Los chicos animan, los grandes ganan



@ruubenrod
 
Las historias de cenicienta ya están escritas y las cuenta la abuela.  En el futbol como en otros deportes y en el diario andar, los resultados mandan. Las formas ayudan o justifican el fin, aunque el peso de la historia se hace valer por causa propia.

En un torneo tan corto y donde la exigencia es máxima al jugarse la credibilidad, respeto y jerarquía mundial, los grandes equipos, aquellos que presumen estrellas en el pecho saben exprimir los minutos, actuar en los partidos y resolver los conflictos.

En el Mundial, los equipos chicos animan el certamen, y las grandes potencias ganan los partidos. Muestran el peso de camiseta y se hacen valer en todas las circunstancias y ámbitos.

Lo vivió Colombia, selección que mostraba el mejor futbol en todo su esplendor y que se le apareció Brasil, paraz que en 90 minutos hicieran maletas de regreso.

En este mismo espacio mencionamos el miedo a la historia que invadió a Chile frente a Brasil. Mismo guion y hasta histórico que presenta México en los Mundiales, en este último frente a Holanda.

Ahora toca el turno a quien en este mundial ha dado la nota y buen futbol, Costa Rica, quien su único enemigo será el espejo, al evidenciar a una Holanda que no es ni naranja ni mecánica, es simplemente humana. Y

El torneo de Brasil no tiene mácaras, como ningún otro mundial. Por más maquillaje que se utilice, la dignidad de una Copa del Mundo la rige la jerarquía del equipo que levante la copa. Ocho han sido los afortunados y en su mayoría han repetido la hazaña. Los mundiales no son simples mundiales, son VIP.