500 Millas de Indianápolis: Agustín Canapino largará 27º y reactiva una historia que nació hace cien años

Agustín Canapino con los colores de la bandera argentina, un homenaje a los campeones del mundo de 1978, 1986 y 2022 en fútbol: el arrecifeño consiguió clasificarse para las 500 Millas de Indianápolis.
Agustín Canapino con los colores de la bandera argentina, un homenaje a los campeones del mundo de 1978, 1986 y 2022 en fútbol: el arrecifeño consiguió clasificarse para las 500 Millas de Indianápolis.

Las 500 Millas de Indianápolis son el segundo episodio de la Triple Corona, una saga de carreras que no ofrece una estrella excluyente, aunque la historia del automovilismo señala que solamente el británico Graham Hill logró firmar victorias en la tradicional fecha de IndyCar en el óvalo estadounidense, el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1 y las 24 Horas de Le Mans. En el circuito de 2,5 millas (4 kilómetros) enclavado en el Indianápolis Motor Speedway, Agustín Canapino se clasificó 27º y será parte de la selecta grilla de 33 pilotos el domingo 28 de mayo.

En su primera experiencia en la categoría, el arrecifeño sorprende a extraños, revalida en cada escenario su jerarquía y, además, derriba marcas: romperá la serie de 83 años sin que un piloto argentino tome parte de la largada, desde la última participación de Raúl Riganti, y le devuelve el brillo a la intrépida aventura que inició hace un siglo Martín de Álzaga Unzué.

Canapino reanuda la historia: después de 83 años, habrá un piloto argentino en la grilla de las 500 Millas.
Canapino reanuda la historia: después de 83 años, habrá un piloto argentino en la grilla de las 500 Millas.

El calendario de IndyCar ofrece diversidad de pistas; óvalos, trazados callejeros y autódromos. Las 500 Millas de Indianápolis son la competencia destacada de la categoría, una carrera que recibe la atención del mundo. La cita tiene un recorrido mágico, que se desarrolla durante dos semanas: en la primera, la prueba de clasificación es el punto extremo; en la segunda, el último domingo de mayo, el planeta se detiene para vibrar con la velocidad. Canapino desanda un sueño y en su primera temporada en IndyCar trepa peldaños a cada paso; la filosofía con la que encaró el año es conocer, aprender y optimizar, aunque sus rendimientos superan lo que reflejan los resultados.

Del 12º puesto en el estreno en San Petersburgo, Florida, al debut en los óvalos –terminó 12º también en Texas–, el Titán se convirtió en una atracción. El 27º lugar en la qualy de las 500 Millas de Indianápolis, en la que el argentino se aseguró una plaza en el primer día, resalta la fantástica tarea: a los 33 años, Canapino desafío la lógica y se sumó a una aventura insospechada, la de medirse en el automovilismo estadounidense y en autos de fórmula, cuando en la Argentina desarrolló una consagratoria carrera –15 coronas, incluidas cuatro de Turismo Carretera y dos en TC2000– en autos de turismo (techados).

Compacto de la prueba de clasificación

Su expectativa por visitar el mítico óvalo de Indianápolis le generaba adrenalina casi a diario, porque las instalaciones de Juncos Hollinger Racing –la estructura que lidera Ricardo Juncos, el argentino que se atrevió al maravilloso viaje al convocar a Canapino– están prácticamente pegadas al circuito. Y el Titán dio señales de superación en cada salida a la pista, con la clasificación como moño: el sorteo lo envió al 33er lugar, por delante solamente de Josef Newgarden. Un promedio de 372,425 km/h lo ubicó en la 22ª plaza; el retraso de cinco ubicaciones se produjo porque los pilotos se lanzaron en una reválida. El argentino lo intentó en una oportunidad, pero golpeó con el neumático trasero derecho la pared de la curva 1 y debió abortar la tentativa. “Traté de seguir, pero algo se rompió atrás, así que tuve que empezar a controlar el auto. Fue un susto bastante grande. No esperaba que el auto se comportara de esa forma. Algo pasó con el viento: tuve una gran ida de trompa y cometí el error”, relató el piloto número 78. De todas formas resultó segundo entre los rookies (debutantes), por detrás del danés Benjamin Pedersen, que culminó 11º con una labor destacadísima.

El roce a la pared a altísima velocidad

El arrecifeño plasmó lo que venía insinuando en los entrenamientos, en los cuales su crecimiento fue constante pese a que tuvo una jornada menos de actividad porque la lluvia hizo cancelar las prácticas del martes. Vigésimo segundo el miércoles, ascendió al puesto 15 al día siguiente y dibujó una sonrisa por la mejora en el promedio de velocidad, que es el elemento de medición para la conformación de la grilla: de 362,789 km/h pasó a 364,754 km/h. Así recortó la brecha con quienes marcaron el pulso: el japonés Takuma Sato le hizo una diferencia de 6,45 km/h; el sueco Marcus Ericsson, una de 4,76 km/h, y hasta el poleman provisorio, el también sueco Felix Rosenqvist, la distancia fue de 4,40 km/h.

De celeste y blanco, Canapino viste un buzo antiflama que tiene publicidad estatal: "Visit Argentina", invita el Ministerio de Turismo y Deportes.
De celeste y blanco, Canapino viste un buzo antiflama que tiene publicidad estatal: "Visit Argentina", invita el Ministerio de Turismo y Deportes. - Créditos: @Twitter Agustín Canapino

El Fast Friday es la jornada en que los equipos lanzan los autos a la pista en un simulacro de prueba de clasificación y promedian la velocidad de cuatro giros consecutivos. Canapino finalizó 15º; en el entrenamiento general tomó la posición 20. ¿El dato? Se convirtió en el piloto argentino más veloz de la historia, desbancando a Juan Manuel Fangio II, que sostenía el récord desde 1997, cuando lo había establecido en las 500 Millas de California. “Lo que viví hoy es la experiencia más extrema e increíble de mi vida, por lejos”, señaló Agustín, que en la curva 3 viajó a 387,270 km/h. El promedio en una vuelta fue de 374. “Al límite total. No hay forma de explicarlo”, apuntó en las redes sociales.

La qualy de Indcy 500 tiene su protocolo, y la composición de la grilla, su particular desarrollo. Este sábado quedaron definidas las posiciones del puesto 13 al 30; los 12 pilotos que compondrán las cuatro primeras filas –cada una incluirá tres autos– y los cuatro que batallarán por los últimos tres lugares tendrán acción también el domingo. Los que pulsearán por la pole position sortearán un primer corte y los seis mejores se clasificarán para el Fast Six, que determinará al poleman. Antes, el drama: con 34 pilotos inscriptos, uno quedará eliminado, no será parte de la carrera. Graham Rahal, Khaterine Legge, Ray Robb (debutante) y Jack Harvey, que terminaron en las posiciones 31, 32, 33 y 34, tendrán garantizado un intento de vuelta rápida mañana –pueden ser múltiples– y al final de la jornada uno de ellos retirará del box sus pertenencias.

Macoco, Polenta y el Chueco

Un siglo atrás, en 1923, comenzó el contacto de los pilotos argentinos con las 500 Millas de Indianápolis. Martín de Álzaga Unzué, Macoco, y Raúl Riganti, Polenta, fueron los pioneros. Playboy y sportsman de la época, De Álzaga Unzué, que un año después lograría la primera victoria internacional argentina al ganar en Miramas, Francia, inscribió a tres réplicas de Bugatti Type Indianapolis; invitó a Riganti y sumó al español Pierre de Vizcaya en la tercera butaca. Macoco largó en la cuarta posición pero la carrera le duró seis giros, por la rotura de una biela; Polenta escaló desde el puesto 23 pero el tanque de combustible determinó el abandono en la vuelta 19. Por su parte, De Vizcaya arribó 12º. “El acabado de los autos era malo. Las carrocerías estaban martilladas y mal pintadas”, señaló De Álzaga Unzué, que calificó como “hipócrita” a Ettore Bugatti, el fundador de la marca, por la atención a esos tres coches.

Figura del motociclismo y primer ganador de las 500 Millas de Rafaela, Riganti volvió dos veces a las 500 de Indianápolis: en 1933, con Chrysler, partió 27º y resultó 14º. Con ello se volvió el mejor argentino de la historia en el óvalo y el único que recibió la bandera de cuadros. Siete años después, en 1940, participó con Alfa Romeo: largó 24º y abandonó, tras un despiste en la curva 2 en la vuelta 24. En aquellos años también se animó al reto Juan Antonio Gaudino: en 1932 participó con Chrysler, pero no terminó la carrera.

Martín de Álzaga Unzué, "Macoco", un pionero junto a Raúl Riganti entre los pilotos argentinos en las 500 Millas de Indianápolis; ambos fueron parte de la aventura en 1923.
Martín de Álzaga Unzué, "Macoco", un pionero junto a Raúl Riganti entre los pilotos argentinos en las 500 Millas de Indianápolis; ambos fueron parte de la aventura en 1923.

Cinco veces campeón del mundo de Fórmula 1, Juan Manuel Fangio vivió como una novela el desafío de las 500 Millas de Indianápolis. El óvalo formó entre 1950 y 1960 parte del calendario de la F. 1, pero los equipos debían diseñar un auto particular para esa competencia, y entonces desistían de competir, debido a los costos. En 1958, ante su inminente retiro, el Chueco decidió ausentarse de los grandes premios de Mónaco y Países Bajos y prepararse para la mítica carrera. Fue uno de los 61 inscriptos, arribó un mes antes y desde el primer contacto observó que la situación no sería sencilla: superó el examen al que se someten los novatos –lo hizo Canapino este año–, pero el Kurtis Kraft 500G Offenhauser era un auto obsoleto. Los problemas se sucedieron entre la dirección, el motor, la tarea de los mecánicos, la falta de repuestos...

“Me di cuenta de que había que pegar la vuelta, porque si no, sería un papelón”, reveló Fangio, que dos semanas antes de la competencia anunció que no sería parte. Ni siquiera intervino en la prueba de clasificación. La leyenda señala que al reto personal de rendir bien en Indianápolis se sumó el desafío de Floyd Clymer, empresario estadounidense, pionero del motociclismo en su país e integrante del Salón de la Fama del Deporte Motor de América desde 2020, que dudaba de los éxitos y el talento del balcarceño. Clymer pensaba que Fangio temía a los pilotos estadounidenses y le lanzó una apuesta de 6500 dólares. Con una particularidad: pagaría por objetivos. US$ 500 al inscribirse; mil si quedaba entre los 33 pilotos de la largada, y 2500 si terminaba entre los mejores de la carrera con un auto de marca estadounidense. Si lo hacía con un auto europeo, la cifra ascendía a 5000 dólares.

"Hay que intentar ser el mejor, pero nunca creerse el mejor", solía repetir Fangio
Juan Manuel Fangio hizo en 1958 un intento de ser parte de las 500 Millas, pero desertó dos semanas antes por no contar con un auto del nivel necesario.

También Carlos Pairetti intentó ser parte, aunque sin éxito, como Fangio. En 1970, apoyado por Canal 9, que transmitió por primera vez para la Argentina la carrera, el arrecifeño se anotó y logró la habilitación al superar la prueba de los rookies. Sin embargo, su Drake-Offenhauser era poco competitivo y no consiguió un lugar en la grilla.

Cien años después de aquel suceso que iniciaron De Álzaga Unzué y Riganti y que no contó con Fangio, Canapino hace flamear la bandera argentina en las 500 Millas de Indianápolis.