, que funciona sin problemas, en silencio, una irresistible obra maestra de ingeniería.

El Inter, por otro lado, está mejor representado por jugadores como Skriniar y Mjitarián: es un equipo que está crujiendo, tensándose, empujando el límite de su capacidad, un avatar de un tipo de club remendado e improvisado que por estos días se mantiene unido con poco más que vendajes y esperanza.

Sin duda, han existido finalistas de la Liga de Campeones menos probables que el Inter, uno de los grandes nombres antiguos del fútbol europeo: quizás el Bayer Leverkusen en 2002, el Mónaco un par de años después o incluso el Tottenham en 2019. Sin embargo, pocos llegaron a la exhibición más grandiosa de este deporte en un contexto de tanta incertidumbre.

No es solo que Simone Inzaghi, el entrenador del club, dirija la plantilla más veterana de Italia, un equipo en el que el eje del ataque —Edin Dzeko, de 37 años— podría considerar al pilar de la defensa, Francesco Acerbi de 35 años, como un joven ingenuo.

Tampoco se trata simplemente de que, para la mitad del equipo, este pueda ser el último juego con la camiseta del Inter: Skriniar es uno de los 11 jugadores cuyos contratos expirarán o cuyos periodos de cesión terminarán al cierre de esta temporada. Esa realidad ha dejado al club ante la perspectiva de tener que reponer su plantilla casi desde cero.

Sin embargo, el Inter tiene preocupaciones mucho más graves sobre su futuro. En 2016, Suning, el conglomerado minorista chino, pagó 307 millones de dólares para adquirir una participación del 70 por ciento en el Inter, un acuerdo que en ese momento se consideró la vanguardia de la inversión repentina, opulenta y aprobada por el Estado de China en el fútbol europeo. La nueva titularidad, en teoría, iba a financiar el regreso del Inter a la mesa principal del deporte. Se iba a mejorar el centro de entrenamiento del equipo. También lo harían las oficinas del club. Y, por supuesto, los jugadores serían lo siguiente en la lista.

La propiedad de Suning en la cancha no ha sido desastrosa. En 2021, el Inter ganó su primer título italiano en más de una década. Posteriormente, Inzaghi agregó la Copa Italia, tanto esta temporada como la anterior, a los honores del club. El Inter se ha convertido en una especie de constante en la Liga de Campeones; llegó a los octavos de final el año pasado y en esta oportunidad alcanzó la final.

Sin embargo, ese relativo regreso al éxito ha tenido un costo. El Inter es el club más endeudado de Italia; según sus cuentas publicadas más recientemente, sus obligaciones totales rondan los 931 millones de dólares. En los últimos dos años de los que se tiene información, registró pérdidas por casi 430 millones de dólares, lo que provocó una sanción por parte del órgano rector del fútbol europeo. El cual multó al club con 4 millones de euros (unos 4,3 millones de dólares) por violar los controles fiscales el año pasado y amenazó con una sanción mayor (26 millones de euros o unos 28 millones de dólares) si no pone sus finanzas en orden.

El Inter se ha visto atrapado en una especie de crisis financiera continua durante varios años, gracias al impacto combinado de la pandemia de coronavirus, la disminución del apoyo del Estado chino para invertir en el fútbol europeo y, sobre todo, los propios problemas de Suning.

En 2021, el conglomerado tuvo que aceptar un rescate de 1360 millones de dólares, financiado en parte por el gobierno local, debido a sus crecientes deudas. El mismo año cerró de forma permanente su club chino, el Jiangsu Suning, meses después de haber obtenido el título, alegando la necesidad de centrarse exclusivamente en su negocio minorista principal. El año pasado, Steven Zhang, el hijo de 32 años del fundador de Suning que se desempeña como presidente del Inter, fue declarado responsable de 255 millones de dólares de deuda y bonos en mora en un tribunal de Hong Kong.

Si bien el Inter ha logrado protegerse de lo peor de las consecuencias (sigue existiendo; a sus jugadores aún se les paga) ha sufrido al menos algunos daños colaterales. Suning se ha comprometido, durante años, a reducir costos: en 2021, Antonio Conte, el entrenador que llevó al club al título de la Serie A, renunció cuando quedó claro que muchos de los jugadores clave para lograr el trofeo tendrían que ser vendidos.

Los dos activos más valiosos del Inter, el delantero Romelu Lukaku, quien actualmente ha regresado al club en calidad de préstamo, y el defensa Achraf Hakimi, se fueron de todos modos. Para salvar su inversión, Suning obtuvo un préstamo de 294 millones de dólares de Oaktree Capital, una firma de gestión de activos con sede en California, para ayudar con los costos de funcionamiento del club.

Desde entonces, los días de abundancia del Inter se han ido quedando cada vez más en el pasado. Esta temporada pasó varios meses jugando sin un patrocinador en la parte delantera de su camiseta, una fuente de ingresos significativa y generalmente confiable para todos los equipos principales de Europa, luego de que DigitalBits, una empresa de criptomonedas, no cumpliera con los pagos programados en su acuerdo de 80 millones de dólares.

El sábado, las camisetas del Inter llevarán el logo de Paramount+, el servicio de emisión en directo y en continuo que transmite tanto la Serie A como la Liga de Campeones en Estados Unidos. El arreglo es el resultado de un acuerdo de último minuto que al parecer está valorado en 4,5 millones de dólares. Por la misma tarifa, la marca de Paramount aparecerá en la parte de atrás de las camisetas del Inter la próxima temporada.

Sin embargo, esa cantidad está muy lejos de solucionar los problemas del Inter. El préstamo a Oaktree vence el próximo mes de mayo. Con intereses, la suma total a devolver ronda los 375 millones de dólares. Los ingresos del desempeño inesperado del Inter en la Liga de Campeones ciertamente ayudarán con eso, pero también lo haría acceder a otra liquidación de talento.

Si el club no puede cumplir con sus obligaciones, Suning cederá de manera automática el control del club a su acreedor. “Pagar una deuda con el nivel de intereses que el club le está pagando a Oaktree no es sostenible”, dijo el mes pasado Ernesto Paolillo, exdirector general del club. “Steven Zhang no podrá exportar capital de China y tampoco podrá cubrir la deuda con otros recursos. No tendrá más remedio que incumplir el acuerdo y venderles el club”.

“No es nuestro plan”, afirmó en marzo el director general de Oaktree, Alejandro Cano, cuando se le preguntó si la intención de la firma era tomar el control del club. “Queremos trabajar como excelentes socios y ofrecer apoyo. Pero, ¿quién sabe?”.

Según reportes, Suning ha iniciado conversaciones con Oaktree para extender el préstamo, pero también ha comenzado a explorar otra posibilidad: una venta total. Zhang ha negado dos veces que el Inter esté en venta. En octubre, insistió en que no estaba “hablando con ningún inversor” y en abril reafirmó que no había tenido “conversaciones con nadie”.

Sin embargo, hasta ahora ha habido un importante punto de fricción: el costo. Suning valora el club en alrededor de 1200 millones de dólares, la cantidad exacta (y que obviamente no es mera coincidencia) que RedBird Capital Partners pagó para comprar el A. C. Milán el año pasado. Dadas las realidades de la posición financiera del Inter, nadie todavía ha estado dispuesto a morder el anzuelo.

Eso ha dejado al Inter en el purgatorio. En las negociaciones, el club se mantiene desafiante: quienes han trabajado en los traspasos con el Inter en los últimos meses han señalado que en ningún momento sus ejecutivos han alegado pobreza. El club también conserva un atractivo innegable e inquebrantable. A Lautaro Martínez, su delantero campeón del mundo, se le presentó la oportunidad de marcharse el pasado verano, pero optó por rechazarla, pues se siente demasiado a gusto tanto en la ciudad como en el propio Inter.

Pero el orgullo no paga las cuentas. Ha habido momentos en que el efectivo ha sido tan escaso que el club no ha estado al día con su parte de los pagos a los arquitectos y diseñadores que trabajan en el estadio que pretende construir, junto con el A. C. Milán, no lejos de San Siro.

Quizás el Inter no puede permitirse el lujo de pensar en el futuro en este momento. Llega a la final de la Liga de Campeones maltratado y magullado, vendado y enyesado, envejecido y descolorido. Hay una posibilidad —escasa, pero una posibilidad al fin y al cabo— de obtener la gloria en el presente inmediato. Lo que eso significa, el posible siguiente paso, puede esperar otro día.

c.2023 The New York Times Company